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MARÍA BLANCO CANCHO
MÉRIDA.
Viernes, 26 de julio 2019, 11:54
Lluís Homar realizó la actuación propia de ese actor que sobre el escenario se siente en su hábitat natural. El dominio del texto de Luis García Montero y su actuación sobre la arena del Teatro Romano hizo sentir al espectador que controlaba su rol de Prometeo sin ningún tipo de problemas.
Uno de los momentos que más atrajo al público en esta tragedia de Esquilo fue el discurso que aludió a los problemas de la actualidad. Así, el renombrado actor expresó que mientras unos viven rodeados de grandes rascacielos, enfrente existe una frontera y vemos a una niña que quiere entrar. Con esta reflexión hizo una referencia al problema de los refugiados. También evocó las injusticias y criticó a los poderosos de la sociedad.
La original escenografía era una composición de cuadros de diferentes épocas que representaban por un lado las injusticias del mundo, pero por otro lado dejaba la puerta abierta a la esperanza del ser humano. Así se podía ver el famoso lienzo 'Los fusilamientos del 3 mayo' de Goya, un cuadro de unos niños judíos en un campo de concentración, un Cristo crucificado, pero también 'La Libertad guiando al pueblo' de Delacroix, y un cuadro donde aparecía Lenin. Toda esta composición se desarrolló bajo la mirada de un águila posada en una roca esperando para devorar el hígado del Prometeo joven. Tuvo una fuerte carga simbólica el momento en el que la composición de cuadros que formaban la alegórica escenografía empezó a arder en llamas.
Dori Carpintero Burgos
Raquel Burdallo Cáceres
Carmen Vélez Castuera
luis lópez, lora de estepa
Hay que resaltar la parte técnica de la función, donde el equipo de sonido hizo un trabajo muy conseguido al unir las voces del coro en una sola. Además, el texto a veces acompañado del sonido del viento, daba una sensación de desamparo entre el público sentado en el graderío. Por su parte, el diseño de vestuario destacó por representar adecuadamente el rol de cada personaje, siendo notable sobre todo los trajes del coro de los hombres que daban vida a la fuerza, la crueldad y la violencia.
La interpretación de Israel Frías, dando vida a Hermes, fue destacable en su papel de mensajero cruel de Zeus. Con una voz segura y una actuación firme convenció en su rol de personaje altivo y maquiavélico. Entre escena y escena, de vez en cuando la risa entre el gentío aparecía en momentos en que Lluís Homar soltaba alguna gracieta.
A pesar de que el público pudo encontrar en la obra un reflejo con la actualidad, fue una función que no dio de sí todo lo que pudo haber dado. Algo plana y lenta en su argumento, hizo que se alargara demasiado para contar lo mismo que ya se sabía. La sensación entre algunos de los espectadores fue que hubo tramos que ya no aportaban más información.
Asimismo, se pudo haber incidido más en la crítica social, en vez de contar una historia que a veces se convirtió en un bucle al repetir la misma idea. Quizás sobró alguna escena, como el momento en el que un grupo está esperando al barco, ya que solo hizo que la función se alargara sin contar nada nuevo.
Tras la función, José Carlos Plaza, director de la obra, agradeció a Luis García Montero porque en su larga trayectoria profesional este «ha sido el mejor texto que he tenido en mi vida», expresó emocionado. Asimismo, Plaza destacó el trabajo fundamental de los cinco miembros del coro por el gran esfuerzo para conseguir esas melodías.
En cuanto a García Montero, autor de la obra, explicó que el debate entre los dos Prometeos tiene mucho que ver con sus propias dudas y las propias discusiones que mantiene con sí mismo. ¿Hizo bien Prometeo en dar a los humanos el fuego?, se preguntó en la rueda de prensa. Para concluir que Prometeo sí que actuó bien porque la «vida merece la pena y porque la esperanza es casi un sentido común».
Lluís Homar resaltó también el trabajo del coro, ya que afirmó que han sido los que han marcado el camino de la exigencia. Además, señaló que la obra le aportó algo muy importante, y es que cuando los humanos creamos a los dioses hicimos más pequeño al ser humano y realmente, según Homar, somos los únicos capaces de lo más grande. «Está en nuestra mano y es nuestra responsabilidad y que el teatro deje un espacio para que nos pongamos de acuerdo en la esperanza y el sentido común», concluyó.
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