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El chino Liu Jiakun (Chengdu 1956) es el ganador del Premio Pritzker 2025 por alzar edificios «que ofrecen un escenario completamente nuevo para la vida cotidiana». Así lo destacó el jurado del conocido como el premio Nobel de Arquitectura, que le distingue por articular «espacios abiertos que favorecen la comunidad y con total respeto por la historia, la cultura y la naturaleza». El Pritzker reconoce así a un arquitecto humanista que casó su oficio con la filosofía, la escritura y la naturaleza.
Según el jurado, Liu «retoma la tradición china sin un enfoque nostálgico ni ambigüedad, como un trampolín para la innovación». «Crea una nueva arquitectura que es a la vez un registro histórico, una pieza de infraestructura, un paisaje y un espacio público extraordinario», agregaba el fallo de la 54 edición del Pritzker.
«La identidad tiene tanto que ver con el individuo como con el sentido colectivo de pertenencia», afirma el ganador, que a lo largo de cuatro décadas ha construido más de treinta proyectos, desde instituciones académicas y culturales a espacios cívicos, edificios comerciales y planificaciones urbanísticas en toda China.
Seleccionado para diseñar el Pabellón Serpentine para los Juegos Olímpicos de Pekín en 2018, su proyecto más icónico es un casa en Sichuan, construida con ladrillos fabricados a partir de los escombros que dejó en 2008 el terremoto que se cobró 90.000 vidas y arrasó la región. Con cubierta a dos aguas, la casa lleva el nombre de una niña, Hu Huishan, que murió a los 15 años aplastada por los escombros del instituto donde estudiaba.
Entre sus obras más notables están el Museo de los Relojes, (Chengdu, 2007); el Departamento de Diseño en el nuevo campus del Instituto de Bellas Artes de Sichuan (Chongqing, 2006); el Centro de Alojamiento de la Exposición Internacional de Prácticas de Arquitectura de China (Nanjing, 2012); el Centro de Comunicaciones del Parque de Software Tianfu de la Zona de Alta Tecnología de Chengdu (Chengdu 2010) y el Barrio Cultural de Songyang (Lishui, 2020)
«Siempre aspiro a ser como el agua: a penetrar en un lugar sin llevar una forma fija propia y a filtrarme en el entorno local y en el sitio mismo. Con el tiempo, el agua se solidifica gradualmente, transformándose en arquitectura y quizás incluso en la forma más elevada de creación espiritual humana. Sin embargo, todavía conserva todas las cualidades de ese lugar, tanto buenas como malas», explica Liu sobre su actitud ante una profesión que compagina la literatura y la filosofía.
«Escribir novelas y practicar la arquitectura son formas de arte distintas, y no busqué deliberadamente combinarlas. Sin embargo, tal vez debido a mi doble formación, existe una conexión inherente entre ellas en mi trabajo, como la calidad narrativa y la búsqueda de la poesía en mis diseños», ha explicado el arquitecto.
La flora y la vegetación local está presente en todas sus obras. Coloca los ladrillos boca abajo para permitir que la hierba florezca a través de sus oquedades, planta arboledas de bambú autóctono en nuevos espacios y diseña pisos y techos con aberturas para permitir el crecimiento de los árboles.
La arquitectura tiene para Liu «el poder de moldear el comportamiento humano y crear atmósferas, ofreciendo una sensación de serenidad y poesía,evocando compasión y misericordia y cultivando un sentido de comunidad compartida».
A juicio de La Fundación Hyatt que otorga el premio, el trabajo de Liu «está libre de cualquier restricción estética o estilística» y ha desarrollado «una estrategia que se basa en evaluar de forma diferente las características y requisitos específicos de cada proyecto». También destaca cómo «toma las realidades presentes y las maneja hasta ofrecer un escenario completamente nuevo de la vida cotidiana».
Liu pasó gran parte de su infancia en los pasillos del evangélico Hospital Popular de Chengdu, donde su madre era internista. Atribuye al ambiente del hospital el cultivo de la tolerancia religiosa. Aunque casi todos los miembros de su familia eran médicos, él mostró interés por las artes creativas, explorando el mundo a través del dibujo y la literatura.
Con diecisiete años formó parte del Zhiqing, programa de «jóvenes educados» asignados a la agricultura campesina vocacional en el campo. Pero en 1978 se incorporó al instituto de Arquitectura e Ingeniería en Chongqing. «Es cierto que no comprendía del todo qué significaba ser arquitecto, pero como en un sueño, de repente me dí cuenta de que mi propia vida era importante», dijo de esa época.
Se graduó como arquitecto en 1982 y formó parte de la primera generación de encargados de reconstruir China durante una época de transformación del país. Trabajó para el estatal Instituto de Diseño e Investigación Arquitectónica de Chengdu. Fue voluntario para trasladarse temporalmente a Nagqu, Tíbet, la región más alta del planeta. «Mi mayor fortaleza entonces era mi miedo a la nada y mis habilidades para pintar y escribir» ha dicho.
Estuvo a punto de abandonar su carrera de arquitecto pero en 1993 asistió a la exposición de Tang Hua, un antiguo compañero de la universidad, en el Museo de Arte de Shanghái, lo que reavivó su pasión por la profesión y alimentó una nueva mentalidad que le permitió desviarse de la estética social impuesta por Pekín.
En 1999 fundó Jiakun Architects en Chengdu, defendiendo el poder transformador de la arquitectura en la comunidad, y su efecto en la espiritualidad. Considera que su carrera comenzó realmente al reconocer que el entorno arquitectónico podía servir como medio de expresión personal.
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