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El viernes, fui a la estación de autobuses de Cáceres a recoger a la dramaturga israelí Yael Karavan. Desde la estación, nos trasladamos al parking Obispo Galarza. Al bajar del coche, le expliqué que donde se levantaba el aparcamiento, antiguamente estuvo el palacio episcopal donde fue retenido un heredero del trono de Portugal tras ser secuestrado por el rey Felipe II. De allí la llevé a su hotel, el Alfonso IX, y le conté que iba a dormir en una habitación donde seguramente descansó un general nazi, fascista o franquista cuando este hotel fue requisado por el Estado Mayor de Francisco Franco en septiembre de 1936 para alojar a su equipo e invitados. Nos acercamos a continuación al Gran Teatro, pues quería visitar el escenario donde actúa este lunes. Al pasar por la antigua sede central de Caja Extremadura, nos encontramos un puesto de Vox donde sonaba el 'Y viva España' a todo volumen mientras decenas de adolescentes rodeaban el stand. Como en el teatro estaba ensayando Diana Navarro, no pudimos entrar y fuimos a dar una vuelta por la plaza Mayor, donde nos encontramos con la tuna, que, curiosamente, también entonaba el 'Y viva España' para la televisión regional. Volvimos al Gran Teatro, había acabado Diana Navarro, Yael estudió el escenario y, al salir, los de Vox habían cambiado de música: ahora cantaba El Fary la del torito bravo. Yael, prudente y observadora toda la noche, quiso entonces saber si España era así: toros, pasodobles, hoteles requisados por Franco, reyes secuestradores y adolescentes embelesados por la extrema derecha. Le dije que yo creía que no, pero que había una España enfadada que votaba con las vísceras y otra España asustada que votaba con el miedo. Y que el domingo sabríamos cómo se sustanciaba la dialéctica enfado-miedo. Ya lo sabemos.
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