En 2021 mataron de una paliza al grito de «maricón de mierda» al joven coruñés Samuel Luiz. Fue a la salida de una discoteca y ... muchas personas del colectivo LGTBI, en los días posteriores, colgaron banderas en sus ventanas como una forma de apoyar a la víctima. La extremeña Noelia González fue una de ellas y a partir de ese momento empezó todo. Asegura haber sido víctima de acoso por su orientación sexual en un pueblo de Extremadura.
Publicidad
«A los dos días de eso, alguien decidió disfrazarse de operario, cogió unas escaleras, se subió a la ventana de mi casa y quitó la bandera que había colgado en mi ventana porque le molestaba. Así que me fui a comprar banderas, llené de ellas todas las ventanas que daban a la calle e invité a mis amigos a que hicieran los mismo como rechazo a lo que había hecho», recuerda esta mujer de 40 años.
Noticia relacionada
Luego llegó lo más duro, según relata. «Ese mismo día tenía un grupo de adolescentes debajo de mi casa gritando bollera de mierda, te vamos a prender fuego, en la puerta de mi casa. Y eso se estuvo repitiendo todas las semanas durante meses», cuenta con la voz temblorosa. «Cuando llegó el invierno pararon y al poco tiempo volvieron a empezar durante todos los fines de semana. Así se dedicaban a molestar a la bollera del pueblo».
Y eso durante dos años, apunta. «Al principio yo también caí en que son cosas de críos porque lo primero que te dice la policía es eso y que ya se les pasará. Pero pasaron tres meses y siguieron. Y pasaron seis y siguieron. Y cada vez con más impunidad y más violencia, hasta que llegó un momento en que se pusieron a pegar a mi puerta con palos y piedras mientras me increpaban y amenazaban», detalla Noelia.
Publicidad
Ahí fue cuando ya no pudo más y se derrumbó psicológicamente. «Entonces acudí a Extremadura Entiende y fue la psicóloga Flor la que me acompañó durante nueve meses y consiguió que saliera de donde me había metido». Cuenta que solo lloraba, no quería salir de su casa y tuvo que abandonar su hogar para irse a vivir con unos amigos porque no se sentía segura.
Lamenta que «este tipo de situaciones se siguen dando». En lo que va de año 33 personas han pedido ayuda a las oficinas que hay en Extremadura para el colectivo LGTBI contra delitos de odio.
En su caso denunció de forma oficial y a los tres meses se archivó porque, según indica Noelia, «no se pudo identificar a las personas». Así que más tarde volvió a intentar denunciar, pero «la unidad de la Guardia Civil especializada en delitos de odio con la cual me pusieron en contacto las compañeras de Extremadura Entiende me aconsejaron que no denunciara». Le comentaron, según detalla, que «iba a haber muchos problemas y ellos hicieron una especie de investigación paralela».
Publicidad
Fue a partir de ahí cuando todo paró. «Dejaron de acosarme y pude empezar a sanar lo que me dañaron», dice con una sonrisa y mirando a su psicóloga como forma de agradecimiento.
Estuvo en terapia y ahora puede decir que está en uno de los mejores momentos de su vida. «Ya tengo fuerza para hablar de esto y no hundirme y eso lo he conseguido gracias a la organización Extremadura Entiende», afirma Noelia, que lamenta que también exista «mucha violencia institucional». Al poner una denuncia, detalla, «lo primero que hacen es juzgarte y sientes que tienes que justificarte continuamente».
Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.