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Hace dos años, una sonda llamada Odiseo aterrizó sobre la superficie lunar. Lo que en principio suponía un hito histórico al ser la primera nave ... de una empresa privada en alunizar y el regreso de Estados Unidos al satélite más de 50 años después, terminó en fracaso porque el artilugio sufrió la rotura de una de sus patas, lo que impidió que sus paneles solares pudieran captar los rayos del sol y alimentar sus baterías. Este jueves Intuitive Machines, la compañía privada que lo había construido, intentaba un segundo asalto con una nueva nave bautizada con el nombre de Atenea.
Todo indica que el resultado ha sido parecido. La sonda ha logrado aterrizar en las cercanías del polo sur, pero se desconoce en qué estado se encuentra. De casi 5 metros de alto y dos toneladas de peso, Atenea partió hacia el satélite hace justo una semana y, como su predecesora, forma parte del programa de Servicios de Carga Lunar Comercial (CLPS) de la Nasa. En este, la agencia espacial contrata a empresas privadas para que transporte sus equipos científicos con el fin de allanar el camino del 'programa Artemisa', el que debe devolver al ser humano al satélite.
A la espera de saber lo que ha ocurrido, la misión IM-2, con un coste superior a los 60 millones de euros, tenía varios objetivos. El más importante, confirmar que en las cercanías del polo sur lunar hay depósitos de hielo, claves para futuros asentamientos. Para ello dispone de varios instrumentos -en total son once- como una especie de taladro para excavar hasta un metro de profundidad o un mini rover para explorar el terreno circundante. Todos ellos se comunicarían a través de la primera conexión 4G en el satélite terrestre. Atenea debía permanecer activa durante diez días. En ese momento llegaría la noche lunar, que dura dos semanas, y la sonda se quedaría sin energía.
Mejor suerte corrió hace cinco días, el domingo, la nave Blue Ghost. Construida por la también norteamericana Firefly, fue la primera nave privada en alunizar con éxito. Con dos metros de altura, 3,5 metros de ancho y una capacidad de carga de hasta 155 kilos, lleva consigo diez equipos científicos del programa CLPS que analizarán muestras y medirán la radiación con la vista puesta en el citado programa Artemisa. En su caso, su vida útil es de 14 días. La empresa que la ha construido es la estadounidense Firefly -luciérnaga, en inglés-, que fue fundada en 2014 por Tom Markusic, un emprendedor con experiencia en Space X, Virgin Galactic y Blue Origin. Tres años después fue refundada bajo el nombre de Firefly Aeronautic tras caer en bancarrota por una demanda de Virgin Galactic.
Queda por llegar a la Luna una tercera sonda, la nipona Hakuto-R M2 Resilience, que despegó el pasado 15 de enero a bordo del mismo cohete Falcon 9 de Space X que llevaba a Blue Ghost. Sucesora de la mencionada Hakuto R, mide 2,3 metros de alto, 2,6 metros de ancho y pesa 340 kilos, y en su interior puede transportar rovers -en esta ocasión lleva a Tenacious, un micro rover europeo-, cámaras y otros instrumentos. Se espera su llegada en unos dos meses.
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