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Cuando cumples 25 años de trabajo en una empresa o una institución pueden regalarte un reloj, darte un mes de vacaciones o, incluso, ofrecerte una ... paga extra. Antonio Ferrera cumple esta temporada 25 años de alternativa y se ha regalado una encerrona con seis toros de Victorino Martín. El de Villafranco, para muchos un genio y para otros un excéntrico, es para todos y sin discusión un torero de época. Su capacidad para crear arte en las circunstancias más complicadas y ante los toros más difíciles le han convertido en uno de los pocos espadas con capacidad para casi llenar una plaza con un cartel en el que figura como único matador. Diez años después de protagonizar en Badajoz una encerrona como la de hoy, con los astados de la A Coronada, se vuelve a enfrentar a las alimañas de las Tiesas de Santa María en un reto que asombra y atemoriza a partes iguales.
Galapagueño se llamó el primero de los victorinos que salieron al redondel oliventino para que Ferrera lo probara con el capote antes de ponerlo muy largo al caballo después de haber dejado solo al picador en el ruedo. Puyazo espectacular que precedió a un breve quite para dejar otra vez colocado al animal en largo para un segundo puyazo. Costó más, pero se volvió a arrancar el cárdeno al caballo en un nuevo lance muy ovacionado por los tendidos. Buen tercio de banderillas a cargo de la primera de las tres cuadrillas actuantes. Comenzó la faena con la muleta en la mano izquierda e instrumentó tres naturales muy templados y profundos. Otra tanda más de naturales sirvió para rendir a los tendidos antes de echarse la franela a la derecha y comprobar que por ese pitón el de las Tiesas quería menos ruido. Vuelta a la zurda y con la Filarmónica de Olivenza como banda sonora, Ferrera continuó dibujando naturales que, pese a carecer de la profundidad de los primeros, siguieron llegando a los tendidos. Redujo las distancias para tratar de exprimir el pitón derecho, pero la falta de respuesta le hizo pedir el acero. Media estocada muy bien situada bastó para que el primero doblara y el de Villafranco recibiera el primer trofeo de la mañana.
Mucamo, el segundo de los grises encerrados para la matinal oliventina, irrumpió en la plaza abaluartada con un ímpetu que solo fue capaz de calmar el capote de Ferrera. Una vez más pidió el matador dejar solo al del castoreño en el ruedo y volvió a ponerlo muy largo al caballo. Impresionante galopada del astado para enfrentarse con la puya entre las dos rayas de picar. Ovación de público a la pureza de la suerte y quite por verónicas del ibicenco antes de pedir el cambio de tercio. Comprometido turno de banderillas para Valdeoro y Fernando Sánchez antes de que Ferrera se doblara con su enemigo en el tercio y este perdiera las manos. Ya en los medios, el matador probó la embestida del victorino por la derecha y pronto comprobó que su raza le hacía repetir una y otra vez con clase y ambición. Por la izquierda también repetía pero pedía otro tiempo y distancia. Se la dio el de Villafranco y le arrancó un buen par de naturales, ovacionados por el respetable. Poco a poco, el animal fue acortando su recorrido y obligó a Ferrera a acortar las distancias y volver a demostrar su maestría en el arte del arrimón. Un metisaca en el primer intento de estocada y un pinchazo hondo precedieron a un aviso y un descabello que fueron recompensados por una ovación de los tendidos.
Bárbaro se llamaba el tercero de los astados herrados con la A Coronada que salieron por la puerta de chiqueros en Olivenza. Con una preciosa capa cárdena clara, metió la cara con clase en el percal de Ferrera en el saludo capotero. Puesto en largo como sus hermanos, galopó de manera asombrosa hasta pegar con el peto del picador entre el clamor de los tendidos. Volvió a poner Ferrera desde los medios al toro y volvió a arrancarse con tanta clase y bravura que el público obligó al picador a saludar castoreño en mano. Un aseado tercio de banderillas precedió al inicio de faena del de Villafranco que tardó en ofrecerle la muleta a su enemigo, algo más andarín que sus hermanos, pero con la misma casta que ellos. Acompasó Ferrera su toreo a la embestida del animal, le dio el espacio suficiente y le arrancó dos buenas tandas de derechazos. Por la izquierda pidió otra receta el cárdeno y el matador se la prescribió en dosis más cortas. De regreso a la diestra el victorino comenzó a desarrollar el peligro que lleva en sus genes y demostró por qué todos los toreros no sirven para enfrentarse a ellos. El mayor especialista del escalafón, sin embargo, supo cómo tratarlo y volvió a salir victorioso de encuentro. Un pinchazo y una estocada bien colocada bastaron para que el de Moraleja rodara y Ferrera se llevara una nueva oreja.
