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Yuliia Kytsiuk es un ejemplo de superación, constancia y esfuerzo. Tiene 35 años y es de Jersón, una ciudad al sur de Ucrania que ... fue invadida por Rusia en marzo de 2022, una fecha que cambió para siempre el destino de esta mujer casada y con un hijo que tiene 12 años.
Ahora intenta reconstruir su vida en Cáceres 'olvidando' el drama de la guerra. «Una madrugada, a las cuatro de la mañana, empezó todo. Mi marido estaba trabajando como marinero fuera de Ucrania y yo me encontraba con mi hijo. Todo fue muy rápido. Me llamó un amigo y me dijo que recogiera mis cosas. Tras una hora empezó a explotar todo. Escuchaba las bombas y temblaban la paredes», recuerda.
«Estuve dos meses en una especie de búnker, bajo tierra, en la casa de una amiga, antes de escapar a Extremadura, a Cáceres. A veces salíamos, pero muy poco, y había tanques por la calle. Cuando sonaban las alarmas volvíamos a entrar para estar a salvo. Al principio era difícil encontrar comida, los supermercados estaban vacíos. Había pocos productos», comenta.
Toda la ciudad estaba ocupada por el ejército ruso y decidieron salir. «Fuimos en coche hasta Rumanía y allí cogimos un avión a Madrid. Luego, un autobús hasta Cáceres, donde mi marido tiene familia lejana», detalla.
«En los inicios de la guerra tenía mucho miedo por proteger a mi hijo. No sabía qué hacer. Todo estaba destruido. No sabía si de un momento a otro iba a haber un explosión», dice.
Su marido no pudo salir en ese momento hacia España, pero al menos no tuvo que ir al frente a luchar, pues cuando estalló el conflicto estaba en Polonia. «Luego pudimos reencontrarnos. Fue un momento muy bonito y esperado. Estábamos muy preocupados», cuenta con emoción y un nudo en la garganta.
Atrás dejaban la tensión y los nervios constantes porque sentían que en cualquier momento podían morir. «Un día mucha gente intentamos entrar en un búnker que había en una escuela. No cabíamos y era horroroso ver cómo todo explotaba y la gente corría de un lado a otro para intentar salvar su vida».
En España, y en concreto en Cáceres, tuvieron que empezar de cero. Acudieron a la organización Accem y recibieron ayuda. «Estoy muy agradecida porque durante mucho tiempo he estado estudiando español con ellos, con muy buenas profesoras. Además, he contado con su apoyo psicológico en este tiempo», dice Yuliia, que es economista y en Jérson trabajaba como administrativa en una cadena de joyerías.
«Es muy difícil empezar de cero cuando lo pierdes todo de la noche a la mañana», comenta junto a la trabajadora social, Sara Chamorro, que le ha acompañado en este tiempo.
Primero trabajó como ayudante en la cocina de un restaurante de Cáceres y ahora es empleada en unos apartamentos turísticos. Se encarga de la limpieza y de recibir y atender a los viajeros.
Su marido trabaja construyendo prototipos de torres eléctricas en una empresa de la provincia cacereña y su hijo va a sexto de Primaria en el colegio Sagrado Corazón. «Tiene muchos amigos y se ha integrado muy bien. Está muy feliz con la escuela, los profesores y los compañeros», cuenta Yuliia con una sonrisa y un español que llama la atención. Llegó sin saber nada y ahora se comunica con fluidez.
Lo sigue perfeccionando en la Escuela de Idiomas y, además, está cursando el grado de Formación Profesional de Administración y Finanzas.
De momento no le gustaría regresar a Ucrania. «Mi ciudad está destruida y si acaba la guerra tendrá que pasar un tiempo para renovar todo. No sabemos qué va a pasar», dice intentando no pensar mucho en el futuro.
«De momento vivimos con las necesidades básicas cubiertas. Casa, trabajo, estudio... Y además poco a poco pasan los días y mi hijo está haciendo su vida aquí», cuenta Yuliia, que dejó familiares y amigos en Ucrania. «Allí están los padres de mi marido. Tenemos una abuela muy mayor y no puede moverse de allí. Es complicado. Los amigos están repartidos por todo el mundo. En Polonia, Alemania, España... Nuestra vida ha cambiado».
Cuando se le pregunta cuál es su sueño, además del fin de la guerra, lo tiene muy claro: «Solo quiero vivir tranquila con mi familia», dice justo antes de entrar a trabajar.
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