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Una ventana enrejada fue protagonista en el crimen. HOY
A su novia la vieron hablar de quereres por la ventana
Crónica Negra en Extremadura

A su novia la vieron hablar de quereres por la ventana

En Zafra en 1906 un mozo se enteró de que su novia había hablado por la ventana con otro joven y los celos acabaron en una sangrienta tragedia

Sábado, 22 de marzo 2025, 07:57

Él pasaba los días haciendo surcos junto a la mula, ella estaba en el pueblo tras la ventana con su costura». Así empieza una canción de los años 70 que ha popularizado Raya Real en su popurrí Bamboleo. La historia cuenta que el agricultor trabajaba duro para ir a hablar con su novia tras la reja por las noches, pero un día no la encontró allí. El eco de la noche le cuenta en la letra que ha visto a su novia hablar de quereres en esa misma ventana, pero con otro mozo que tiene más dinero. El romance 'La novia del campesino' acaba con un corazón roto, pero en la vida real fue un crimen sangriento.

Ocurrió en Zafra en 1906. Había una pareja en el pueblo muy parecida a la de la canción. Él, Agustín, era agricultor, un hombre humilde. Ella, Paulina, era una moza guapa y agradable, natural de Burguillos pero afincada en Zafra porque trabajaba como sirvienta en una de las casas más ricas de la localidad extremeña.

Por las noches Paulina se asomaba a una ventana enrejada junto a la puerta principal de la casona porque vivía interna en la mansión. Allí hablaba con Agustín cuando este volvía de trabajar. Así pasaron 22 meses, los de un noviazgo que en el pueblo daban por supuesto que acabaría en boda.

A principios de 1906, sin embargo, Paulina se acercó un día a su novio y le comunicó que terminaban su relación. Le contó a sus conocidos que él tenía mucho carácter y era algo pendenciero.

Agustín no se conformó con la ruptura y comenzó a acosar a su ya exnovia. Se acercaba a la misma reja en la que antes hablaban de amor y susurraba amenazas de muerte. Otro día esperó a la joven a la salida de misa y la agarró con fuerza del brazo, tuvieron que separarlos Le pidió varias veces a Paulina recuperar su noviazgo y, como ella se negó, escribió una carta a sus hermanas criticando la actitud de Paulina, asegurando a su familia que se estaba ganando mala fama en Zafra.

Ese Viernes Santo

La situación ya era tensa y empeoró en el mes de mayo. Entonces Agustín se enteró de que en el pueblo se bromeaba con que Paulina había hablado con otro mozo el pasado Viernes Santo, entre las once y las tres de la mañana, a través de la reja de la ventana habitual.

Fue después de este encuentro de cuatro horas cuando la joven dejó la ventana vacía cuando fue a verla su novio y finalmente lo abandonó. En cuanto al pretendiente, no era, como en la canción, un «mozo con dinero». También era agricultor, de un pueblo cercano, pero más joven y más apuesto que Agustín.

El descubrimiento provocó una nueva carta de Agustín a la familia de Paulina, en este caso dando un ultimátum para que se disculpase y retomase la relación. En caso contrario, la amenazaba de muerte.

Cumplió su promesa el 6 de mayo de 1906. Antes de las cinco de la mañana se presentó frente a la casa en la que servía su exnovia. Escondido tras una esquina lo vieron varios vecinos. Una de las sirvientas abrió la puerta del caserón a las seis de la mañana. Poco después, y a través de la famosa ventana, Agustín vio como Paulina limpiaba el interior de la vivienda. Esperó.

Minutos después la joven abrió la puerta para barrer la entrada. Antes le pidió a una compañera de trabajo que se asomase por si estaba su exnovio, le tenía miedo. La otra limpiadora lo hizo, pero no vio a Agustín, que se escondió a tiempo. Por tanto Paulina salió con su escoba y con tranquilidad.

Agustín la sorprendió, la agarró del pelo con la mano izquierda y le dio varios golpes con la derecha. Luego sacó un cuchillo grande de cocina que llevaba escondido en la chaqueta. Primero la apuñaló en el cuello hasta prácticamente decapitarla, pero siguió acuchillándola produciéndole heridas en la cara, los brazos y el abdomen. Murió en el acto, a solo unos metros de donde comenzó el ataque, en pleno zaguán de la casa.

Los vecinos destacaron con tristeza que Paulina se había negado a dejar pasar a su novio a la casa muchas veces, que se mantenía hablando en la reja como era costumbre de las mozas decentes, pero que al final Agustín logró entrar con ella en la vivienda, aunque cuando la mujer ya estaba agonizando.

El juicio

El juicio tuvo lugar poco después. El Fiscal pidió la pena de muerte por asesinato con alevosía y premeditación. La defensa se presentó en el proceso sin poder negar los hechos, pero alegando que fue un arrebato.

En su declaración el acusado culpó de todo a su novia. Admitió estar resentido con ella por hablar con otro mozo, pero aseguró que había ido a la casa a petición de ella. Afirmó que a Paulina le daba todo el dinero que ganaba y que ella había presumido de que iba a mandarle a la cárcel y vivir feliz con el otro. En ese momento, según el procesado, perdió la razón aunque aseguró no recordar cómo la mató.

Los testigos echaron por tierra la versión de Agustín. Los vecinos de Zafra insistieron en que ella era una buena muchacha y él tenía mal carácter. También ratificaron las amenazas y que este vecino se había escondido para poder atacar a la joven por sorpresa. Compareció también Sebastián, el pretendiente, que dijo que no sabía que Paulina tenía novio cuando habló con ella cuatro horas el Viernes Santo y que no había vuelto a verla, aunque tenía intención de volver a buscarla cuando supo que la habían matado.

La mayor discusión entre Fiscal y defensa en los alegatos finales fue por la premeditación que el Ministerio Público afirmaba que estaba demostrada, mientras que el abogado de Agustín insistía en que fue un arrebato.

La defensa también usó como estrategia hablar mal de la víctima. El letrado argumentó que era una mujer «veleidosa y coqueta que buscaba molesta constantemente a mi defendido que le profesaba un gran cariño» y justificó sus actos por «los poderosos estímulos de los celos»,

El jurado no aceptó esa defensa y condenó a Agustín, aunque no consideraron que hubiese alevosía, por lo que se libró de la pena capital. Le impusieron una cadena perpetua.

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