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melchor sáiz-pardo
Jueves, 23 de julio 2015, 00:29
El Gobierno fía todo a una carta, el mismo as que sirvió para salir con éxito de la captura del atunero vasco Alakrana en Somalia o del secuestro de los periodistas Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova por el Estado Islámico. El grupo de negociadores del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) se encargará en «exclusiva y sin interferencias» de las gestiones para tratar de liberar a los reporteros Ángel Sastre, Antonio Pampliega y José Manuel López, capturados entre el 12 y el 13 de julio en la parte vieja de la ciudad de Alepo mientras viajaban en compañía de su guía y traductor, el sirio Usama Ajjan.
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Los servicios de inteligencia del Estado, siempre herméticos, lo son aun más si cabe en este asunto, como ya lo fueron cuando gestionaron la liberación del barco vasco en diciembre de 2009 o la puesta en libertad en marzo de 2014 del periodista de El Mundo y del fotógrafo catalán tras 194 días en manos del Estado Islámico.
De los pocos datos que han transcendido es que desde hace ya días miembros y colaboradores del CNI se encuentran en Turquía y en la frontera con Siria con una primera misión prioritaria: saber exactamente cuál de la amalgama de grupos que operan en Alepo fue el responsables de la captura de la expedición española en la zona de Al Maadi, en la parte vieja de la ciudad.
Y no es misión fácil, según reconocen fuentes cercanas al operativo. La situación en Alepo es la más enrevesada de toda la guerra en Siria. En la ciudad confluyen tres bandos. Por un lado, las tropas del régimen de Bashar al-Asad. Por otro, los terroristas del Estado Islámico situados en las afueras. Y por último, el Frente de la Conquista, una galaxia de grupúsculos rebeldes a las tropas de Damasco, en el que abundan las facciones yihadistas y del que forman parte las brigadas del Frente Jabhat al-Nusra, la franquicia siria de Al-Qaida.
Los servicios de seguridad del Estado, que cuentan con la colaboración de los espías en la zona de países aliados como Francia, Reino Unido y Estados Unidos, ya han confirmado que Sastre, Pampliega y López viajaban como empotrados en un grupo de este Frente de la Conquista. Es más, entre 2012 y 2014 los periodistas se habían movido por las calles de Alepo protegidos por uno de estos grupos rebeldes surgidos al calor de la frustrada primavera árabe, con el que tenía contacto Usama Ajjan, que hacía las funciones de fixer, una suerte de salvoconducto humano para pasar los controles basándose en sus relaciones personales y el pago de comisiones.
Por ahora, no ha habido ninguna reivindicación del secuestro ni petición de rescate, aseguran responsables del Gobierno. A falta de otras pistas, la tesis que apunta el Ejecutivo es que la furgoneta en la que viajaban los españoles y su fixer fue interceptada por una facción aliada al grupo rebelde en el que estaban empotrados los españoles.
¿Rescate?
En esa parte de la ciudad vieja de Alepo n hay presencia del Estado Islámico. Pero la facción aliada, matizan fuentes del caso, no quiere decir que ese grupo desconocido, en el que al parecer hay activistas extranjeros y por tanto yihadistas, no tenga intención de hacer negocio con sus rehenes occidentales, bien pidiendo un rescate a las autoridades españolas, bien directamente vendiéndolos al mejor postor, ya sea un grupo cercano o, incluso, a un bando enemigo como podría ser el Estado Islámico, el más rico de los frentes en la zona.
Esta posibilidad de que los tres reporteros puedan acabar en manos del autodenominado Califato es, con mucho, el escenario que más preocupa a los negociadores del CNI, que saben que la prioridad del Estado Islámico no es hacer negocio con los occidentales sino usar su cautiverio como arma de chantaje o propaganda. Aun así, los negociadores de los servicios de inteligencia consiguieron sacar sanos y salvos Espinosa y García Vilanova del cautiverio de los hombres de Abu Bakr al-Baghdadi.
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