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«Eres muy joven», «si te duele no es cáncer» o «como te hacen tantas revisiones estás controlada». Estas frases que le decían a Saray ... Muñoz (Plasencia, 37 años) y que de alguna forma se decía a sí misma la tranquilizaban y alejaban la idea de poder llegar a tener la enfermedad, pero en marzo de este mismo año una revisión trajo malas noticias. «Fue un mazazo, me quedé blanca», explica esta joven, madre de dos hijas de ocho y tres años y peluquera de profesión, actualmente de baja porque está en proceso de recuperación.
Saray empezó a notarse el bulto en el pecho cuando nació su primera hija, hace ahora ocho años. «No le dieron importancia y cuando nació la segunda lo notaba mucho más, pero me decían que era normal, no me hicieron mucho caso». Pero esta peluquera, siempre concienciada con el cáncer de mama (ha participado en numerosas campañas) recibió una visita que fue providencial. «Un día vino una chica con cáncer de 36 años a comprar una peluca, al ser tan joven pensé que quizás me podría pasar a mí y llamé al médico». El hecho de tener menos de 40 años parecía diluir el riesgo, pero desde entonces empezaron a hacerle mamografías cada seis y ocho meses. «En principio era una mastopatía fibroquística, que por lo visto tienen muchas mujeres y que no tiene que desarrollar un cáncer».
Pero en la revisión de marzo de este año «me dijeron que estaba extendido por todo el pecho, que había que quitarlo todo y que tendrían que darme 'quimio' y 'radio', la verdad es que me lo pusieron un poco negro».
La cosa fue después mejor de lo esperado, porque tras la operación no hubo necesidad de aplicarle esos tratamientos, pero Saray se quedó «en shock» frente a frente con el médico. «Yo me sentía una privilegiada porque me habían estado mirando más a menudo que otras mujeres, aunque pensaba que por eso si algún día me lo detectaban me quitarían un bultito y ya está, pero no fue así».
El proceso mental que viven las mujeres a las que les detectan un cáncer de mama es otro de los efectos de la enfermedad. Saray empezó a sentirse culpable por preocuparse de lo que ella considera «cuestiones superficiales», que no lo son tanto. Cuando le dijeron que tendría que recibir quimioterapia pensó en que perdería el cabello. «Me agobié, le pregunté al médico que si me iba a quedar calva y me dijo: hombre claro, te vamos a dar 'quimio' y 'radio'», explica, mientras que reconoce que hubiera ido con una peluca o con un pañuelo sin problema, «porque lo importante es la salud», pero que el tema de la imagen le atormentaba en un principio. «Por la cabeza solamente se me pasó una vez que podía morirme, tenía claro que lo iba a superar».
Actualmente, con un expansor de mama implantado, está esperando que le hagan la reconstrucción del pecho completa. Y continúa su proceso de recuperación. «Tengo todavía mucho dolor, estoy cansada, tengo 37 años y parezco una persona mucho más mayor». Dice que atravesar un cáncer te cambia la vida. «Yo trabajaba muchísimas horas y sé que no voy a volver a tener ese ritmo en mucho tiempo, pero intentas tener una vida normal». Su trabajo es muy físico, pasa horas de pie y tiene que hacer fuerza con el brazo. «He recuperado casi toda la movilidad pero es verdad que todavía no puedo, cuando en casa me pongo a peinar a las niñas no aguanto». El tratamiento que actualmente le han puesto es de pastillas, tiene que estar así durante cinco años, con consultas periódicas.
Cree que el hecho de estar pasando por esta experiencia puede ayudarla a asesorar a las mujeres que acuden a su establecimiento en busca de una peluca. «Aunque yo me he ahorrado una parte muy dura del tratamiento como es la quimioterapia, y eso es algo solamente sabe el que lo está pasando». Pero si Saray ya estaba concienciada antes, ahora lo está mas. Considera que es muy importante atender al mensaje institucional de acudir a las revisiones y autoexplorarse, pero también que hay que poner el foco en las mujeres jóvenes. Actualmente, si no hay precedentes familiares (el 10% de los cánceres de mama son hereditarios) los cribados que ofrece la sanidad pública arrancan a los 50 años y se extienden hasta los 69. El SES dispone de unidades móviles para hacer más accesible esta prueba a las mujeres de zonas rurales. «Creo que deberían adelantarlo, hablo con muchas chicas y conozco a muchas de ellas que no tienen los 40 años y han tenido cáncer de mama». Según los datos del SES una de cada cuatro mujeres que forman parte de la población diana no acuden a las mamografías.
En su caso cree que la detección, pese a las revisiones, se hizo tarde. «Es una apreciación mía, si te están viendo cada seis u ocho meses tener que llegar a quitar el pecho entero...yo estaba tranquila, pero quizás es que avanzó de una forma muy rápida».
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Cree también que hay que cuidar mucho la parte de comunicación con la paciente. «Para los médicos es algo muy normal, es algo que viven todos los días, pero para un paciente es algo que le pare la vida por la mitad, piensas que hasta aquí has llegado, no porque creas que te vas a morir, sino por los cambios que te esperan», cuenta.
Se pone la camiseta rosa para posar para la foto. Está convencida de que hay que salir a la calle para reivindicar más investigación y también para dar testimonio de que la vida sigue también durante un cáncer.
La historia de Saray Muñoz le pone cara a las cifras del cáncer de mama en Extremadura: 220 mujeres fueron diagnosticadas a lo largo del año 2021 con cáncer de mama a través de los cribados de detección precoz, por los que pasaron 63.100 personas. Otras 81.900 mamografías se hacen por dianóstico ordinario, derivadas por los médicos. Suma un total de 145.000 pruebas; de todas ellas, 770 acabaron con un diagnóstico de cáncer. Considerado social y médicamente uno de los cánceres más curables, el de mama es también el más frecuente entre las mujeres, un 23%. Un 20% de los tumores son metastásicos, es decir, no tienen curación. En 2020 perdieron la vida en la comunidad debido a esta enfermedad 168 mujeres
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