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Se acerca mayo, que no será para todos florido y hermoso, pero que servirá de pasarela a relativistas y oportunistas, que sí son casi todos. Este año, además de la luz, subirá el precio de las gomas de borrar, porque muchos se empeñarán en decir que no dijeron, que se les interpretó mal, que sus palabras se han sacado de contexto y, a la fuerza ahorcan, los veremos abrazarse a Vox como borracho a farola. Otros recompondrán la figura, Gene Kelly del momento que gira bajo el paraguas, cantando bajo la lluvia. Pero al final «el pragmatismo», ese abracadabra banal que sirve para justificarlo todo, se impondrá porque «es democrático respetar el veredicto de las urnas y lo importante es la gobernanza de los pueblos». O sea, bla, bla, bla.
Los extraños compañeros de cama que se dan en política no son novedad en Extremadura, donde hemos visto gobernar al PP con el permiso y la aquiescencia de tres diputados de IU, que demostraron, por «pragmatismo» y apoyados en la democracia interna de sus bases, tener más tragaderas que el Puente de Alcántara. Mientras tanto, el PSOE se sentía malquerido, tras haberles ofrecido su cuerpo virginal, porque después de tantos años de mando en plaza creían tener escriturada la propiedad y resultaba penoso representar su particular «rendición de Breda». Como doña Susana, a la que sostuvo C´s, con la oposición de la extrema izquierda de Podemos y PP, unidos en un «no» indeleble durante toda la legislatura.
Ciudadanos apoyó a Pedro Sánchez en su moción de censura contra Rajoy, mientras que Podemos, oponiéndose a la misma, garantizaba al PP la continuidad porque, a la hora de la verdad, prefirieron antes a la esfinge parpadeante que el vacío crepuscular de ZP2. Eso sí, sin dejar de enarbolar los postulados de una revolución roja, diametralmente opuestos a los del PP. Tan opuestos como los de Syriza y el Amanecer Dorado griegos, que ya saben echarle, al alimón, una firma al brasero. Lo que veremos en unos meses es tan viejo que Bugs Bunny lo adelantó, más como afirmación que como pregunta: «¿Qué hay de nuevo, viejo?». Todos se casarán con todos «por la democracia y pensando exclusivamente en nuestro bienestar».
Qué graciosos los aspavientos contra los «trifachitas» andaluces, unidos para derruir las almenas del sultanato, mientras se bendicen y santifican uniones con golpistas, separatistas y filo terroristas de ayer. ¡Tela! Malditos sean unos acuerdos, aparentemente naturales, y benditos los que sirven de coartada para olvidar un pasado de trinque y sangre. ¡Tela! Otegui un hombre de paz, Puigdemont un honorable al que hay que entender y posiblemente «reponer», y Torra un beatífico dialogante que pide educadamente la independencia «por güevos». ¡Tela! ¿Qué hay de malo, si tenemos en cuenta el hecho diferencial que anida en una Cataluña muy superior a todos los demás? Aceptémoslo, también «por güevos»: son más guapos. Y como París bien vale una misa, demos diezmos y primicias al golpismo catalán a cambio de un respiro presupuestario para un ZP2, dispuesto a seguir comprando con lo nuestro, porque para él no hay extremos. Una pregunta tonta: ¿Rechazaría ZP2 los votos de Vox para poder seguir? ¡Ja!
Moreno Bonilla lo ha adelantado: «Sin cordón sanitario». Mayo a la vuelta de la esquina será una agencia matrimonial donde los perros se casan con longanizas y los salmones con anzuelos. Y todo por nuestro bien, de qué nos podremos quejar. Por los siglos de los siglos, amén.
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