Gonzalo Bigeriego es de Badajoz y habla sereno, desde su casa de Guayaquil, mientras prepara un arroz con maíz, plátano macho y camarón frito. Vive en Ecuador, un país en plena zozobra desde esta semana por la lucha que mantiene el Gobierno con las narcomafias, ... lo que ha llevado a decretar un estado de excepción hasta que policías y militares retomen el control, lo cual incluye recuperar seis cárceles que ahora mismo están en manos de los delincuentes.
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Este pacense no es de los que ha corrido a la desesperada a vaciar las estanterías de los supermercados, como ha sucedido días atrás ante los temores de desabastecimiento. En su caso ha conseguido llenar su despensa llamando a los supermercados para que le traigan los alimentos a casa, con cierto retraso, eso sí, y algunas carencias – «ahora mismo no hay huevos ni espinacas», dice–, ya que salir a la calle actualmente es una actividad de riesgo. Apenas se ven coches por las calles, hay carreteras cortadas y las clases se imparten de manera virtual por los ataques que están sufriendo cualquier institución asociada al Estado.
De hecho, Gonzalo y su mujer están teletrabajando desde casa, situada en la ciudad más poblada de Ecuador (2,6 millones) y donde están ocurriendo los disturbios más graves, incluido el asalto en directo a un plató ubicado en esa ciudad que acabó con varios heridos y que fue retransmitido por la televisión pública, que hasta ayer jueves no retomó sus emisiones.
«Yo estaba regresando el martes a la oficina cuando mi mujer me llamó para comentarme lo de la televisión y hasta le dije que podía ser un montaje para crear terror en la población. El caso es que ese día estuvimos 4 o 5 horas encerrados en la oficina hasta poder salir porque así nos lo recomendó la policía», ha relatado hace unas horas a este diario en conversación telefónica.
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J. López-Lago
Gonzalo Bigeriego estudió en el colegio de Las Josefinas de Badajoz, con 17 años se fue a estudiar a Sevilla y de ahí se marchó a Madrid, donde conoció a una ecuatoriana, lo que le llevó a instalarse en esta ciudad de Ecuador con salida al Pacífico. Tiene 36 años y vive allí desde hace siete.
«Estudiando una maestría en Madrid de Ingeniería Ambiental conocí a una guayaquileña, nos hicimos pareja, llegó un momento en que queríamos tener una familia y teníamos dos opciones, Badajoz o Guayaquil porque Madrid no nos gustaba, así que y a nivel laboral elegimos Guayaquil porque hay más oportunidades. Quito es la capital, pero Guayaquil tiene la industria más fuerte por su acceso al mar y su desarrollo es mayor», relata este extremeño afincado en Ecuador, padre de dos hijas de tres y un año y que asiste estos días a un país en ebullición con una violencia desatada en las calles de las principales ciudades.
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«A alguien que venga de golpe le sorprenderá un poco más. Pero yo llegué hace ya siete años y lo primero que me encontré fue un choque de desigualdad mucho grande que en España. Aquí hay mucha clase baja y poca clase media. Sientes que hay más pobreza y más inseguridad en los barrios, pero la verdad es que cuando llegué no era como ahora. El peligro se incrementó bastante después de la pandemia. Muchas cosas ocurrían en las cárceles, donde había matanzas y ahí empecé a sentir miedo de verdad. Había vídeos donde se cortaban las cabezas entre ellos y salían cosas verdaderamente salvajes. Al final, fui interiorizando la sociedad en la que vivía y me di cuenta de que hay mucho narcotráfico que llega a escalas políticas e institucionales. Ocurre en más sitios de Latinoamérica, donde existen los narcoestados porque la droga mueve mucho dinero, por eso hay tantos sobornos. Si en España hay corrupción aquí está multiplicada por diez», describe el pacense Gonzalo Bigeriego desde el país andino.
En cuanto empezó a relacionarse, aparecieron las primeras historias relacionadas con la inseguridad, que en estos días ha llegado a sus cotas más altas. «Ya sabía de conocidos que los habían asaltado, pero por suerte no tengo ninguno que lo hayan matado, solo asaltado. Ahora la diferencia es de hace un año es que a alguno lo han secuestrado y han tenido que pagar alguna fianza para que los delincuentes los liberaran».
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Su análisis es que cuando en 2021 entró a gobernar el anterior presidente, Guillermo Lasso, quiso hacer cambios «y todo se revolvió mucho». «Ahora –prosigue– Noboa quiere fortalecer las fuerzas armadas para dar más seguridad al país y sus medidas no le gustan a los narcotraficantes. Usó el estado de excepción y al día siguiente todo se revolvió. Fue cuando asaltaron la televisión, hubo bombas en algunos sitios y vídeos desde las cárceles como si hubiera una guerra interna en el país».
En su corta experiencia en Ecuador, este extremeño afirma que nunca se había llegado al actual punto de tensión. «Hace unos años hubo unas revueltas indígenas, que no son mayoritarios en Ecuador, pero en cualquier caso no son tan violentos ni están armados como los narcos, que tienen metralletas y hasta granadas».
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En el caso de Ecuador la población civil no lleva armas por la calle ni las tiene en casa, salvo casos puntuales que Bigeriego equipara a España.
Para él su seguridad se basa en cierto instinto y experiencia. «Yo ya sé por dónde me puedo mover y a qué horas debo salir, uno va aprendiendo con el tiempo», dice. Con todo, reconoce a este diario que su familia está muy preocupada estos días, igual que sus amigos, a quienes les va contando a diario cómo están las cosas en este país andino.
Que la espiral de violencia llegue a solucionarse algún día no lo ve sencillo. «Es un tema muy complejo. Para mí hace falta una mayor educación y ser más rígidos y rigurosos a nivel institucional, así que de repente no creo que cambie drásticamente la situación. Ya que vives aquí tienes que acostumbrarte», expone este ingeniero extremeño que no pronuncia la palabra «miedo» en ningún momento, pero que tampoco descarta regresar a España si la situación en Ecuador se tornara «súper crítica». De hecho, ya conoce gente «con dinero y sin dinero» que se está yendo del país, si bien él espera que el presidente actual Daniel Noboa, que llegó al poder en noviembre, mejore la situación del país.
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