Increíble, pero cierto: un muerto me está desplumando. Debo ser el único caso en el mundo.
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Lo descubrí la otra madrugada, cuando al levantarme a las cinco e ir por el túnel del pasillo, vi la luz encendida de mi estudio. Allí estaba, como otras ... noches, el difunto Sanjosé leyendo algo en mi portátil, rodeado de mis libros y de los suyos que me donó en herencia.
–Buenos días. –Saludé en medio de un bostezo– ¿Qué estás mirando?
–Algo muy interesante –me contestó, girándose en la silla de escritorio para mirarme–. En 2018 la Universidad de Valencia publicó la autobiografía de Manuel Castillo Quijada. ¿Te acuerdas quién era?
–Me suena –dije sin pensar.
–Aún estás dormido. Era el enemigo del periodista Sánchez Garrido, que hizo para atacarle el periódico 'Zurra-Tontainas'.
–¡Ah, ya! Castillo era el director del Instituto de Cáceres, el que dirigió 'El Noticiero'...
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–El mismo. Antes de morirse en el exilio, en México, en 1964, con 94 años, escribió una autobiografía, que no quería publicar, sólo era para que la leyeran sus cuatro hijos. Pero cuando pasaron 35 años del fallecimiento del último de su familia, la Universidad decidió publicarla. Ha sido un acierto porque cuenta, entre otras cosas interesantes, cómo era Cáceres en los 22 años que estuvo aquí, desde 1897 a 1918...
–Espera que me siente, que parece que va para largo –dije.
Las memorias de 'Don Nadie', que luchó por un mundo mejorVer 22 fotos
–Castillo nació en Madrid en 1869, y tuvo una infancia difícil –empezó Sanjosé–. Era hijo de madre soltera, le rechazaron en colegios católicos, y a los 6 años le metieron interno en un colegio protestante, donde estuvo 11 años. Estudió Filosofía y Letras y fue bibliotecario de la Universidad de Salamanca, hasta que logró ser catedrático de Francés y se vino al Instituto de Cáceres, que dirigió. Aquí recibió a su amigo Unamuno en 1908, y en 1917 al pintor Sorolla, al que acompañó en su visita a Cáceres y Plasencia buscando inspiración para su famoso cuadro de Extremadura. También fundó y dirigió 'El Noticiero. Diario de Cáceres', que tuvo su redacción en el número 8 de la calle Pintores. Encima estaba El Círculo Mercantil. En el periódico escribió usando, entre otros, el seudónimo de 'Don Nadie'.
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–Muy original.
–Era un hombre preocupado por hacer la vida mejor a los que sufrían, a los que pasaban necesidades. Fue el alma mater de una Cantina Escolar que estaba en el Palacio de Isla, consiguiendo dar de comer gratis a 200 niños y niñas pobres de escuelas públicas de Cáceres. En el libro cuenta lo que le costaba que le donaran comida y dinero. Escribió que uno de sus donantes era Lesmes Valhondo, del que dice que era inmensamente rico. Cuenta la tacañería de un conde que todas las primaveras venía de Madrid a pasar un mes en su palacio de Cáceres, y que todas las tardes iba a una finca próxima a cazar 100 conejos, que enviaba todas las noches en tren a Madrid, para que un distribuidor los vendiera. Decía que como otros nobles, «era rico de fortuna, pero mísero de espíritu». Su queja era porque sólo le dio 50 pesetas, cuando sus rentas en la provincia de Cáceres pasaban de un millón de pesetas anuales. Indicó que después de la mísera limosna, «se fue a la Corte a continuar su vida de molicie y preparar su veraneo en el Cantábrico». Con quién chocó mucho fue con el obispo de Coria.
–¿Quién era?
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–El valenciano Ramón Peris Mencheta, que se murió en Coria el Día de Reyes de 1920 con 69 años, 26 de ellos de obispo. Castillo dice que era un gran tacaño, que no dio ni un céntimo para la Cantina Escolar, pero exigió que los niños rezaran un Padrenuestro antes de comer y otro al terminar. Castillo se encaró con el obispo y le dijo: «Los niños no se alimentan con oraciones. Se alimentan de garbanzos, de carne, de arroz, de bacalao... de las que puede enviar algunas cantidades».
–Había que ser muy valiente para meterse entonces con un obispo.
–Y tanto. En el libro dice que el prelado estaba en el puesto porque su hermano era un importante periodista, el fundador de la agencia de noticias Mencheta, amigo personal del rey Alfonso XIII que es quien colocó al hermano en el puesto de obispo. Castillo chocó con él bastante por una nimiedad.
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–¿Por cuál?
–Por una verja. Ya sabes que el Instituto estaba en la Plaza de San Jorge, en un antiguo convento jesuita que ahora es centro cultural de la Junta. Solo había una luz en la entrada y por la noche los gamberros la rompían y hacían de la suyas en esas escalinatas. Entonces Castillo cerró esa zona con una verja y el obispo ordenó tirarla amenazando con la excomunión, pero Castillo no le hizo caso, utilizando en su apoyo 'El Noticiero'. El obispo, para hacer frente a ese periódico, potenció la creación del 'Diario de Cáceres'. Castillo también cuenta el escándalo cuando en 1904, ocho años antes de ser asesinado, vino José Canalejas para dar un mitin en el Teatro de Variedades de la calle General Margallo, y la gente se enfrentó al exalcalde José Trujillo Lanuza, del que Castillo dijo que estaba carente, tanto de pudor como de valor personal, y que tenía una lengua viperina.
–La verdad es que es muy interesante el libro, ¿Te costó mucho encontarlo? –Le pregunté.
–No. Pagando se consigue de todo.
–¿Y tú cómo vas a pagar si no tienes dinero?
–Yo no... pero tú, sí.
–¡¿Cómo?! –Grité, levantándome de la silla – ¿Qué lo has pagado con mi dinero?
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–Este y otros más –dijo sin ápice de remordimiento– Con las claves de tu tarjeta que me sé de memoria.
–Pero eso es un delito... y de los gordos –le reprendí, poniendo mi dedo índice derecho ante su cara de gusiluz.
–¿Y qué me vas a hacer? ¿Denunciarme? ¿Se puede meter a un muerto en la cárcel?
Y se empezó a reír con ganas, mientras yo, desesperado, le di la espalda para ir a tomarme un café a la cocina, y pensar con calma cómo hago para que no me quite el dinero un joío fantasma.
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