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Rara, extraña, espeluznante, escalofriante, inquietante, sorprendente.... Adjetivos como estos se asocian a la literatura de la argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires 1978), narradora para quien «la normalidad es lo realmente raro». Publica 'El buen mal' (Seix Barral), título que engavilla media docena de los relatos que han convertido a Schweblin en una autora de autores.
La elogian Siri Hustvedt, Enrique Vila-Matas, Pilar Adón, Lelia Guerriero y un largo etcétera. «Lo más raro es siempre lo más cierto», es la frase que abre el libro de una autora para quien la literatura «es meterse en los zapatos del otro». Cree que en su país Milei está en pie de guerra contra la cultura, «algo que no es muy inteligente».
«Quizá sea rara porque vengo de una familia de cuantos y cuentistas extraños. Mis abuelos lo eran y siempre me sentí el bicho raro y me pregunté por qué los demás querían ser normales, que es lo más raro que hay», insiste Schweblin, cuyos relatos se han traducido a cuarenta idiomas.
«Un buen libro es un corazón que late en el pecho de otro», sostiene la narradora bonaerense para quien «las emociones perturbadoras son las que merecen la pena ser escritas». Y son las que aborda en unos relatos «cuyo hilo conductor es saber qué nos pasa con la muerte en la literatura; por qué está tan presente y por qué parece no haber otra cosa». «Así que me propuse colocar la muerte al principio y ver qué pasaba si no cruzaba la línea de lo fantástico», explica risueña sobre sus cuentos.
Schweblin parte de imágenes para armar sus aterradoras ficciones. «Son las que provocan, las que ponen en marcha la escritura, pero hay algo más relevante», dice. «Estandarizamos los sentimientos, que son específicos y complejos en cada persona, y un texto literario encadena una serie de comandos para desentrañarlos», señala. «Nos mandan fuerzas invisibles, miedos, tensiones, culpa, pánico... que son los que nos hacen creer lo que somos. ¿Pero qué fuerzas colapsan a esas otras fuerzas? ¿Cuánto hay de bueno en lo malo? se pregunta la narradora, para quien «el corazón de todos está atado a esas dos preguntas».
Autora también de novelas, asegura Schweblin que «jamás» piensa en la extensión cuando escribe una historia. No cree así que el relato «sea una respuesta a la pereza del escritor». «El cuento es muy exigente; debes empezar una y otra vez, como Sísifo. Se escribe acaso en una semana, pero trabajas durante tres o cuatro meses con algo que lleva años en tu cabeza». «En todos los cuentos hay una conexión entre la cercanía y la distancia; en todos hay diálogo: a veces una conversación telefónica o un diálogo de años» explica una autora para quien «una coma puede ser una noche de insomnio». «Escribir es un ensayo mental y físico», agrega la doble finalista del Booker Prize y a quien premio Tigre Juan lanzó hace una década.
Escribe Schweblin «en porteño», pero lleva 12 años viviendo en Berlín rodeado de anglos, sajones e hispanos «que cambian mi forma de hablar y acaso de escribir». En la distancia ve con «inquietud» la situación que vive su país. «Los argentinos viven en el futuro. Lo que pasa aquí ahora empezó hace un año Argentina, donde se está librando una batalla cultural que es muy fuerte», dice aludiendo a la radical gobernanza de Javier Milei.
«Hay una cultura que trata de aniquilar a otra, pero soy optimista. Tratar de anular la cultura en un país en el que la misma cultura ha sido un lugar de resguardo y de brutal resistencia no es nada inteligente», plantea. «Hemos pasado por estos ciclos antes, muchas veces. Y como la mujer de este libro, nos volvemos a poner de pie. Depende con qué regla midas esto: si realmente estamos sucumbiendo o estamos pasando por un pésimo momento», agrega.
No cree que el peso del 'boom' latinoamericamo fuera paralizante para los auores de su generación. «Acaso lo fue para la generación de mis padres. A la mía, por contra, nos enriqueció. No teníamos que contestarles y yo me enamoré de la literatura leyendo a Gabriel García Márquez o a Bioy Casares cuyos libros se podían comprar en el súper, algo que hoy sería insólito», concede.
Unos referentes masculinos a los que Schweblin agrega ahora a autoras «que no estaba leyendo entonces y que estaban escribiendo igual o mejor que ellos». «Todas estaban ahí, y también estaban escribiendo cuento, aunque no todas eran cuentistas.
Cuentos de lo extraño, y sobre todo de lo extraño en el cuerpo. Eso estaba en mí, estaba muy presente, y hasta imaginaba que era algo mío, de loca, que solo se me ocurrió el cuerpo a mí. Y sin embargo esa tradición también existía», dijo para referirse a Silvina Ocampo, Sara Gallardo, Norah Lange, María Luisa Bombal o Elena Garro.
Ganadora del National Book Award y del premio José Donoso, sus cuentos antologados en 'Pájaros en la boca y otros cuentos' han aparecido en The New Yorker, Harper's Magazine, Granta, McSweeney's y The Paris Review. Su primera novela, 'Distancia de rescate' (2014), fue nominada al Booker Internacional, obtuvo los premios Shirley Jackson y Tournament of Books como mejor libro del año en Estados Unidos. Fue llevada al cine por la directora Claudia Llosa. Su segunda novela, 'Kentukis' (2018) fue nominada también al Booker Internacional. 'Siete casas vacías', otro volumen de cuentos, obtuvo los premios Narrativa Breve Rivera del Duero y el National Book Award en 2022.
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