La venganza de Eugenio Hermoso y el agobio de vivir
Desde la moto de papel ·
En el Museo de Cáceres se encuentra el alegre cuadro 'A la fiesta del pueblo' de Eugenio Hermoso, una obra muy distinta a las que están en la casa museo del pintor en Fregenal de la Sierra, en las que atacó el mundo del régimen de Franco
Caridad está preocupado porque a partir del 20 de abril ya no será obligatorio usar mascarilla. «¿Qué va a ser del pobre de Juan? –se ... lamentaba cuando supo la noticia–. Sin la mascarilla se verá los pocos dientes que le ha dejado la droga. Esto le va a hundir. Habría que pagarle una dentadura, pero eso vale mucho dinero. ¡No entiendo cómo eso no lo cubre la Seguridad Social! ¡No lo entiendo!».
Para potenciar en Juan su interés por Eugenio Hermoso, que nació al ver un cuadro de él en la Fundación Mercedes Calles, este sábado la pintora Ana le tenía una sorpresa.
–Ya verás, Juan –le dijo ayer desayunando–. Vamos a ir al Museo de Cáceres donde está un cuadro suyo muy alegre 'A la fiesta del Pueblo'. Lo pintó en 1916 y con él ganó la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. El cuadro está aquí en depósito porque es del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
–Los cuadros alegres de Eugenio Hermoso son una pasada –indicó Caridad, para luego avisar a Juan, que acababa de terminar su café con dos porras, y se había olvidado tapar la boca– ¡La mascarilla!
–Para mí Eugenio era algo bipolar –siguió Ana–. Tenía cuadros llenos de color y alegría, pero tiene otros de gran amargura. Rodrigo Vargas Nogales hizo su tesis doctoral sobre él, y muestra cuadros que firmó con el alter ego de Francisco Teodoro de Nertóbriga (Nertóbriga es el yacimiento romano origen de Fregenal de la Sierra, el pueblo de Eugenio). Son cuadros que la mayoría están en su Casa museo de Fregenal. Pocos los conocen, y recuerdan a las pinturas negras de Goya.
–¿Cómo son? –Pregunté.
–Los pintó en los años 40 y 50, antes de su muerte en 1963. Hay uno que a mí me parece increíble. Es éste, 'Los danzadores' –nos enseñó en su teléfono móvil un cuadro de unos hombres bailando vestidos de blanco, con adornos en la cabeza–. En Fregenal de la Sierra, cada 8 de septiembre, unos danzadores bailan ante la Virgen de la Salud, pero en el cuadro los que bailan son críticos de arte que estaban hundiendo a Hermoso. Retrató bailando a José Camón Aznar y Eugenio d'Ors, que siguen el ritmo de nuestro pintor porque es quien toca el tamboril. Hay muchos cuadros firmados por Nertóbriga en los se burla de d'Ors, le dibuja con cuerpo de escorpión o de pavo real; en uno lo pinta como un leñador que hace leña de un árbol caído, el propio Eugenio.
Imagen. La dura crítica de 'Los danzadores'.
E. HERMOSO
Nos mostró dibujos y cuadros de Hermoso que criticaban duramente al régimen de Franco: a pintores adeptos al dictador, como Dalí; a críticos que alababan el arte abstracto, que para el pintor extremeño suponía la muerte de la pintura; a nuevos ricos que hacían negocios con sicarios violadores; al 'pan y circo' del franquismo. Son cuadros de un gran pesimismo.
Fuimos a la Ciudad Monumental, al Museo, y nos encontramos frente a la puerta de la entrada, en la calle, dos impresionantes esculturas del portugués Rogério Timóteo (Sintra, 1967). Dos hombres manteniendo el equilibrio sobre columnas, como estilitas que recuerdan a 'Simón del desierto', la película de Buñuel.
Al entrar en el museo, Ana nos lanzó un reto: «A ver quién encuentra primero el cuadro». Empezamos en la zona de Bellas Artes, en la Casa de los Caballos. Yo lo busqué por todas las salas y cuando pensé que habría vuelto al Reina Sofía, cuando ya salía del museo lo vi al lado de la puerta, en las escaleras. Allí ya estaba Juan sonriendo, contemplando la alegría de las jóvenes extremeñas cargadas de fruta, una de ellas sosteniendo un gallo. «Son muy guapas», murmuró al verme.
Antes de irnos entramos en una sala dedicada a las obras de Rogério Timóteo, que forman parte de la exposición 'Capas del tiempo', que se puede ver en el Museo de Cáceres hasta el 29 de mayo. Caridad y yo nos fijamos en que entre todas las obras que había, Juan se había parado bastante tiempo ante dos: Una titulada 'Gravedad' en la que un hombre sostienen una enorme viga de metal sobre su espalda y los brazos en cruz; la otra era de un hombre hundido bajo una gran viga vertical.
Al salir volvimos a la Plaza de las Veletas, donde están los dos eremitas sobre las columnas de metal. Juan estaba como triste y Caridad le preguntó:
–¿Qué te pasa?
–Me han impresionado esos hombres soportando el peso de las vigas. Son agobiantes. No sé. Hay veces que vivir es así, es agobiante.
–Vamos hombre –le dije–. Acuérdate de las muchachas alegres de Eugenio Hermoso que van a la fiesta del pueblo.
–Ya, pero no tengo dinero ni trabajo, y nadie va a dármelo con mi pinta y mi pasado...
–¡Eh! ¡Eh! –le paró Caridad– Tienes a tu Sanjosé, que no sabes lo que puede un abuelo, y más si está muerto. ¡Y me tienes a mí! ¡Me cago en la leche!
Caridad remató la frase con dos fuertes golpes: el primero en su pecho, el segundo en una de las columnas de metal, haciendo un ruido que retumbó en la Plaza. «¡¿Qué pasa?!», dijo un empleado del Museo asomando la cabeza por la puerta. «Nada. Nada», respondió Juan, mientras su tapabocas se descolgaba, enseñando tres dientes solitarios. «¡La mascarilla!» le gritó enseguida Caridad.
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