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A las ocho de la tarde del jueves hay mucho movimiento en la explanada ajardinada frente a la fachada del seminario de Cáceres. Tres autobuses ... con sus conductores aguardan para empezar un viaje de más de 13 horas, mientras hay enfermos en silla de ruedas mimados por personas con batas sanitarias, esperando para montar en los vehículos.
Hay nerviosismo. Vuelve la peregrinación a Lourdes desde Cáceres suspendida durante dos años por culpa de la pandemia. La zona está acordonada para separar a las personas que ya se han hecho la prueba para ver si tienen covid. El nombre que más se oye antes de tomar una decisión es el de Emilio, Emilio Márquez presidente de la Hospitalidad Nuestra Señora de Lourdes de la Diócesis de Coria-Cáceres que es quien organiza los viajes desde Cáceres al primer destino de peregrinación mariano del mundo: el santuario francés de Lourdes, cerca de los Pirineos, en donde, según ha acreditado la Iglesia, en 1858 la Virgen María se apareció a la niña de 14 años Bernardita Soubiruos. La Virgen se apareció a la ahora santa en una pequeña gruta de tres metros de alto por tres metros de ancho. Junto a esa gruta ahora hay 22 lugares de culto en 52 hectáreas. Cada año van a este lugar seis millones de peregrinos, de los que 80.000 son personas con graves enfermedades o con discapacidades, algunas buscando el milagro. Peregrinos que beben o se bañan en el agua que se asegura hizo brotar la Virgen, que participan en la procesión de las antorchas, que rezan el rosario y cantan el Ave María.
«Antes íbamos desde Cáceres entre 200 a 250 personas, pero este año no llegamos a 100 por el miedo al coronavirus», explica uno de los organizadores que da tranquilidad a los futuros peregrinos. El miedo es fundado, tras realizar la prueba seis se tienen que quedar en tierra por tener la covid. Los seis se apenan, pero los organizadores les aseguran que estarán con ellos en el santuario, «os tendremos en nuestras oraciones».
Uno de los que han pasado la prueba es el nuevo obispo de la Diócesis, Jesús Pulido Arriero, que no ha querido perderse esta peregrinación. Antes de empezar el viaje, a las ocho y media de la tarde, el obispo da la bendición a los peregrinos. En total van hacia Lourdes 90 personas, de los que 30 son enfermos, 12 de ellos en silla de ruedas, como Viky Román del Centro de Atención a personas con discapacidad física (CAMF) del Imserso en Alcuéscar, que ya ha ido otra vez a Lourdes. «Cuando voy me encuentro mejor por dentro –asegura–. Cuando llegas allí se te abre el corazón. Lo malo es el viaje; pero cuando te gusta una cosa no te importa, se aguanta».
Con los enfermos van otras 30 personas voluntarias que les ayudan, el resto son peregrinos cargados de fe, algunos a pedir que se mejore un familiar enfermo.
Se van poniendo frente a las escaleras de la explanada, recibiendo desde la parte superior la bendición del obispo, que recalca que de esta pandemia hay que sacar la conclusión de la importancia de ayudarse unos a otros. «Que esta peregrinación dé muchos frutos de amor, esperanza en el Señor y fe –pide–. La peregrinación es una parábola de nuestra propia vida, somos peregrinos en este mundo y vamos caminando hacia el cielo. Peregrinar es ir juntos hacia un objetivo, y lo importante es que nos ayudemos unos a los otros».
Este año se cumplen 30 desde que empezaron las peregrinaciones a Lourdes desde Cáceres, las primeras quizás eran más llamativas al salir en tren por la noche; pero al final se prefirió ir en autobús porque es más cómodo para los enfermos. Antes había que bajar en Irún del tren par tomar otro francés hacia el santuario por el cambio del tipo de vía.
Uno de los tres autobuses es especial, con una plataforma de elevación para subir las sillas de ruedas. Poco a poco se van montando los peregrinos para iniciar el viaje de unas 13 horas. Volverán el día 5 a Cáceres, a las diez y media de la noche.
¿Es verdad que hay enfermos que se curan al estar en Lourdes? ¿Los peregrinos van buscando el milagro? Le hacemos estas preguntas a Emilio Márquez, al presidente de la Hospitalidad. Para un momento en su ir y venir y tras tomarse un respiro contesta: «Vamos a ver... Milagros se han dado. Reconocidos desde 1858 que se apareció la Virgen, solo hay 72; pero el milagro de Lourdes es principalmente la aceptación personal de cada uno. Todos tenemos una historia por detrás, hay gente con una discapacidad física, hay gente con una discapacidad psíquica, hay gente con problemas mentales, problemas familiares, problemas laborales... Entonces, todo el mundo tenemos una mochila, y el milagro de Lourdes es aceptar que tenemos que vivir con lo que tenemos, y desde ahí tirar para adelante. Los pacientes que van notan mejora, porque ven otra percepción de la vida. Cuando llegamos a Lourdes vemos que cada uno tenemos nuestros problemas, pero es que el que está al lado, al que no conocemos de nada, está peor que nosotros. Allí, por desgracia, vemos desde bebés, desde niños a personas adultas, familias enteras que tienen problemas. Allí ves de todo, y al final, desde tu tristeza y tu realidad, notas que eres un afortunado».
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