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M. Gª Garrido
Badajoz
Martes, 4 de marzo 2025, 21:39
El Cáceres pisaba este domingo un terreno inexplorado en un contexto en el que suele flaquear y por tanto se presentaba como un reto ... mayúsculo. Nunca había afrontado en el presente curso una jornada con la dura losa de dos derrotas consecutivas. Hincar la rodilla suponía más que horadar la brecha abierta por ostentar el cetro de la conferencia oeste de Segunda FEB, con varios invitados a una contienda que parecía mucho menos concurrida a priori. El resto de aspirantes han olido sangre de la yaga del coloso verdinegro y eso ha revitalizado las esperanzas de derrocarle. Pero el principal riesgo residía en convertir una afección recurrente en mal endémico y de diagnóstico mucho más preocupante. A vueltas con la dificultad para gestionar la ansiedad, los nervios y la precipitación cada vez que el luminoso arroja dividendos negativos para los extremeños, el bucle habría sido demasiado vertiginoso e intrincado.
El técnico del conjunto extremeño, Adrià Alonso, ha insistido en múltiples ocasiones que el bloqueo mental es lacerante en el juego y que su principal función, más allá de realizar ajustes tácticos para reconducir el rumbo, es terapéutica. Todos sus desvelos se dirigen a normalizar la derrota, prepararlos para combatirla con tesón y abnegado sacrificio, pero si aun así domina el tablero y tumba sus piezas, digerirla como un ingrediente más de la partida.
El parón de dos semanas obligado por las ventanas FIBA entrañaba el riesgo de que la tendencia tóxica alargara su silueta por un camino cuyo paso empezaba a torcerse. Tampoco contribuyó que la última fase de esa pausa ha estado sacudida por contratiempos físicos en algunas de sus figuras, lo cual intensificaba la presencia de incógnitas entre el grupo. Pedro García solo se ejercitó el pasado viernes en la pista, Kalinicenko llegaba entre algodones por unas molestias y Edu Gatell también estaba renqueante.
El entrenador reconocía acusar un acentuado nivel de incertidumbre que inevitablemente jalona las entrañas del plantel cacereño. Como contrapunto, trataba de mandar un mensaje de confianza y absoluto respaldo a la fortaleza de su equipo para reforzar a una tropa en horas bajas. Pero en su puesta en escena en Córdoba, el Cáceres volvió a las andadas, frío, titubeante y timorato. Eso dio vida a un rival necesitado que lejos de esperar agazapado aprovechó la alfombra que le brindaban los visitantes para ganar terreno. «Inicio de partido con poca efectividad y nos han castigado mucho a nivel de faltas», analizaba el preparador catalán.
Aunque algo aturdido en la lona por un primer golpe de nueve puntos de desventaja, los verdinegros exhibieron colmillo y calidad para voltear una situación que sonaba demasiado familiar. Se revolvieron ante el primer zarpazo con mucha virulencia para firmar un parcial de 12-29 que era puro oxígeno. «A raíz de controlar dominando el rebote defensivo hemos podido jugar con mucho ritmo hacia delante, hacía semanas que no veía al equipo correr así», se congratulaba Adrià Alonso.
La reactivación fue un hecho, pero tal y como el diferencial nutrió de energía a todo el entramado verdinegro, volvió a desconectarse tras el descanso. Sin embargo, la lección estaba aprendida y supieron transitar sobre un terreno inestable dentro de los vaivenes de un guion que no invitaba al optimismo. «Contento por saber sufrir en el tercer cuarto, saber remar y controlar el partido; creer en esos básicos que nos marcamos para hoy». Porque no fue una actuación brillante, más bien de trincheras, de capear el temporal, de entender cómo manejarse en situaciones dispares y aprovechar los recursos para decantar la balanza. «Es una victoria importante y necesaria para nosotros mentalmente», resumía.
Además, la contienda inspiró el resurgir de Erikas Kalinicenko, con registros inferiores a los que acostumbra en los tres compromisos anteriores y con menos protagonismo de cara al aro, circunstancia que notó de manera decisiva su escuadra. El lituano llegaba tras una paupérrima actuación ante el Albacete con apenas cinco puntos, errático especialmente desde el perímetro. Pero se desquitó con creces contra el Coto Córdoba y durante muchas fases sostuvo a los suyos tirando del carro para fluidificar el ataque en tramos espesos y plomizos. Comandó el 0-18 que endosaron en el segundo parcial, mantuvo en el encuentro al Cáceres en el tercero y cinco puntos en los minutos finales despejaron el camino hacia un triunfo muy sufrido (73-79). «Hemos recuperado ese ritmo que nos caracterizaba, ha sido un partido intenso, de muchos nervios y altibajos, hubo momentos en los que perdimos el ritmo, pero hemos sabido sobreponernos», resaltaba el alero de 27 años.
Firmó 23 puntos, con un 50% de efectividad desde la línea de 6,75 y muy fiable en los tiros libres (7/8). Acabó con 26 de valoración y revalorizó el trabajo de hombres como Fernando Sierra y Óscar Alvarado, ambos con 14 puntos y un esfuerzo colosal en la pintura, acumulando entre ambos 15 (6 y 9) rebotes para su equipo.
El triunfo era vital para alejar fantasmas, poner un torniquete a la hemorragia e impedir sentir el aliento de los perseguidores en el cogote. Porque el Biele no falló y doblegó a un enrachado La Salud Archena manteniendo la distancia en una victoria a favor de los extremeños.
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