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Ana B. Hernández
Martes, 29 de octubre 2024, 20:43
José María F.L., vecino de Acebo de 56 años, llegó en su furgoneta Peugot Partner de color blanco sobre las tres de la tarde del pasado sábado a Moraleja. Aparcó su vehículo en la intersección de las calles Luis Chamizo y Cardenal Cisneros y ... se encaminó hasta el número 4 de esta última calle.
No era la primera vez ni mucho menos que realizaba este recorrido, el vecino de Acebo no era un desconocido para los residentes en Cardenal Cisneros, «venía de vez en cuando a comprar drogas», concretan. Pero en esta ocasión José María no desanduvo el camino, no volvió a conducir su furgoneta ni regresó a casa.
El vehículo continúa aparcado en el mismo lugar en el que lo estacionó el sábado, nadie lo ha movido desde entonces y ahora, junto a él, hay un ramo de margaritas amarillas que, en su recuerdo, ha depositado una amiga de la familia.
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Porque fue en ese lugar, junto a la furgoneta, en la que fue localizado en la madrugada del domingo su cadáver. Una llamada alertó de su presencia sobre las 5.20 horas al Centro de Atención de Urgencias y Emergencias. Agentes de la Policía Local se ocuparon en un primer momento del trágico suceso sobre el que más tarde, en torno al mediodía, se decretaba el secreto de sumario después de constatarse que el cadáver presentaba signos de violencia.
«No sabemos con qué herramienta le golpearon, primero dijeron que con una pala, después con un martillo, no lo sabemos, pero sí que tenía la cabeza reventada», cuentan vecinos de la calle Cardenal Cisneros, que vieron el cadáver de José María tirado en la calle, junto a su furgoneta, antes de que se ordenara su levantamiento.
Vecinos que residen junto a la intersección de Luis Chamizo y Cardenal Cisneros y que horas antes también comprobaron cómo José María aparcaba el coche, recorría apenas 40 metros y accedía al portal número 4 de esta última calle, con una planta baja y una primera, dos pisos en cada una y tres ocupados estos días.
Los agentes de la Guardia Civil encargados de la investigación recorrieron en la mañana del domingo el mismo trayecto que menos de 24 horas antes había hecho el vecino de Acebo. Para ello siguieron las manchas de sangre que había en la calle, de las que aún quedan restos a pesar de la lluvia, y que se sucedían desde la furgoneta de color blanco hasta el portal número 4 de Cardenal Cisneros. Y allí llamaron a la puerta del piso ubicado en el lado izquierdo de la planta baja, donde reside Santi P. G., también de 56 años, y pendiente de un juicio por supuesto tráfico de drogas. «En una redada policial previa se hallaron sustancias estupefacientes en su casa», recuerdan los vecinos. En la calle y en la barriada de Casas Baratas sabían que en ese piso, en el que Santi vive solo desde que falleciera su madre, se vendía y consumía droga.
José María entró en su casa poco después de las tres de la tarde del sábado y ya no salió. No se sabe qué ocurrió en el domicilio, con qué herramienta se mató a José María y ni siquiera si además del fallecido y el detenido había alguien más en el piso.
Pero las manchas de sangre a lo largo de los poco más de 40 metros que distan entre el número 4 de la calle Cardenal Cisneros y el lugar donde estaba estacionado el vehículo del vecino de Acebo indican que no murió junto a su furgoneta, donde se le encontró, sino que su cadáver fue arrastrado a lo largo del trayecto y depositado ahí.
«También que el cuerpo del hombre se trasladó envuelto en unas faldillas y las mantas que Santi usaba para arroparse cuando dormía en el sofá», cuentan los vecinos que fueron testigos de la inspección de la Guardia Civil en la mañana del domingo. «Porque tanto las faldillas como las mantas fueron encontradas esa misma mañana también en los contenedores que hay junto al descampado». Un amplio espacio situado al otro lado de Luis Chamizo, frente a Cardenal Cisneros y a poco más de 20 metros del lugar donde José María estacionó su furgoneta.
La Guardia Civil detuvo a Santi P. G. después de registrar el piso, previa autorización judicial, y desde entonces este vecino de Moraleja ha permanecido en dependencias del Instituto Armado. Está previsto que este miércoles, cuando se cumplen 72 horas de su detención, sea trasladado hasta Coria, para prestar declaración ante la titular del Juzgado de primera instancia e instrucción número 1, que ha asumido la causa que se investiga por un presunto homicidio.
La investigación de la Guardia Civil ha continuado después de la detención. Vecinos de Cardenal Cisneros confirman que los agentes han vuelto a inspeccionar la vivienda del detenido en las últimas horas y también una barriada que está conmocionada por el crimen que ha tenido lugar, igual que la localidad de Acebo.
En este municipio de la Sierra de Gata, donde residía José María con su mujer y sus dos hijos, se le dará su último adiós en la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles y después tendrá lugar el entierro en el cementerio municipal.
Santi P. G., de 56 años, es el vecino de Moraleja que el pasado domingo fue detenido por la Guardia Civil por su presunta implicación en la muerte de José María F. L. Ambos, con antecedentes, traficaban con drogas y las consumían. En la barriada de Casas Baratas y en la calle Cardenal Cisneros, donde Santi residía en el número 4, los vecinos conocen a qué se dedica pero su detención por la muerte violenta de un hombre ha sorprendido a todos. «No me puedo creer que haya tenido nada que ver», afirma una vecina que asegura que le conoce desde la infancia. «No es un hombre violento, todo lo contrario, no es capaz de matar ni a una mosca y no parece que tenga fuerzas suficientes ni para matar ni para arrastrar un cadáver», añade. «Lo cierto es que no ha dado nunca ningún problema, aunque es cierto que había trajín en el portal, porque entraban a comprar y consumir, Santi siempre se ha comportado de manera correcta, educada y amable». No era extraño, por ejemplo, que ayudara a los mayores con la compra.
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