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Este verano no sabemos con certeza si iremos a la playa. EFE
Iremos de veraneo... o no

Iremos de veraneo... o no

El fin de las certezas. El Cacereño no juega los domingos y en la droguería no hay alcohol

Sábado, 20 de junio 2020, 11:24

¿A dónde iremos este año de veraneo? O mejor: ¿iremos de veraneo este año? Lo peor de la incertidumbre que lo marca todo no es la inquietud que provoca la inseguridad, sino la imposibilidad de soñar. Porque lo bueno de las vacaciones no es la posada ni el camino, en eso se equivocaban Cervantes y los proverbios chinos, la gracia de los viajes es prepararlos y soñarlos. Pero con el coronavirus acechando, ni hay sueño, ni hay planes, ni hay viaje.

Llevo casi un mes con una historia sobre un restaurante guardada para contarla en cuanto abra el local. Pero sus dueños aplazan y vuelven a aplazar la reapertura. Viven en la incertidumbre y no es cuestión de arriesgarse. Me han dicho que por fin van a abrir el 30 de junio, que andan de limpieza, así que ya sé que, al menos, no me pasará como con el bar Dioni de Cáceres o el restaurante La Raya de Valencia del Mombuey, que escribí sobre ellos y resulta que ahora los traspasan o los han traspasado ya.

Se han acabado las certezas y las seguridades. El curso que viene, los profesores tienen que presentar sus programaciones atendiendo a tres tipos de docencia: presencial, semi presencial o telemática. Hay que hacer una triple planificación y así va a ser en casi todo. Quien iba a invertir en un negocio, duda, quienes tienen que hacer pedidos, dudan, hasta los equipos de fútbol y baloncesto dudan y no saben a qué atenerse para preparar sus plantillas.

Me han llamado de la Embajada del Japón para preparar el III Otoño Japonés en Extremadura, pero al hacer el programa, hay que tener en cuenta que igual llega el rebrote y todo lo planificado se va al garete o hay que hacerlo on line. Es complicado enseñar Goshin Jutsu a distancia.

Una semana antes de que se declarara el estado de alarma, tenía que venir un artista desde Bérgamo a impartir un taller. Ya saben, Bérgamo es el punto cero de la pandemia en Europa. La intuición funcionó y aplazamos el curso tres días antes de la fecha para celebrarlo en octubre. ¿Pero cómo te vas a comprometer con un señor de Bérgamo para dar un curso en octubre? ¡Y el curso era sobre máscaras!

Me llaman de la Escuela Superior de Arte de Oporto para venir en septiembre e iniciar un intercambio de danza, teatro y cultura con Cáceres. ¡Magnífico! Es una fecha estupenda, les digo. Coincidiréis con una feria del libro, un festival de teatro y las fiestas de San Miguel, los animo. ¿Pero se podrá venir en septiembre? ¿Estará abierta la frontera? ¿Se podrán celebrar ferias, fiestas y festivales?

Un taller de teatro radiado y de podcasts con Federico Volpini, unos cursos con el Espacio Grotovski de Wroclaw, un festival ibérico de Escuelas de Teatro, un máster en ciernes... Todo estaba previsto y organizado, todo se ha aplazado. ¿Será posible? ¿Quién lo sabe? Quizás no cambien nuestras vidas después del coronavirus, pero lo que sí está claro es que se han acabado las certezas.

La incertidumbre no es mala. Al contrario, resulta excitante. Casi todo lo que nos emociona y estimula se basa en la sorpresa, en no saber qué pasará, sea el negocio, el deporte, la torta del Casar, el vino de Matanegra, el amor, la vida en suma. La diferencia es que, hasta ahora, había verdades inmutables que te daban seguridad y confort desde la infancia: el curso empezaba en septiembre, podías despedir a los muertos, el Cacereño jugaba los fines de semana, en la droguería siempre había alcohol y en verano te ibas 15 días a Valdelagrana. Todo eso se ha acabado. Nada es ya seguro, todo es riesgo y aunque nos desgañitemos culpando a unos y a otros, lo único cierto es la incertidumbre.

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