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J. R. Alonso de La Torre
CÁCERES.
Viernes, 7 de marzo 2025, 07:22
Me gusta montar en el autobús urbano. Cuando lo espero en las paradas del Múltiples de Cáceres, creo estar en cualquier ciudad del mundo, me ... parece una suerte de cosmopolitismo, un no lugar universal en el que Cáceres se moderniza y reniega de su espíritu apático y señorito de ciudad que duerme la siesta. El autobús urbano es viveza, intensidad, ciudadanía, convivencia y democracia. Es verdad que, a veces, hay incidentes provocados por adolescentes gregarios que se crecen y se autoafirman en el gamberrismo, pero son casos aislados.
Me desplazaba en autobús con mi abono cuando costaba 80 céntimos, ahora que cuesta 40 y seguiré viajando en mayo cuando sea gratis para los jubilados. Y lo hago por comodidad: tengo la suerte de que a la puerta de casa paran dos líneas que me mueven en el eje sur-oeste y en el eje sur-norte de esta ciudad alargada con «barriga» occidental. Pero también lo hago por inspiración. En el bus urbano he vivido momentos gloriosos que he narrado en artículos y recogido en libros. Pocos lugares explican tan bien las ciudades como el habitáculo de un autobús municipal.
Este fin de semana está en Cáceres Anatxu Zabalbeascoa (Barcelona, 1966), periodista e historiadora del arte especializada en arquitectura y diseño. No hace mucho, entrevistaba a Greg Clark, urbanista y consultor que ha asesorado a 300 administraciones públicas de 63 países. Clark opinaba: «En las mejores ciudades, los ricos van en autobús». Efectivamente, cualquiera que haya viajado por Europa, habrá comprobado cómo el transporte urbano no es entendido como un desdoro ni algo propio de las clases bajas, sino como un medio funcional, práctico y cómodo que facilita la vida.
Sorprendentemente, en nuestras ciudades no parece triunfar esa visión del autobús. He relatado jugosas anécdotas sobre la extrañeza que provoca ver a un «señor» montado en el bus local en Cáceres o cómo se justifican cuando los «pillan» en el transporte urbano y popular tras haber dejado el coche en el taller. Si seguimos a Clark, nuestras ciudades no están entre las mejores porque no solo los ricos no viajan en bus, es que, además, lo desprecian y en lugar de verlo como un símbolo de utilidad, lo entienden como un síntoma de demérito social.
A pesar de esta concepción que roza la sociopatía, los datos de uso del bus urbano invitan al optimismo. Ni Cáceres ni Badajoz están entre las diez ciudades con el transporte urbano mejor valorado ni entre las seis peor valoradas (la mejor es Cádiz y la peor, Murcia), pero en 2023 ha habido tal aumento de usuarios en las dos capitales extremeñas que igual es un síntoma de que nos estamos modernizando. Sorprende que, siendo Cáceres una ciudad menos habitada que Badajoz, sin embargo tenga dos millones de viajeros más. Puede deberse al diseño urbano pacense, más redondeado, frente al cacereño, más alargado o quizás sea el buen servicio del autobús urbano cacereño, que va a incorporar un nuevo vehículo a su línea más utilizada: la 8 con 1,3 millones de trayectos en 2023. Lo cierto es el dato: en 2023, 6.139.757 viajeros montaron en los autobuses cacereños frente a los 4.272.551 que subieron al bus en Badajoz. En 2023, los usuarios cacereños crecieron en 715.253 (13%) y los pacenses aumentaron en 633.382 (17,4%). Sospecho que en estas cifras influyeron más la mejora del servicio digital, la reducción del 50% en tarifas como el abono mensual y el bonobús o la gratuidad para los menores de 16 años que la desaparición de los prejuicios de los ricos. Y a partir de mayo, jubilados gratis. ¿Montarán en bus los pensionistas ricos? ¿Seremos por fin modernos?
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