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La otra cara del inicio de curso: pocos quieren ser director de colegio
Educación

La otra cara del inicio de curso: pocos quieren ser director de colegio

Docentes ·

Cuentan a HOY lo duro que es afrontar un nuevo curso desde un puesto para el que no suele haber lista de espera pese a cobrar un plus que puede llegar a los 715 euros

A. Rubio / N. Reigadas / Ana B. H. / E. Domeque

Domingo, 17 de septiembre 2023

Empieza un nuevo curso académico y con él llegan las complicaciones para los directores de colegios e institutos. Ellos se tienen que encargar de que todo esté a punto. Su día a día se convierte en tomar decisiones. Una tras otra, casi sin tiempo de reflexión. Nuevas plantillas de horarios, docentes y alumnos que se incorporan por primera vez o hablar con las familias y la Administración para que nada falle ocupan su trabajo.

La tarea es complicada y para ella no suele haber listas de espera. Por regla general, convertirse en director no es la aspiración de la mayoría de los docentes. De hecho, en algunos institutos y colegios a los profesores no les queda más remedio que dar un paso al frente para encargarse de esta labor que pocos profesionales quieren desempeñar.

Ni siquiera el plus económico que cobran les convence. Esa cantidad depende del número de alumnos del centro educativo y de si es un colegio o un instituto. Para el caso de los centros de Educación Infantil, Primaria y Escuelas para Adultos oscila entre los 75 y los 586 euros brutos al mes. Para los institutos de Educación Secundaria varía entre los 505 y los 715.

Las jefaturas de estudios también tienen un complemento que puede llegar a los 314 euros y les otorgan puntos para poder posicionarse mejor en los concursos de traslado.

Para acceder a la dirección deben ser funcionarios de carrera en un centro público con una antigüedad mínima de cinco años, haber sido docente durante al menos un lustro en alguna de las enseñanzas con las que cuenta el instituto o colegio y, por último, presentar un proyecto de dirección.

5 Experiencia docente

años es el mínimo de experiencia docente que tiene que acreditar un profesional para ser director de un centro educativo. Además, tiene que presentar un proyecto en el que demuestre que conoce el colegio o instituto que quiere dirigir y detallar cómo quiere mejorarlo.

En él tienen que demostrar que conocen perfectamente el funcionamiento del centro en el que optan al puesto y detallar qué labor desarrollarán para mejorarlo.

De entre todos los aspirantes, una comisión, que está formada por padres, la inspección y docentes, valora los proyectos presentados y se decantan por uno de ellos.

También tienen que realizar un curso de función directiva de una duración de 120 horas y pasar un periodo de prácticas de un año.

Paro más allá de los requisitos puramente académicos y técnicos, todos coinciden en que la motivación, la capacidad de gestión, saber escuchar a las familias, los alumnos y los docentes y, sobre todo, rodearse de un buen equipo son esenciales para afrontar «un puesto exigente, una labor que implica estar al cien por cien».

Es un cargo que les ocupa las 24 horas del día. De hecho, su trabajo no acaba cuando el centro se cierra. Tiran de las tardes y, en muchas ocasiones de las noches, para escribir ese correo electrónico que no les dio tiempo a contestar porque tuvieron que atender a una familia o a un alumno. Ellos intentan cuadrarlo todo para que en las aulas no se noten los muchos problemas a los que estos profesionales tienen que poner solución.

Así lo ponen de manifiesto varios directores de institutos y colegios que cuentan a HOY cómo se enfrentan al día a día de un nuevo curso.

«Para estar en Dirección hay que tener un buen equipo»

Rafael Rodríguez en un aula del instituto Zurbarán. Pakopí

Rafael Domínguez González va a cumplir 20 años como director del instituto Zurbarán de Badajoz, el centro que más demanda tiene en la ciudad para poder estudiar en él. En su caso cree que estar en la dirección de un centro es un reto, le gusta y, eso sí, reconoce que es para los que quieran trabajar muy duro.

«El reto que nosotros nos planteamos es seguir siendo competitivos, que la gente siga queriendo venir a estudiar al Zurbarán. En estos años hemos pasado momentos malos en los que no venía nadie y ahora que estamos en la cresta de la ola tenemos que seguir intentando demostrar que lo hacemos bien».

Para Domínguez la clave es «configurar un buen equipo. He tenido la fortuna de contar con unas jefas de estudios, casi todas son mujeres, que es un equipo estupendo y llevamos muchos años juntos». En el caso del Zurbarán de Badajoz atienden a sus 1.200 alumnos siete docentes en el grupo directivo.

Este director cree que es tan importante el equipo que su consejo es «elegir bien las parejas de baile y tener muchas ganas de trabajar. Nosotros somos unos enfermos del trabajo».

De hecho sus compañeros en dirección se van a ir jubilando los próximos años y él dejará su puesto porque entiende que se cierra el ciclo de su equipo. No le asusta volver a dar clases, al contrario. «Un director puede dar entre 4 y 7 horas de su especialidad (en su caso Educación Física), yo doy ocho y estoy más contento los días que me toca. Estoy deseando volver a hacerlo a tiempo completo».

El responsable de este instituto pacense reconoce que una de sus competencias más complicadas es ser el jefe de sus compañeros docentes, pero asegura que siempre ha logrado tener buena relación. «Tenemos un claustro muy implicado y también nos han apoyado las administraciones. Es necesario sentir que te respaldan».

