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No hay dudas de que Manuel M.M.Q. mató a María Soledad S.D. Un vecino de parcela lo atestigua y varias grabaciones de voz ... recogen las conversaciones que mantuvieron en esos agónicos minutos. Pero un jurado popular tratará de dilucidar esta semana si lo sucedido fue un asesinato con ensañamiento y alevosía o un episodio de enajenamiento mental en el que Manuel perdió por completo, o en parte, el control de su voluntad.
«Pido perdón y lo hago de corazón. Ella me hizo mucho daño, pero no para que la matara», confesó el procesado en la primera vista del juicio que se celebra desde este lunes en la Audiencia Provincial de Badajoz.
Con esas palabras concluyó una intervención en la que Manuel aseguró que el origen del conflicto fue el requerimiento notarial que realizó a la fallecida para que abandonara en el plazo de cien días una casa de campo que le había cedido pocos meses antes para que cuidara de su parcela. «Por no discutir con ella le dejé pasar muchas cosas (...). Pero ella me molestaba, montaba escándalo cuando yo llegaba a la finca, me mortificaba».
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Esa era la situación, explicó Manuel, cuando el 31 de enero de 2020 por la mañana él llegó a la finca. «Vino a un sitio al que yo le tenía prohibido entrar y me dijo que iba a grabar que había envenenado a los animales (...). Yo le dije que si me grababa le rompería el móvil (...). Mi primera idea fue romperle el teléfono, le di el primer golpe en el brazo. No quería hacerle un daño mortal, si hubiese querido matarla habría tenido otras posibilidades».
Asegura Manuel que al recibir el primer golpe María Soledad cayó al suelo agarrando la barra que él había cogido de encima de la perrera y que cuando él tiró para recuperarla ella terminó por soltarla, lo que hizo que él cayera hacia atrás. «Ella se viene hacia mí y me responde, me da un golpe en el pecho... Para apartarla le di dos o tres golpes, pero no 40 o 50 como dicen (...). Yo le di para que se fuera, la mala suerte es que la golpeé en la cabeza y no en el hombro».
«En ese momento no oía nada –prosiguió Manuel cuando le preguntaron si escuchó las voces de un vecino que le gritó para que dejara de golpearla–. Fue muy rápido, yo estaba con la cabeza trastornada, fue como un accidente».
Ese testigo que intentó evitar la agresión es uno de los que han comparecido. Su parcela estaba justo al lado y desde detrás de la valla vio cómo Manuel levantaba una y otra vez su mano (no observó que empuñara una barra) para golpear la cabeza de María Soledad. «Ella era una mujer muy finita», contó al tribunal.
Este vecino no reconoció el arma homicida que le mostraron en la sala de vista. «Lo que yo vi era una pluma de las que usan los carpinteros para levantar una puerta, pero yo no la vi hasta que llegó la Policía Local y me dijo que era con eso con lo que la había golpeado. Estaba lejos y pensé que le estaba dando con el puño».
Igualmente explicó que cuando él vio lo que ocurría Manuel sujetaba a María Soledad con sus piernas y levantaba su mano para golpearla una y otra vez. Muy expresivo se mostró cuando le preguntaron cuántos golpes pudo darle. «¿Más de tres? ¿diez...?». «Más, fueron más», respondió.
En la parte final de la primera sesión del juicio testificaron varios amigos de la fallecida. Aseguran que la relación de Manuel (73 años) y María Soledad (59) fue buena en los inicios pero que se deterioró con el paso de las semanas. «Ella era valiente, educada, humilde... Era muy buena persona y muy trabajadora», dijo una amiga que compartía con la fallecida su amor por los animales.
En su opinión, el desencuentro comenzó porque él entraba en la casa de María Soledad sin permiso, y se agravó cuando el acusado eutanasió a una perra propiedad de Manuel de la que se había encariñado María Soledad. «Ella estaba convencida de que él estaba envenenando a sus animales».
«Ella no me dijo de forma explícita que Manuel intentara mantener con ella relaciones sexuales –la Fiscalía cree que la negativa de ella a hacerlo también influyó–, pero pienso que sí lo hizo», añadió esta testigo. Manuel, por el contrario, dice que jamás lo intentó.
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