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El viajero que entra a Cáceres es recibido por una gran cruz que marca territorio y avisa al turista de que ha llegado a una ... ciudad que «come, reza, ama», como decía el eslogan que Cáceres llevó a una pasada Fitur. Cuando el viajero se acomode y salga a dar un paseo, se encontrará con un gran cartel colgante en una fachada de la calle Pizarro, casi enfrente del museo Helga de Alvear, denunciando una mina subterránea en la Montaña de Cáceres que es inviable por varias razones, pero la principal es que está cerca de un Santuario.
Esa cruz que recibe al viajero ha sido escogida por Vox para criticar al PP cacereño por negociar los presupuestos con los socialistas. Vox denuncia que ese posible pacto tendrá como consecuencia fundamental la retirada de la Cruz. Es decir, no critican que se retiren subvenciones a las entidades antiabortistas ni otras medidas de calado ideológico y práctico que habían pactado tiempo atrás con el PP. Lo que Vox agita como bandera movilizadora es que se quitará la Cruz.
☻Pero es que si cambiamos de lado ideológico, la situación es parecida. La comisión en contra de la mina de litio cuelga carteles denunciando que es inviable y dan siete razones, pero la primera, la destacada, la que más se lee no es que afecte al agua del Calerizo, que se vaya a instalar una planta química en la cacereña sierra de la Mosca, que se contamine el aire puro de Cáceres ni que se eliminen puestos de trabajo sostenibles. Todo eso viene después. Lo que se destaca y encabeza la denuncia es que afectará al Santuario. De nuevo el Cáceres reza como explicación del espíritu colectivo que mueve a una ciudad.
El viajero, me consta por sus comentarios, se sorprende ante la omnipotencia de la Cruz, pero más o menos lo entiende. Lo que no comprende es eso de la Montaña, con mayúsculas, como si solo hubiera una. En cualquier otro lugar, uno va a la montaña y eso engloba a cualquier montaña. En Cáceres, no, aquí, Montaña solo hay una, Santuario solo hay uno y nuestra Cruz también es única. Son, en fin, tres símbolos sagrados que van más allá de la religión y lo mismo se usan para oponerse a unos presupuestos que para oponerse a una mina.
La realidad es que ni la Cruz se va a quitar de su sitio nunca ni la mina de litio va a afectar al santuario. Las razones para oponerse a la mina son muchas y muy variadas, pero el santuario seguirá en su sitio y utilizarlo como motivo antimina no deja de ser una trampa para provocar emociones, que no razones. Con la Cruz sucede lo mismo. Ningún partido se ha atrevido ni creo que se atreva a quitar la Cruz porque se ha convertido en un símbolo urbano y una referencia: quedamos en la Cruz, vivo por la Cruz.
Sin embargo, bien cierto es que en muchos casos utilizamos también su apellido: «Me encontré con mi abuela en la Cruz de los Caídos». Porque, dejémonos de disimulos y zarandajas, esa cruz imponente se inauguró un 10 de mayo de 1938 «como homenaje a los caídos de Cáceres con motivo del Movimiento Nacional Salvador de España». Se quiso construir con prisioneros solicitados a la Inspección de Campos de Concentración, que fueron rechazados porque había que pagarles un salario legal y alojarlos, lo inauguró Pilar Primo de Rivera y en su base se podía leer: «¡Arriba España! Saludo a Franco». Esa placa se ha eliminado, pero esa cruz simboliza lo que simboliza, aunque ni el PSOE ni mucho menos el PP la vayan a quitar nunca. Así que dejen ya de manipular con el Santuario, que la mina no destruirá, y con la Cruz. Si mandar en París bien valía una misa, mandar en Cáceres bien vale una cruz. Pero qué cruz con la Cruz.
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