Gallarete, que así se llamaba el cuarto de la mañana, topó violentamente con un burladero nada más saltar al ruedo y perdió su pitón izquierdo de raíz ante el disgusto de público y matador. La presidencia consideró que debía ser cambiado y los cabestros irrumpieron en el redondel para llevárselo, sin éxito, a los corrales por lo que tuvo que ser estoqueado por el primero de los sobresalientes, Álvaro de la Calle. El primer sobrero, de nombre Verdadero, se convirtió en el cuarto bis y, como sus hermanos, también fue puesto en largo al caballo, aunque esta vez la suerte resultó más deslucida. El incidente con el cuarto pareció enfriar la ya muy fría mañana y el tercio de banderillas tampoco dejó nada que reseñar. Con la muleta Ferrera entendió que Verdadero necesitaba un trato distinto al de sus hermanos y se fajó con él por ambos pitones, sin que faltara un derrote marca de la casa. Mejor por la izquierda que por la derecha, el de Villafranco logró sacarle varios naturales muy comprometidos. Con la diestra también se jugó el tipo el ibicenco, que no paró hasta ver doblegada por completa la voluntad de su oponente. Ferrera convirtió el valor en arte y fue recompensado por ello desde los tendidos. Una estocada entera, algo caída, sirvió para que el cárdeno rodara y el matador cortara una oreja más.
Madero tenía por nombre el quinto de la mañana, aplaudido al aparecer por la puerta de toriles por su excepcional presencia. Se empleó con clase en el capote del de Villafranco que optó por ponerlo también en largo ante el caballo para completar una increíble embestida, que a punto estuvo de dar con equino y picador en el ruedo. El público, en pie, supo recompensar la acción del varilarguero y reclamó al matador que pusiera, al menos, un par de banderillas. Ferrera accedió y colocó los dos palitroques vestidos con la bandera de Extremadura con su habitual maestría. El triunfal tercio acabó con matador y dos de sus banderilleros desmonterados y aclamados por el respetable. Brindó el de Villafranco la muerte del quinto a Jacinto Ortiz, representante de la propiedad de la plaza, y comenzó la faena de muleta cuidando las fuerzas de su enemigo. Pronto descubrió que el pitón bueno era el izquierdo y el victorino lo recompensó entregándole lo mejores naturales de la mañana, hasta ese momento. Una emocionante tercera tanda por la izquierda desató los olés en los tendidos. Acortó las distancias para tratar de aprovechar también el pitón derecho y comenzó el particular protocolo previo al indulto. Otra tanda espectacular de naturales acabó por rendir al público. Pañuelos blancos en los tendidos mientras Ferrera continuaba dando naturales sin parar hasta que el pañuelo naranja asomó en la presidencia y el ibicenco condujo a su enemigo perdonado a base de muletazos hasta toriles. Victorino, Ferrera y el mayoral, Félix majadas, compartieron vuelta al ruedo triunfal.
Después de la apoteosis ferrerista salió Hermenéutico para cerrar plaza y el de Villafranco no quiso dejar pasar la oportunidad para picar él mismo a uno de sus enemigos. Puesto en largo también, no fue, ni de lejos, el mejor puyazo de la mañana. Se quitó el mal sabor de boca con un quite por chicuelinas y volvió a compartir la suerte de banderillas con dos de sus subalternos. Un buen par, marca de la casa, encandiló al público que agradeció el gesto con una estruendosa ovación. En la muleta, el sexto mostró la raza de sus predecesores pero colaboró mucho menos en el lucimiento del matador. Aun así, si alguien es capaz de sacarle su máxima expresión a un victorino, ese es Antonio Ferrera, que siguió porfiando hasta someterlo a su muleta. Un pinchazo hondo y un descabello hicieron falta para que el último rodara y Ferrera se llevará la última ovación de la mañana.
Toros Seis astados de la ganadería de Victorino Martín sobrados de clase y bravura, con las complicaciones inherentes a su condición. Excepcional el indultado quinto, de nombre Madero.
Toreros Antonio Ferrera: oreja, ovación, oreja, oreja, dos orejas y rabo simbólicos, ovación
Plaza Cuarto festejo de abono, segunda corrida de toros, tres cuartos de entrada en mañana en la que el sol quemaba y la sobra helaba.
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