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Hace seis años y dos meses que Tamer Khalaf reinició su vida. Comenzó entonces una lucha diaria por situarse en un mundo nuevo. Pero es ... una lucha pacífica, en un lugar tranquilo, donde no hay que jugarse el pellejo para conseguir un trago de agua potable o un plato de cualquier cosa. En marzo de 2018 llegó a España, Extremadura, Cáceres, procedente de Gaza, ese rincón de Oriente Próximo donde todos los días muere alguien como consecuencia de la guerra.
En este territorio ocupado por Israel que concentra las miradas del mundo desde hace meses nació Tamer hace 44 años. Allí se diplomó en Informática, y trabajó como desarrollador gráfico y editor de vídeos y contenido multimedia. Pero un lugar gobernado por un grupo terrorista, Hamás, que mueve los hilos de casi todo, no es un sitio sencillo. El deseo de una vida más segura y tranquila llevó a Khalaf a salir de allí. «Y fue la mejor decisión de mi vida», resume ahora, con el bagaje del tiempo transcurrido.
«Llegué a Canarias gracias a un programa de ayuda de una organización no gubernamental llamada Accem (especializada en atender a personas refugiadas, migrantes y en situación o riesgo de exclusión social), y tras un mes allí, el Ministerio del Interior nos trasladó a Cáceres», recuerda el joven nacido en Ciudad de Gaza. «Cuando yo salí de allí, ya estaba bajo el control de Hamás, y pedí salir para poder seguir un tratamiento médico», explica Tamer, que mantiene a parte de su familia en su lugar natal, un lugar en conflicto permanente, y en guerra abierta desde el pasado 7 de octubre.
Ese día, uno de los festivos más importantes para la comunidad judía, Hamás lanzó un ataque sin precedentes contra Israel y mató a 1.400 ciudadanos de ese país y secuestró a más de doscientos, según las cifras del gobierno hebreo de Benjamin Netanyahu. Algunos de los capturados siguen en manos de los terroristas.
La reacción de Israel a esa agresión histórica también tiene cifras, y multiplican por 25 las del ataque de Hamás, según los datos del gobierno gazatí, que asegura han muerto ya 36.000 personas, entre ellas miles de niños. Según recoge Naciones Unidas, en los ochos meses transcurridos desde el atentado de Hamás, el 5% de la población de Gaza ha resultado muerta o herida, más del 75% ha sido desplazada y más del 70% de las viviendas han resultado destruidas.
Estas grandes cifras las conoce Tamer, que no pierde de vista la situación de su tierra y que tiene una opinión clara sobre la posición del Gobierno español en este conflicto. «España lo está haciendo muy bien», valora Khalaf, que agradece el trato recibido desde que llegó a Canarias y en particular la reciente decisión del Gobierno español de reconocer el Estado palestino.
«Es muy de agradecer que España haya reconocido a Palestina como Estado», corresponde Khalaf. «Ha tenido el coraje que todavía no han tenido todavía otros países, se ha adelantado a ellos», amplía el refugiado gazatí, que ahora está sin trabajo pero lo ha tenido gracias a un programa de fomento del empleo del ayuntamiento de Cáceres.
En la ciudad extremeña, estudió «electricidad de baja tensión y un año de domótica», detalla el palestino, que recuerda que «ya hay más de 140 países que reconocen el Estado palestino», y lamenta que «haya algunos que no se atreven a dar el paso que acaba de dar España, que es el país europeo que mejor lo está haciendo, estamos muy contentos con él los palestinos».
Desde la ciudad donde le dio un giro radical a su vida, Tarem Khalaf habla con sus familiares «cuando se puede, cuando son capaces de conectarse a Internet o recargar sus teléfonos móviles». Ellos le cuentan cómo es la vida allí ahora. «Me dicen que la situación es muy difícil –relata–, que tienen muchos problemas para encontrar comida, que no tienen gas para cocinar y a veces consiguen preparar algo haciendo un fuego con troncos, y que beben lo menos posible porque el agua no esta limpia y saben que es muy probable que enfermen, y si eso ocurre, no hay forma de acceder a medicamentos. Han tenido a los niños con fiebre alta y no han sabido qué hacer, dónde ir, porque también los hospitales han sido destruidos».
«Vivir en Gaza ahora mismo es hacerlo sabiendo que cualquier día puedes morir», resume el refugiado extremeño. «Mi familia tuvo que salir de nuestra casa de toda la vida, se fueron a otro barrio, a casa de unos familiares, y cuando volvieron a su barrio, se encontraron con que ya no había casa, la habían destrozado, y vieron también que algunos vecinos habían muerto».
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