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PACO AGUADO
Sábado, 7 de mayo 2016, 12:38
El simple balance estadístico de la corrida podría llevar a pensar que ayer en Jerez se vivieron grandes y emocionantes momentos de toreo y bravura, sólo que un análisis más detallado, ajeno a los números, habla de una corrida marcada por la generosidad del público en la víspera de la vuelta de José Tomás a los ruedos españoles.
Aprovechando el tirón de la gran cita de hoy, se puso el cartel de 'no hay billetes' en las taquillas y eso se reflejó en unos tendidos llenos y dispuestos a justificar su euforia con generosas peticiones de oreja, y hasta el indulto de un tercer toro, de gran nobleza y clase, pero cuya bravura no fue completa. 'Tonteras', que así se llamaba el bonito ejemplar de Zalduendo al que se perdonó la vida, fue un dechado de nobleza y clase en la muleta de López Simón, pero en varas ni empujó ni peleó con franquía, en el único y leve puyazo que tomó, lo que ya de por sí devaluó el indulto. Una vuelta al ruedo en el arrastre hubiera sido más justa y menos discutible.
La faena de López Simón fue larga, muy larga, y aunque se asentó de plantas en la arena no así de brazos y de muñecas, puesto que le faltó temple y le sobró ligereza para cuajar a 'Tonteras' al nivel que su calidad exigía. Fue ya muy avanzando el extenso trabajo, con el toro más atemperado por el esfuerzo, cuando el madrileño toreó más despacio e incluso constató la larga y entregada embestida del toro ligándole una serie de derechazos con las dos rodillas en tierra. Para entonces el público ya había comenzado a pedir el indulto con gran estruendo, hasta provocar que, siguiendo la corriente, asomara el pañuelo de color naranja por el palco presidencial. Dos orejas y rabo simbólicas paseó López Simón tras la efeméride, a la que sumó la que cortó al sexto, un cuatreño con movilidad pero sin clase al que le hizo un trasteo de más cantidad que calidad. Antes de todo eso, ya se le habían concedido, excesivamente, las dos orejas del segundo de la tarde a Alejandro Talavante, que aprovechó en tablas la nobleza de un toro rajado pero al que sujetó y enceló con suavidad en una faena, esta sí, templada y a más. El resto de la corrida no tuvo más toros con opciones, tanto el quinto, afligido y sin fuerzas, con el que Talavante abrevió, como el lote de Morante de la Puebla, que no tuvo ni raza ni clase. El torero sevillano no perdió mucho tiempo con el que abrió plaza, al que embarcó bien de capote, pero le puso más empeño al cuarto, que también se movió pero sin entrega alguna, aunque Morante le sacara más partido del esperado, sólo que tampoco generó ovaciones ni palmas por bulerías.
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