«No es fácil, a veces hay que tomar decisiones impopulares»

Ana Pérez García en los pasillos del instituto Al-Qázeres. Armando Méndez

Ana Pérez García es directora del instituto Al-Qázeres, en la capital cacereña. Es su segundo año al frente de un centro el que estudian 1.300 alumnos y su labor, reconoce, que «no es fácil».

Es más, «a veces hay que tomar decisiones que no son populares y eso puede afectar a tus relaciones personales, aparte de que hay una gran carga de trabajo», afirma.

Lleva más de 25 años dedicándose a la docencia y nunca se imaginó como directora. Primero ocupó el puesto de jefa de estudios. «Pensé que había que arrimar el hombro y di un paso adelante, pero los profesores no se pelean por estar en un equipo directivo normalmente. Cuando entras en la profesión docente lo haces con otras motivaciones», comenta.

Sus tareas pasan por hacer informes, hablar con compañeros, recibir a familias, responder a correos electrónicos… «Puedo hacer un montón de cosas que parecen inconexas entre sí, pero al final de lo que se trata es de resolver problemas y pensar la mejor solución», explica.

Y en esa labor diaria, para Ana es indispensable «saber escuchar y ser humilde». Asegura que «para orientar a una organización hacia un objetivo es necesario entender qué es lo que quieren los demás y tomar el pulso a lo que pasa en el centro. El día que creas que sabes todo, estás perdido», añade.

Dice que lo más satisfactorio es ver a los alumnos lograr el éxito educativo, que «para unos es ganar premios y para otros finalizar sus estudios sin abandonar».

Para ella «lo más ingrato es trabajar por un objetivo, que no salga bien y que piensen que no hiciste lo suficiente». Así que intenta que eso no suceda desde el inicio de curso. Cada septiembre lo vive como «una contrarreloj organizativa en la que si no hubiera un equipo detrás no sería posible que todo saliera bien».

«Si no te gusta la gestión, no aguantas en este puesto»

Luis Manuel González Sánchez, director del IES Santa Bárbara. Andy Solé

«Si no te gustan la coordinación y la gestión, no aguantas como director de un centro educativo», deja claro Luis Manuel González Sánchez, director del Instituto Sierra de Santa Bárbara de Plasencia.

No es su caso. Cuando hace cuatro años decidió dar un paso adelante y convertirse en director del centro, ya tenía experiencia en las tareas de gestión. «Llevaba dos años como jefe de estudios, porque siempre me han gustado las labores organizativas», aclara este especialista en Audición y Lenguaje que compagina sus labores directivas con la docencia a alumnos de necesidades educativas especiales. Aunque las primeras le ocupan mucho más tiempo. «Tienes una reducción de horas lectivas importante porque la gestión de un centro requiere una dedicación casi absoluta», que traspasa en muchas ocasiones la jornada laboral. «Eres director las 24 horas del día», deja claro Luis Manuel. «Y tienes que tomar decisiones que pueden molestar a los compañeros, porque al final tienes que dirigir».

Pero pese a ello, «y a que el complemento económico que recibes por la dirección no compensa ni con él se paga la responsabilidad que tienes», no se arrepiente ni mucho menos de haber asumido la dirección del Instituto Sierra de Santa Bárbara, con más de 400 alumnos, «y haberme complicado la vida».

«Me decidí y sigo en la dirección porque cuento con gente que quiere remar conmigo». Un requisito imprescindible, «además de las ganas de uno», para dirigir un centro educativo. «Una persona sola no puede hacer nada, pero un equipo sí».

Y el de este instituto, «con toda su plantilla docente», ha logrado reducir el absentismo, las conductas disruptivas en el centro y mejorar la atención a la diversidad. «Esto sí merece la pena y esto sí compensa el esfuerzo».

«No tomamos ninguna decisión sin que sea consensuada»

María del Carmen Paredes en un aula del CEIP Zurbarán. Estrella Domeque

Para María del Carmen Paredes, la dirección de un colegio es un trabajo en equipo. La primera persona del plural monopoliza la charla; un 'nosotras' que fue condición ineludible para aceptar el cargo en el CEIP Zurbarán de Don Benito que cuenta este curso con 622 alumnos. Un tridente de mujeres que forma junto a Alicia Sánchez, jefa de estudios, y Julia Bermejo, secretaria del colegio. «Dije que solo presentaría un proyecto si éramos las tres, para mí era fundamental porque estábamos convencidas», explica sobre un cargo que ejerció el pasado curso de forma provisional tras la jubilación de la anterior directora y que este año ya es oficial.

Con 26 años de experiencia como docente, su llegada a este colegio hace casi dos décadas la recuerda «como si me tocase la lotería». Pero el despacho de Dirección no entraba en sus planes. «No era nuestro objetivo de vida, pero nunca he tenido miedo de que fuese demasiado grande, quizás porque hemos tenido un gran respaldo», explica sobre su aterrizaje en el cargo, «aunque yo ya me consideraba la persona más afortunada del mundo como profesora».

La conversación con María del Carmen se produce en un hueco nada fácil de encontrar en la agenda entre una reunión con el aparejador municipal y otra con la Fundación Secretariado Gitano. «Delegamos en compañeros, no tomamos ninguna decisión sin que sea consensuada, pero al final todo es responsabilidad de la dirección», dice sobre una función que carece de horario. «El trabajo al final te lo llevas a casa porque en el horario laboral siempre surgen cosas que hay que atender en el momento».

La faceta de directora la asume como un reto, pero no se aleja de la docencia. «El ratito de ser profesora de Educación Física me encanta, es mi válvula de escape por así decirlo».

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