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El silencio de los borregos
EL TAMBOR ·
ALFREDO LIÑÁN CORROCHANO
Domingo, 5 de enero 2020, 09:38
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EL TAMBOR ·
ALFREDO LIÑÁN CORROCHANO
Domingo, 5 de enero 2020, 09:38
No están de acuerdo, pero callan. Nunca hubieran sospechado que pudiera suceder lo que ha sucedido, pero callan. Jamás se hubieran atrevido a pensar que el secretario general pudiera envolverles en tal morgañera de embustes, pero callan. Callan y callan y vuelven a callar. La disciplina de partido se convirtió en religión. El oscurantismo en consigna. El silencio en obsesión. Callan y callan. Y el silencio comienza a pesarles como un mal matrimonio. Porque allá en los adentros se saben cómplices del disparate. Intentan justificarse en los argumentarios oficiales que todo lo camuflan, pero las cosas son demasiado evidentes y se sienten sucios, cooperadores necesarios del desastre. En su día aceptaron el veredicto mostrenco de aquellas absurdas primarias en las que el neo-líder consiguió torcer el brazo al «aparato» y después callaron cuando mediante el tradicional sistema de purgas el «comité federal» se convirtió en el aplausómetro del jefe. Todo fue rodar y rodar. Y ahora ya es tarde. Al final de la cuesta estaban ellos, esperando pacientemente que los cielos se les abrieran sin necesidad de asaltarlos. Pedro Sánchez Dolfos se los había entregado. Como Santiago, el venerado patrón de Paracuellos, cuando entregó las juventudes socialistas al padrecito Stalin. Pero siguen callando. Aunque les revuelva las tripas el campaneo del vacuo secretario general. Es el presidente. El partido, mal que bien, tiene el gobierno. Y eso es mucho. Silencio, se gobierna. El gobierno sí importa.
Lo viejos socialistas regruñen. Algún Ibarra que otro se atreve a alzar la voz. Algún Corcuera que otro abandona. Pero ya nadie los escucha. Son desecho de tienta y cerrado. Ahora son otros tiempos. Tiempos de apostasía, de infamia, de indignidad, de alevosa entrega a cambio de un Falcon de lentejas. España será cualquier cosa que queramos que sea, un concepto distinto y distante. La ley, nuestra sopa de letras, un juego divertido de plastilina que podemos adecuar según convenga. Las instituciones unas viejas rameras a las que ordenaremos desnudarse si el guion lo exige. Y Pedro, el gran rufián, cabeceando aculado en su aguardadero, mientras, como una agachadiza, esa gran mujer de estado llamada Adriana Lastra le susurra al oído.
Con la habilidad de un «assassino fiorentino» el malbaratador sánchezpérezcastejón le ha clavado una daga en los omóplatos al partido socialista obrero español. Está muerto, pero no lo sabe. Le entreabrió la puerta al engatusador de la coleta y ya no hay remedio. Cuando un coletista se hace con el poder no es fácil echarle. Su objetivo vital es alcanzar el poder; el poder absoluto de una u otra forma, y una vez instalado allí, todo sobra, especialmente los tontainas Kérenskys que lo encumbraron. Vladimir Illich Uliánov, alias Iglesias -y señora, por supuesto- han asaltado el revolcadero y ni Trotski Errejón será capaz de hacerles desistir de su empeño. ¿Libertad, para qué? Y las comparsas independentistas que tanto nos preocupan ahora que se preparen, Roma no paga traidores, Irene&Pablo tampoco.
Allá en la tribuna de invitados Guillermo Fernández Vara asiente complacido, negando cerrilmente que se haya pactado con los separatistas. Como buen escolástico niega la mayor y todo resuelto. Silencio. Que nadie ose hablar. El PSOE está de luto, pero calla. Que parezca un accidente. Calladamente los borregos abandonan la majada. Silencio.
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