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En una vieja nave de muebles limpiada y reformada y reacondicionada y pintada y decorada y equipada a conciencia; en un pueblo pequeño de ... la periferia extremeña, que ya es decir; pegado a una dehesa boyal ahora verdísima, a dos pasos de una parcela con vacas. Ahí acaba de abrir un espacio cultural que a los amantes de los ordenadores les parecerá un parque de atracciones. Es el nuevo Museo de Historia de la Computación, el heredero de aquel que subió la persiana en el centro de Cáceres en el año 2017, que funcionó como un tiro durante tres años –lideró el ranking de lugares a visitar en la ciudad en el portal turístico Tripadvisor y alcanzó fama nacional–, hasta que llegaron la pandemia y algunas otras cosas, y Carlos Izquierdo, su fundador, lo cerró. Atemperado el tsunami de la covid, comenzó a recorrerse Extremadura buscando un local grande y diáfano que no tuviera techo de uralita. Y lo encontró al norte, en Majadas de Tiétar (1.267 habitantes), en la comarca de Campo Arañuelo, a 15 minutos por autovía de Navalmoral de la Mata y 30 de Plasencia. Abrió al público en general el pasado día 15, se puede visitar los sábados por la mañana (de 10.30 a 14 horas, la visita guiada empieza a las 10.45) y la entrada cuesta diez euros (cinco para grupos a partir de 15 personas). Abre también cualquier día si es para al menos 15 personas que hayan reservado previamente.
Se traspasa la puerta de la nave y surgen 1.400 metros cuadrados de ordenadores. Y no solo. Hay también calculadoras, teléfonos, videojuegos, consolas, rarezas, maravillas, horteradas, joyas, sorpresas... Es el nuevo Museo un sitio único, en el sentido literal del término, un lugar en el que conviven la decodificadora Enigma que los nazis usaron en la Segunda Guerra Mundial con el ordenador Dragon Data fabricado en Casar de Cáceres, o el primer iPhone, o un extravagante ratón/teléfono, o un ordenador que ocupa cien metros cuadrados.
Carlos Izquierdo
Fundador del Museo de Historia de la Computación
«El camino hasta poder reabrir ha sido épico», resume Izquierdo, que asegura que su aventura no habría llegado a buen puerto sin su mujer –a ella está dedicada la placa de inauguración junto a la puerta–, los amigos y todo el que aportó algo en la campaña de 'crowfounding' organizada para echar una mano. «Institucionalmente, no he tenido ningún apoyo», lamenta el fundador del Museo, que en Cáceres no encontró un lugar con las dimensiones necesarias y un precio razonable.
«El nuestro de Cáceres fue el primer museo de este tipo en España, y a rebufo de él han abierto luego otros en España, con un respaldo institucional importante –explica Carlos Izquierdo–. En Ivi (Alicante) abrieron uno hace tres años, con el apoyo del Ayuntamiento, que le cedió un local de 900 metros cuadrados, a cambio de quedarse con la mitad del importe de la entrada. Y luego han abierto otro en Málaga, de la mano de la Diputación, en un local de dos mil metros cuadrados en tres plantas. Allí saben muy bien hasta qué punto un museo puede atraer turismo. Y ya hay también uno en Madrid. En Extremadura ha prevalecido la idea, en mi opinión equivocada, de que la administración no debe ceder un local suyo a una empresa privada, ni siquiera a cambio de una contraprestación».
En el de Majadas hay más de 500 piezas. Entre ellas, varias que difícilmente se pueden encontrar en ningún otro lugar. Hay muchas piezas de coleccionista. De hecho, lo que ha reunido Izquierdo a base de comprar aquí, allá y más lejos todavía, y de donaciones de España, Italia, Francia o Inglaterra, es eso, una colección de piezas de museo. Ha comprado y restaurando máquinas durante lustros, y sigue haciéndolo.
Está el computador a gran escala IBM 370, que ocupa cien metros cuadrados de armarios y que se trajo de Italia en cinco furgonetas grandes. Está la Olivetti Programma 101, «de las que la NASA compró 40 ejemplares para calcular las órbitas de la misión Apolo», detalla Izquierdo.
Hay también muchas máquinas que fueron pioneras en su día, como el Apple 2, «el primer PC de la historia», el primer clónico de IBM PC, el primer Macintosh, la primera consola (de Odyssey, en el año 1971), el primer portátil, que de portátil tenía el nombre... Hay también ordenadores de Next, la marca que Steve Jobs creó al salir de Apple. Y está el primer 'walkman', de Sony, y calculadoras de Burroghs, Triump, Casio y Olivetti, máquinas de Amstrad, Atari, Commodore, Silicon Graphics, Osborne, Spectrum Sinclair...
Hay en el Museo un área de recepción que estos días incluye la exposición temporal 'La belleza está en el interior', que muestras las triplas de varias máquinas, con circuitos que parecen diseñados por dibujantes o arquitectos de la miniatura. «Es que el Museo tiene muchas lecturas, y una de ellas es la de enseñar la evolución del diseño industrial, de hecho aquí hay 15 máquinas que el MOMA de Nueva York tiene expuestas permanentemente como ejemplos de arte contemporáneo», explica Izquierdo, que tiene estudios de Ingeniería Informática de Sistemas. En la web de su Museo, él resume la filosofía del lugar. «Computación –plantea– es ciencia, pero también imaginación, inspiración, talento, arte...».
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