Cosas que se rompen
Nadando con chocos ·
CHAPU APAOLAZA
Jueves, 9 de enero 2020, 09:11
Secciones
Servicios
Destacamos
Nadando con chocos ·
CHAPU APAOLAZA
Jueves, 9 de enero 2020, 09:11
Hay una parte de España que siente que España nace y hay otra España que siente que España se rompe. Es posible que las dos tengan razón a la vez. La España primera que ha ganado las elecciones cree que no se ha roto nada por el hecho sencillo de que no han escuchado el ruido, pero a veces, las cosas se rompen sin sonar, como si se deshicieran. Cuando en la última sesión de investidura, poco antes de coronar a Pedro I de mi Españita, subió Adriana Lastra a la tribuna de oradores. Lastra, que te habla lenta, desesperadamente y con misericordia como si te abandonara, no comentó nada de cuando Montserrat Bassa, minutos antes había acusado a los socialistas de verdugos, ni cuando el portavoz de Bildu, Oskar Matute, se había venido arriba diciendo que su partido no abandonaba la lucha, que lo que Dios quiera que representen no estaba ni vencido ni domesticado. En realidad, todas esas cosas se las estaban diciendo a Sánchez justamente para saber si tenía lo que había que tener para responder a los insultos cinco minutos antes de que lo hicieran presidente, para comprobar si estaba sano, para saber si respiraba.
Todo eso se lo calló Lastra, y no es que no defendiera al Rey, es que no le sacara al PSOE, que es como no sacarle la cara a España, pues el PSOE es España, y en ese silencio prendieron las nuevas inquinas de un nuevo tiempo. Porque no es que Lastra no se defendiera de Bildu y de ERC, es que culpó de todos los males del mundo a la derecha y a la extrema derecha ancladas según ella en las raíces autoritarias de la dictadura. Y ahí, al trasluz de la placa parlamentaria de su discurso, se dibujó el hueso astillado de mi España: el PSOE queda escénicamente más cerca de Otegi que de Casado. Después de mil muertos y cuatro décadas de sufrimiento, a cambio de trece votos, a mediodía del siete de enero de 2020, el consenso de la unión de los partidos constitucionalistas que había sostenido con éxito notable el esqueleto del 78, se desplomó sobre el suelo de granito de la Cuesta de San Jerónimo, casi a cámara lenta, casi emitiendo un pequeño 'ay' que no escuchó nadie. Cayó como esos viejitos que tropiezan y en la caída se parten la cadera, pero que en realidad se caen porque la cadera ya se les había roto antes.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.