La Academia de Jurisprudencia extremeña: una necesidad
No nos faltan condiciones y medios para servir de motor a nuestro desarrollo y mejora de la calidad de vida; tenemos nuestros campos, nuestras infraestructuras y, sobre todo, tenemos nuestra gente
Wenceslao Francisco Olea Godoy
Sábado, 26 de octubre 2019, 00:33
La celebración en Badajoz, el pasado día 15 de octubre del acto de recepción e investidura del Excmo. Sr. don Enrique Sánchez de León como académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (RAJYLEX), constituye un importante hito cultural en la comunidad autónoma que debe ser destacado.
Sorprende la entereza física e intelectual del nuevo académico que, con más de ocho décadas en su haber y con síntomas de un ligero contratiempo de salud, se esforzó en una brillante exposición de su discurso, confiado a la memoria, con solo fugaces miradas a sus notas, resaltando su elocuencia pero sin excluir guiños de cercanía al auditorio.
No puede negarse que el mismo título de su discurso ('La Responsabilidad Moral por Ingesta de Medicamento Defectuoso') no despertaba especial interés. El tema ha sido reiteradamente tratado en el ámbito jurídico en las últimas décadas y con tan pocas y lentas aportaciones que siempre parecen repetirse las mismas ideas. No fue el caso, el nuevo académico hizo un examen sumamente peculiar y de actualidad, fruto del ejercicio de la curia. Se sumó su extremeñismo del que dejó constancia.
Con esa ceremonia la Academia echaba a andar y salía de su escondida fase de génesis, merced a la tenaz ilusión y esfuerzo de un grupo de profesionales extremeños, con su presidente a la cabeza, don Francisco de La Moneda Díaz que, contra vientos de desaliento, del que no estamos faltos en la tierra, han logrado dar vida a un apasionante proyecto.
Las Academias como institución han tenido una decisiva importancia ya desde la cultura helena y, particularmente, en los últimos siglos. Avances sociales, culturales, morales o artísticos han tenido la cuna en esas instituciones, creadas para aportar a los ciudadanos las ideas esenciales capaces de generar revoluciones y avances decisivos en unas sociedades que pretende cubrirse cada día con mayor bienestar. Las caracterizan las aportaciones de profesionales de los más diversos ámbitos del saber. Pero no son, en sí mismas, centros de conocimiento, sino depuración del saber ya adquirido para hacerlos llegar a la sociedad. No en vano decía Voltaire que «las Academias son a las Universidades lo que la edad madura es a la infancia».
Debe vincularse el acto a la propia circunstancia de Extremadura. No puede cegarnos la complacencia, que tiene fácil aceptación. Algo no hemos hecho bien los extremeños como sociedad. Venimos de un siglo XIX en que personalizamos los más nefastos tópicos de esa convulsa centuria; del que pasamos a un siglo XX en el que, no sin penas y heridas de difícil cicatrización, se nos dio, en ocasiones nos proporcionamos, infraestructuras y servicios que transformaron nuestras ciudades, nuestros campos pasaron del viejo y estival color 'pardo' de la tierra a extensas superficies verdes y fértiles; y acercamos el saber a nuestra sociedad con las Universidades –de la Nacional a Distancia mucho se debe al nuevo académico–; pero, sobre todo, porque nos dotamos de un autogobierno que permitió que las decisiones se adoptaran en la región y para su gente.
No nos faltan condiciones y medios para servir de motor a nuestro desarrollo y mejora de la calidad de vida; tenemos nuestros campos –quizás demasiado frustrado con preciosismos conservacionistas–, nuestras infraestructuras y, sobre todo, tenemos nuestra gente, que ha sabido superar dificultades y hacer prosperar sociedades tan diversas como en el ya lejano Nuevo Mundo, hasta la próspera Europa o zonas industrializadas de este mismo país donde acudieron nuestros emigrantes. Hemos sabido asimilar la formación cultural que se ha ofrecido, dejando constancia de que los profesionales formados en la región que asumen puestos de responsabilidad en los más variados niveles, dentro y fuera, han dejado de ser la excepción.
Pero la cultura ha de enraizar en la sociedad. Necesitamos en Extremadura ese enraizamiento, como inspiración de nuestro cotidiano desarrollo, para tratar de alcanzar los niveles de bienestar que merecemos. Esa función es más relevante en el ámbito jurídico; nuestro Derecho, porque auténtico Derecho es, está huérfano de un desarrollo crítico que permita sentar las bases para su más ajustada vinculación a la realidad. Esa ausencia, entre otros efectos, deja a nuestro legislador autonómico huérfano a la hora de legislar y sin luces a nuestra curia para la defensa de los derechos de los ciudadanos. No basta con conocer nuestro Derecho, instituciones hay que tienen ese cometido, es necesario acercar ese Derecho a los distintos sectores que han de aplicarlo. Esa es la finalidad de esta Academia, de ahí su relevancia
Pero la primera necesidad que tiene la Academia, y no solo la de Jurisprudencia, es la de establecer un marco normativo que las hagan reales. Ha de procederse, sin demora, a la promulgación de una Ley de Academias en Extremadura, al igual que ya existe en otras comunidades (algunas con sólo 7 artículos), que le confieran un marco jurídico para los fines sociales que están llamadas a prestar.
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