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Son las doce de la mañana en la calle Germán Sellers de Aldea Moret y un grupo de personas charla en el portal número 8 (que ahora al parecer es el 16, según la pintada en spray de la puerta), donde se encontraba la vivienda ... que rechazó María del Mar Rodríguez. Una verja de acceso sin cerradura y con los botones del portal automáticos arrancados da paso a un vestíbulo en el que los buzones están reventados, las paredes llenas de pintadas y dibujos obscenos y los interruptores de la luz dañados. Desconchones,y suciedad causan desasosiego.
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Cristina Núñez
Nadie diría que estamos en una ciudad europea, en el primer mundo, ni en el siglo XXI. Parece un escenario de guerra, llega a herir la sensibilidad. «Llevo 30 años aquí, estamos viviendo entre bichos y ratas, ratas como conejos», explica una vecina. «El olor es insoportable, no podemos abrir ni la ventana». El patio, en donde se acumulan capas y capas de basura, «cada vez está peor», relata con pesar. «Al principio esto estaba bien, pero poco a poco fue empeorando, yo tiro mi propia basura, pero esto se está poniendo cada vez peor, este es el peor bloque, vivir aquí es complicado, si yo pudiera me iría a otra casa y renunciaría a esta». Critican que haya vecinos que no son cívicos, pero también la dejadez institucional. «Se le debería caer la cara de vergüenza a la Junta, dicen que no hay dinero, pero para otras cosas sí». Al principio de la calle hay unos bloques sociales del Ayuntamiento que han sido remozados y que lucen nuevas fachadas.
Junto a otra vecina muestran cómo bajo una escalera hay todo tipo de restos, algo parecido a un colchón y basura indeterminada.
En el portal de al lado, similar al 8, Paula Andrea y su pareja, dos jóvenes veinteañeros señalan que «vivir aquí es un desastre, son todos unos guarros, muy problemáticos». Por la noche necesita encender la linterna del móvil, no hay luces. «A él le han amenazado con pegarle cuatro navajazos, es un sinvivir, está todo jodido y arrancado, los pisos que están vacíos parten las puertas a patadas para entrar de okupas, arriba del todo unos muchachos jóvenes, de unos 18 años reventaron la puerta para meterse, y en el bloque de al lado también ha sucedido». Paula Andrea no lo duda, ella también renunciaría al piso si pudiera. Un señor que sale del portal prefiere no hablar cuando se le pregunta. Expresa miedo.
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