
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Está considerado el juicio del siglo XIX de Extremadura. Se celebró la segunda quincena de octubre de 1888 en Plasencia, en el Palacio Carvajal Girón ... que ahora es un hotel de cuatro estrellas. Allí declararon 280 testigos sobre si un hombre que fue bautizado con el sobrenombre del 'muerto resucitado', era o no era Eustaquio Campo, el heredero de una de las fortunas más importantes de Plasencia que se aseguraba que había muerto en un manicomio seis años antes. El caso entusiasmo al erudito Vicente Paredes Guillén (Gargüera, 1840–Plasencia, 1916), que en el año del juicio escribió la publicación: 'Cronicón de la causa del muerto resucitado y guía de su vista pública, con la biografía de los protagonistas, la lista alfabética de los testigos de cargo, descargo y concepto según el que han declarado'. También entusiasmo al escritor Víctor Chamorro (Monroy, 1939–Plasencia, 2022) que en 1984 escribió el libro 'El muerto resucitado'.
Para no perderse en el que Miguel Muñoz de San Pedro, el Conde de Canilleros, llamó «el gran folletín extremeño del siglo XIX», hay que estar atento a las fechas y a los nombres.
El protagonista principal es Eustaquio Campo Barrado, el hijo único del adinerado matrimonio formado por Rafael Eusebio García Campo y Ayala y María Clotilde Barrado, que residían en Plasencia.
En 1852, cuando Eustaquio tenía 12 años, ocurre un auténtico drama familiar. Su madre se suicida tirándose al río Jerte, en la zona de la ermita y puente de San Lázaro. Se asegura que se quitó la vida al tener deformada la cara por la viruela. Una criada iba con ella; le mandó a hacer un recado, quedando sola junto al río, y cuando la criada volvió solo encontró un zapatilla de ella en el pretil del puente. El cadáver no apareció, lo que ayudó a que algunos especularan que su marido se deshizo de ella de alguna manera.
En 1863 el viudo, que tenía 53 años, se casa con una posadera llamada Francisca Belloso, que tenía la misma edad que Eustaquio: 23 años.
Eustaquio estaba estudiando Derecho en Madrid y da muestras de tener problemas mentales. Su padre le trae a Plasencia y el hijo se vuelve intratable, llevándose mal con su madrastra. Llega a hacer una hoguera en el patio del caserón de la familia, en la calle del Rey, y se tira al fuego quemándose un brazo. Se enfrenta al padre, que decide ingresarle en el manicomio de San Baudilio de Llobregat (Barcelona). Fue en 1865, cuando el joven tenía 26 años.
Nueve años después, en 1874, muere el padre, dejando una herencia valorada en cerca de 600.000 pesetas de entonces para su hijo cuando recobrara la razón, siendo su segunda esposa usufructuaria.
A los dos años de estar viuda, en 1876, Francisca se casa con el abogado y político conservador Felipe Díaz de la Cruz.
En 1882 llega la noticia a Plasencia, de que el rico heredero se había muerto en el manicomio. Tenía 43 años.
Tres años después, en 1885, quien muere es la madrastra. La herencia pasa a manos de su marido, del abogado Felipe Díaz, que no está mucho tiempo tranquilo, ya que al año siguiente aparece en Plasencia un hombre del que aseguran que es el heredero Eustaquio al que se tenía por muerto.
Vino a Plasencia gracias a una joven de 28 años llamada Concha Somera Alonso. Concha era natural de Béjar pero se crío en Plasencia, conocía la historia de Eustaquio y cuando ingresó por problemas mentales en el mismo manicomio en el que supuestamente había muerto Eustaquio, se encontró con un hombre que no sabía bien quién era, que igual que Eustaquio era cojo, tenía estrabismo en un ojo y un brazo quemado, al igual que el heredero de cuando se tiró a la hoguera. Cuando Concha se curó y volvió a Plasencia se lo dijo a los familiares del padre de Eustaquio. Fueron a verle y se convencieron de que era él.
Felipe Díaz, el que se había quedado con la herencia, denunció al 'muerto resucitado' pidiendo que fuera condenado a 11 años de cárcel por usurpar la identidad del fallecido. Ese fue el juicio al que acudieron numerosos periodistas, porque los placentinos estaban revolucionados manifestándose por las calles exigiendo que Díaz devolviera la herencia. Hubo 129 personas que testificaron que el 'muerto resucitado' era Eustaquio. Hubo estudios grafológicos, se comparó la cara del acusado con fotos del heredero. Se dijo que a los dos les faltaba la misma falange de un pulgar, y que tenían el mismo diente montando sobre otro. Se caldeó tanto el ambiente que una turba rodeó a un testigo que había venido a declarar en contra del procesado. Intervino la Guardia Civil, hubo disparos y murió un vecino llamado Jaime Sagrera. Al final el tribunal decidió absolver al 'muerto resucitado', pero no reconoció que fuera Eustaquio. Esperando la herencia se murió el 30 de octubre de 1896. Fue enterrado en Plasencia.
Algunos dijeron que todo había sido un gran montaje de la supuesta estafadora Concha Somera, que luego sería acusada de un asesinato; ...pero eso ya lo verán los lectores en otra 'Crónica Negra en Extremadura'.
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