

Secciones
Servicios
Destacamos
A Ricardo Salaya lo llamaron a punto de irse a la cama, con el pijama listo. El día había sido muy largo (desde las cinco ... de la madrugada fuera de casa), estaba al fin en su domicilio de Cáceres y esa llamada le empujaba a venir a Mérida cerca de la medianoche. A Presidencia de la Junta. Era una reunión que se presentaba vital para enterrar la huelga en el campo que tanto impacto había tenido, en su primera jornada, en la cosecha de la fruta. El día de ayer para este dirigente de la Federación de Industria, Construcción y Agro de UGT había sido muy largo. Exactamente igual que para Saturnino Lagar, secretario de la Federación Agro de CC OO Extremadura, que estaba en el coche, junto a su piso de Zafra, con su oficina permanente a cuestas, esto es, su ordenador, todavía abierto. Estaba ultimando con sus compañeros de sindicato cómo iba a ser el segundo día de paro cuando le sonó otra vez el móvil. Eran las diez de la noche y el teléfono por indicación de Guillermo Fernández Vara también se activó desde el Gobierno regional para Natalio Caballero, presidente de la Asociación de Fruticultores de Extremadura (Afruex), que vive en la capital extremeña, y su gerente, Miguel Ángel Gómez-Cardoso, que vive en Badajoz. Caballero es además gerente de la empresa hortofrutícola El Escobar, un referente del sector en la región.
'A las 11 de esta noche quiere veros el presidente, a vosotros y al resto de dirigente de organizaciones agrarias', se vino a decir desde la Plaza del Rastro, sede de la Presidencia de Extremadura. 'Tenemos que acabar con el conflicto', se añadió. Fue el mensaje que se trasladó no solo a Salaya, Lagar, Caballero y Gómez-Cardoso sino también a Ángel García Blanco (Asaja Cáceres), Juan Metidieri (Apag Extremadura Asaja) e Ignacio Huertas (UPA-UCE). También se comunicó el trascendental encuentro a Juan Moreno, de COAG, un habitual de las mesas de negociación de cada convenio del campo. Estos últimos cuatro, por diferentes motivos, comunicaron que entrarían en la reunión vía telefónica. Salaya pidió un poco más de tiempo para vestirse, coger el coche y llegar a Mérida. Lagar, debía ducharse porque su día también había sido muy largo. Petición aceptada a ambos: la reunión empezaría a las 23.30 horas.
Fernández Vara había intentado ya en otra ocasión ofrecerse de mediador para ayudar a finalizar o, al menos, encauzar un conflicto que amenazaba con enquistarse. Podeía eternizarse y golpear seriamente a un sector clave de la economía regional como el de la fruta en un año, si quitamos el tema de los costes, realmente bueno o muy bueno por producción y precios para Extremadura. La huelga en el campo, la huelga para la fruta, son palabras mayores. Y había que intentar poner coto. El día había dado para mucho y todas las partes implicadas habían tomado nota. El presidente de la Junta los citó en su despacho. Su ofrecimiento fue aceptado.
«Lleváis mucho tiempo negociando. Si son pocas cosas las que os separan, poneros de acuerdos. Hay que hacer ese esfuerzo», fue la frase que les soltó el jefe del Ejecutivo regional. A partir de ahí, durante una hora, la conversación fluyó y los teléfonos volvieron a echar humo. Ni fue tan fácil como parece el pacto.
Los representantes de la patronal agraria debieron, primero, ponerse de acuerdo entre ellos, porque las sensibilidades eran distintas. Las consultas no cesaron, incluyendo a grandes empresas del sector frutícola con implantanción no solo en Extremadura sino en otros puntos de España. Las contrapropuestas, el debate fluía. Los sindicatos, a su vez, debían afinar la letra pequeña de lo que se hablara, cuestiones técnicas en gran medida pero de impacto directo claro en los bolsillos, tanto de los empresarios agrarios como de los trabajadores del campo.
Pasó la medianoche y en Presidencia seguía sin haber fumata blanca. Apenas queda gente ya en la sede del Gobierno regional. Un último esfuerzo, reclamó el presidente Vara. A las 0.50 de la madrugada este periodista de HOY recibe una llamada de uno de los actores intervinientes en el encuentro. Hay acuerdo. Al fin. Y van a firmar todos, incluido la Asaja Cáceres de Ángel García Blanco, siempre más reacia, por antecendentes previos, a suscribir un convenio del campo. «Hay que hacerlo, hay que hacerlo», confirmó.
En poco más de una hora y veinte minutos se había logrado desatascar algo que llevaba casi en punto muerto durante dos horas. «Había un trabajo previo bastante hecho durante meses...pero de ahí no avanzábamos. Ha merecido la pena irse a dormir cerca de las tres de la madrugada», sentenció uno de los participantes en el cónclave. Fue una noche, la del 16 al 17 de junio, muy productiva afortunadamente para el campo extremeño. Cuajó el pacto del pijama.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.