Restaurante 'La Pregonera', un sueño en el corazón de las Hurdes

Un sueño hecho realidad». Así definen Manuel Romero y Susana Roncero su amado negocio 'La Pregonera'. Se trata de un restaurante ubicado en Huetre, una alquería de Casares de las Hurdes, muy cerca de la frontera con Castilla y León. De hecho, está a tan solo media hora en coche de Ciudad Rodrigo.

En este proyecto vital han volcado todos sus conocimientos y experiencia, la que han adquirido tras media vida trabajando en los fogones y, además, en el caso de Manuel, viajando por el sudeste asiático en búsqueda y captura de ingredientes y sabores nuevos.

Sin embargo, ahora han decidido apostar por lo autóctono, por productos de kilómetro cero que sitúen a las Hurdes en el plato, como por ejemplo su arroz de cabrito y hongos acabado en el horno. Cocina de mercado en un entorno privilegiado. Para el nombre se han inspirado en el pico que se encuentra en esa zona, llamado también la Pregonera.

Abrió hace un par de meses y cuenta con una cafetería, un par de salones y una espectacular terraza, apodada 'el balconcito de las Hurdes', con vistas al meandro de la Bota. De la comarca es Susana, quien dirige actualmente la sala, mientras Manuel se mueve como pez en el agua entre los fogones, a pesar de que ambos son cocineros y han elaborado la carta conjuntamente.

«Soy un druida de los caldos», confiesa él, quien asegura que los fondos y las demi-glaces son las bases de su cocina. «Después de 22 años trabajando para los demás, te cansas, porque lo malo es para ti y lo bueno para el jefe. Así que teníamos ganas locas de hacer las cosas a nuestra manera», indica este chef procedente de Castuera, algo que también representa en sus platos, todos de creación propia. Como por ejemplo el atún rojo marinado con ceviche de granada, las croquetas «que tanto sudor me costó a aprender a hacer perfectas» o las verduras en tempura, una técnica que Manuel perfeccionó en Japón. Además, todas sus carnes (entrecot de ternera, cabrito hurdano y pluma de cerdo ibérico) están asadas a las brasas, al igual que los pescados.

En definitiva, un proyecto romántico, bonito y con todo el protagonismo en el producto. «En vez de un restaurante de alta cocina, yo lo llamo de alta materia prima», bromea Manuel, quien asegura que como ya está todo inventado, su apuesta es por la calidad.

Durante los fines de semana tienen la cocina abierta del mediodía hasta la noche. Y si en verano es un gusto disfrutar de las vistas de su terraza, en invierno cuentan con una chimenea que hará la sobremesa más agradable todavía.

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