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Decir garbanzo es decir realismo, simplicidad y sencillez. En literatura, está la prosa garbancera que, según Umbral, caracterizaba el estilo de Galdós y la hacía ... fácil y accesible. En política, estaba Manuel Fraga y su famosa recurrencia al precio de los garbanzos para referirse a las preocupaciones cotidianas de la gente. El garbanzo es la legumbre elemental y sobria y en Extremadura, decir garbanzo es decir Valencia del Ventoso.
Este pueblo de la comarca Zafra-Río Bodión es famoso por su castillo, que fue templario, santiaguista, de la Corona y de Godoy, por su plaza de toros, la tercera más antigua de España, por la torre de su iglesia, por sus cinco menhires y por sus garbanzos que, contaba Celestino J. Vinagre en HOYAgro, se siembran en 1.000 hectáreas de Valencia del Ventoso, en otras 2.000 de pueblos limítrofes y ya tiene sello de calidad: Indicación Geográfica Protegida.
En 1910, el garbanzo de Valencia del Ventoso ya se anunciaba en el Diario de Huelva: «Miguel Macías Perulero. Valencia del Ventoso (BA). Exportador de cereales y legumbres y del legítimo garbanzo fino de Extremadura». El señor Macías los vendía a peseta el kilo. Y si su anuncio no les convence, hay pruebas legendarias de su calidad: los garbanceros de Valencia del Ventoso eran proveedores de la Casa Real en tiempos de Carlos III y Luis XIV, el Rey Sol de Francia, fichó a un cocinero de Valencia del Ventoso, que cargó con varias arrobas de garbanzos de su pueblo. Los probó el monarca y anunció que en las cocinas de Versalles no volverían a entrar otros garbanzos que no fueran los de aquel pueblo extremeño.
He viajado hasta Valencia del Ventoso a comprar garbanzos y es fácil encontrarlos en las tiendas y en las casas. Se venden envasados en bolsas y también en garrafas de esas que se utilizan para el agua mineral: cuatro kilos de una vez y a disfrutar de un garbanzo grande, de piel lisa, harinoso y absorbente. Tanto que, cuando masticas, no comes una legumbre, comes todo lo que se coció con ella.
En estos días, entre mediados de febrero y principios de marzo, se siembran los garbanzos valencianos. Aún hay quien lo hace a la antigua usanza, con el costal al hombro y arrojando a mano la semilla. Son garbanzos de secano, no se riegan y se cosechan o arrancan a finales de julio. Entonces se llevan a la era, se trillan, se criban y se ventean para limpiarlos. Podría decirse que es un garbanzo de agricultura artesana y ese es uno de sus encantos.
Hace unos años, los compré en el Spar de Valencia del Ventoso, a 1,50 euros el kilo y, al poco tiempo, los encontré en las tiendas gourmet de Cáceres a 5,50. En fin, es un garbanzo de precio oscilante hasta en las webs de 'delicatessen', donde en 2021 pedían 3,15 euros por medio kilo y hoy es más barato: piden entre 2,78 y 3,40 euros por el paquete de 750 gramos, dependiendo de la página.
Pero qué importa el precio cuando lo trascendente es el valor. Valle-Inclán apodó a Galdós 'Don Benito el Garbancero' en su obra teatral 'Luces de Bohemia' y se dice de él que tenía un estilo agropecuario. Sin embargo, su obra es monumental y explica España tan lúcidamente como el garbanzo de Valencia explica la Extremadura artesana, esforzada y, también, agropecuaria, capaz de extraer lo mejor de donde no había nada, del puro secano.
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