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Marco A. Rodríguez
Badajoz
Lunes, 15 de mayo 2023
Es la crónica de una muerte anunciada, que acaba de dar un paso más hacia el desenlace. El Santa Teresa aprobará en breve su disolución ... poniendo fin a 25 años mágicos en los que el club pacense llegó a formar parte de la élite nacional en pleno apogeo del fútbol femenino español. La entidad, o mejor dicho los últimos rescoldos de lo que queda de ella, celebrará probablemente la semana que viene una asamblea de socios en la que, salvo improbable milagro de última hora, se aprobará su disolución. Un club abandonado a su suerte y que caminaba por el sendero de la desaparición en el inicio de esta campaña cuando un grupo de padres del equipo filial dio un paso al frente para que al menos sus hijas acabaran la temporada –en Primera Nacional ya que el primer equipo desapareció tras su último descenso– de una manera digna mientras se aguardaba la aparición de un salvador que no hizo acto de presencia.
Al menos ese objetivo sí lo han cumplido, como comenta uno de esos padres, el de Sheila, Alfonso Cerrato. Crearon una junta gestora que ha intentando torear la supervivencia de las chicas al tiempo que asistían atónitos a corroborar que la situación económica encontrada era peor de la esperada. «Estoy muy orgulloso de lo que hemos hecho porque desde el primer momento dijimos que estábamos ahí por nuestras hijas y han podido acabar la temporada con alguna ayuda de la gente y la paciencia de las jugadoras». Alfonso carga duramente contra la gestión anterior, especialmente cuando el equipo bajó de Primera a Reto Iberdrola, «y se quiso regresar corriendo a la máxima categoría haciendo fichajes tres veces más caros y que el club no se podía permitir, creando una barbaridad de deuda».
Una muerte anunciada pues de no haber sido por estos padres la disolución se hubiera producido entre diciembre y enero. En agosto ya había dimitido el penúltimo presidente Manuel Guerra, sustituyéndole Mario Acedo y su equipo, pero la crisis perduró y creció. La gestora no tiene capacidad de dar luz verde a la disolución, ya que es prerrogativa de los socios. Por eso ahora el siguiente paso es la mencionada asamblea extraordinaria de socios, en la que no se espera que alguien levante la mano y se haga cargo. Porque la situación es crítica, como confirma Alfonso, quien avanza que cuando tomaron las riendas de la entidad se les había dicho que la deuda era de unos 300.000 euros como máximo cuando el agujero es de unos 900.000. «El club es inviable. Lo hemos intentado por todos los medios, pero no se podía hacer nada. La temporada la hemos acabado ahorrando todo lo que podíamos, con viajes a las cuatro de la madrugada para no pernoctar, etc., pero es que no hay ni para darles de comer a las chicas ni para los desplazamientos cuando juegan fuera», dice.
Y para más inri, según añade, la deuda a Hacienda y a la Seguridad Social impide la llegada de cualquier tipo de subvención pública. «No hemos recibido ninguna ayuda pública y así esto es inviable». Si nadie lo remedia, será el fin de uno de los iconos del deporte extremeño en el último cuarto de siglo.
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