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Algunos no tenían veinte años y ya se jugaban sus guardias a los chinos. «Nos prestábamos voluntarios. Teníamos muchas ganas de aprender», sin miedo a ... cualquier urgencia. Así describen sus comienzos los primeros enfermeros masculinos titulados en Extremadura.
Sucedieron a los antiguos practicantes y ejercieron bajo las siglas de ATS (ayudante técnico sanitario). Este año se cumple medio siglo de aquella promoción que aprendió a sondar y a poner vendajes o vías en el Hospital Provincial de San Sebastián de Badajoz. Dilatada trayectoria que festejaron hace unas semanas con una comida en la capital pacense.
La Diputación de Badajoz patrocinó aquella extinta escuela de Enfermería que dependía de la Universidad de Sevilla cuando aquí aún no había nacido la Facultad de Medicina. Los profesores eran médicos y practicantes del Provincial; y desde el principio les permitieron estrenarse con fuego real. En cada sala había hasta quince pacientes, con una monja enfermera a cargo.
«Confiaron totalmente en nosotros. Eran tan buenos profesionales que nos ayudaron muchísimo. Pudimos hacer prácticas los tres años; y al terminar todos teníamos trabajo».
Son palabras de Juan José Jiménez, que después se especializaría en Fisioterapia, y fue presidente de su colegio profesional en la región durante dos décadas, tras crear con su compañero Jesús Ramos el primer centro de rehabilitación extremeño.
Cuatro de los antiguos alumnos de los 26 que componían aquella orla de enfermeros de la promoción 1971/1974 se reunieron para HOY en el Hospital Provincial. En la charla rememoran las enseñanzas de sus profesores: Juan Luis Hernández de la Rosa, en Cirugía; José Antonio Encinas, profesor de Microbiología; Chito Vázquez en Urología; el otorrino Leopoldo Elvira; el internista Luis López Santamaría; o los practicantes José María Rodríguez Tejada y Manolo Terrón.
Juan José Jiménez
Enfermero, fisioterapeuta y exprofesor de la UEx
José Chacón
Enfermero y médico oftalmólogo
Jesús Ramos
Enfermero y fisioterapeuta
Antonio Jesús Rodríguez Marcos
Enfermero
De sus primeros pinitos con las batas blancas guardan un amplio anecdotario, del que dejan constancia en el libro de recuerdos que elaboran entre todos. «Estuve sin dormir unos cuantos días después de ver la primera amputación. Me impresionó mucho», cuenta José Chacón, el enfermero nacido en Villagarcía de la Torre que después se licenció en Medicina y se especializó en Oftalmología. «Las matronas nos dejaban asistir a los partos. Nos pegábamos a ellas en las prácticas de ginecología y, a los pocos días, estábamos atendiendo nacimientos», añade Antonio Jesús Rodríguez.
Estos extremeños llegaron en los setenta a una profesión muy feminizada. «Fuimos muy bien recibidos, tanto por el personal sanitario como por los pacientes. Al vernos, algunos pensaban que éramos médicos».
Juan José Jiménez da cuenta de cómo ha cambiado la formación en cinco décadas. Además de sanitario, ha sido profesor de Fisioterapia en la Universidad de Extremadura más de veinte años. «Las prácticas de ahora no tienen nada que ver. Empiezan por el laboratorio».
El padre de Antonio Jesús RodríguezMarcos era practicante y jefe de estudios en el Provincial, y le tocó aplicar rápido sus enseñanzas. «El primer día que estuve en medicina interna me dijo que cogiera una vía con una aguja de 8,40. No sabía qué cara poner». «Entrábamos en quirófano de instrumentistas. Aprendías todo tipo de intervenciones,...», recuerda Jesús Ramos.
Juan José Jiménez afirma rotundo que ellos han «sido parte de la transformación de la sanidad extremeña». Coinciden además al señalar el profundo proceso de especialización de la profesión, la mejora de las condiciones salariales, una mayor consideración hacia la labor que desempeñan y creciente asunción de puestos de responsabilidad en los centros sanitarios. Sin embargo, reconocen que en la actualidad la presión hospitalaria es mucho mayor que en décadas atrás.
A algunos de estos profesionales les tocó lidiar con la pandemia de covid en primera fila. Un desafío sanitario que se salvó con «muchas limitaciones» y en el que «murieron muchos profesionales». Pero no ha sido esta la única crisis sanitaria grave que han enfrentado. «Hemos vivido el sida, atendimos a los afectados por el aceite de colza o la intoxicación por el vino del Raposo», enumera Ramos.
«Aquella fue una situación parecida a la pandemia, con ingresos, ingresos y más ingresos... Estaban graves y no sabíamos de dónde venían todas esas polineuropatías, hasta que se descubrió que era el arsénico que había contaminado el vino» en la bodega. Reconoce el oftalmólogo José Chacón que para él esta fue la crisis de salud más grave de su carrera. «Murió mucha gente», apostilla Jiménez.
Con el sida los primeros pacientes fueron los presos. Cuenta Antonio Jesús Rodríguez que «llegaban con la policía, teníamos que meternos en una sala independiente, y no teníamos los medios suficientes para curar las heridas». «Estuve en turno de noche durante nueve años en Medicina Interna, en infecciosos. Me comí todo el pastel. Me hice amigo de un paciente de sida, y le llevaba el café y la medicación a las seis de la mañana. A veces, por coger bien la vía, por una buena praxis, me quitaba el guante. Me la jugaba».
Otro momento crítico se vivió en 1997. «Junto a los militares, tuvimos que montar las camas en el Hospital Perpetuo Socorro, que estaba vacío. Se pueden imaginar las penurias que hemos tenido que pasar. Fue muy traumático», indica Jesús Ramos.
En mitad de vivencias no siempre gratas, el grupo fue forjando una robusta amistad que perdura hasta nuestros días. En sus encuentros anuales en distintos puntos de la región reviven sus mejores momentos, como los «coqueteos con las 'chicas de la Cruz Roja'», las primeras enfermeras extremeñas, que se formaron internas en lo que luego sería la Clínica los Naranjos de Badajoz. «De allí salieron algunos matrimonios», afirma jocoso José Chacón. Y por supuesto tienen siempre muy presentes a los once compañeros fallecidos.
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