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En el número 7 de la calle Virgen de Guadalupe huele a coquillos y cañas de azúcar. Se respira emoción mientras María García y sus ... vecinos cuelgan en la barandilla de su balcón una sábana con la imagen de Inmaculada Concepción, la patrona de Torrejoncillo. El arco, adornado con plantas a escasos metros de su puerta, anuncia que en esta casa viven los mayordomos de este año.
Mientras tanto, en la planta de arriba Rubén Sánchez se prueba la vestimenta que llevará en una de las noches más importantes de su vida. Está nervioso. No es para menos, pues quedan horas para La Encamisá, la Fiesta de Interés Turístico Regional que cada 7 de diciembre atrae a más de 10.000 personas a Torrejoncillo, una localidad cacereña de unos 3.000 habitantes.
Una sábana blanca cubrirá el cuerpo de Rubén y recorrerá con el estandarte de la Virgen 25 metros entre gritos de fe. Es la distancia que separa la iglesia de San Andrés de la plaza en la que le esperarán cientos de jinetes.
De fondo, el repicar de las campanas avisará de la salida del estandarte. Entonces, los caballistas llenarán las calles y plazas del municipio, en recuerdo de la estrategia de defensa que, según cuenta la leyenda, llevaron a cabo los torrejoncillanos durante la Batalla de Pavía, para ocultarse del enemigo entre la nieve.
Rubén es este año el gran protagonista. Será el portaestandarte, la figura en la que se centran las miradas de Torrejoncillo en su noche más mágica. «Tuve un accidente en 2013 en el que casi muero. Estuve en la UCI y mis padres hicieron una promesa. Salí vivo y es una forma de agradecérselo a la Virgen», cuenta Rubén, que está intranquilo ante tanta responsabilidad. «Esta fiesta para Torrejoncillo lo es todo. Espero que cuando llegue el momento, se quiten los nervios», añade.
Su madre asiente con la cabeza. «Lo estamos viviendo con mucho fervor», dice María consciente de que todo el pueblo se vuelca con esta cita.
Para este año se espera lluvia, pero eso no es impedimento. La Encamisá se celebra aunque llueva, nieve o truene. Eso lo repiten todos los vecinos.
Entre ellos Mario López, un joven que este miércoles estaba recogiendo leña junto a sus paisanos para preparar la hoguera en el barrio Saturnino Serrano. «Cada 6 de diciembre quedamos por la mañana, desayunamos migas y café que prepara la vecina y todos vamos a las fincas a por la leña, se carga en el tractor y la colocamos», comenta este vecino.
La suya es una de las 12 hogueras que esta noche alumbrarán las calles del municipio mientras visitantes y torrejoncillanos degustan los dulces típicos y el vino de pitarra.
De eso se encargan mujeres como Conrada Pérez, que ya tiene su despensa llena de coquillos y alfajores. El año pasado su nieto fue el portaestandarte de la Virgen. «Fue muy emocionante», recuerda mientras enseña su cocina y todos lo dulces que ha preparado. «Aquí, desde las diez de la noche del 7 de diciembre, mi puerta se abre para todo el pueblo», dice Conrada, que lleva viviendo esta fiesta durante unos 50 años.
Precisamente hace medio siglo se fundó la Asociación de Paladines. «Se creó porque había una falta de mayordomos que llevaran el estandarte de la Virgen. Así que pusimos en marcha esta agrupación para asegurar la continuidad de la fiesta y que siempre existiera esa figura, que cada dos años se echa a suerte entre los 1.700 integrantes», explica Miguel Ángel López, presidente de dicha asociación que, a pocas horas de la gran fiesta, última los preparativos en la sede.
Allí guardan estandartes, imágenes de la Virgen y muchos dulces. «Hemos estado cocinando una semana. Para La Encamisá se hacen unos 2.000 kilos de coquillos y unos 1.500 de cañas de azúcar. Esto no falta en ninguna casa de Torrejoncillo», detalla Ana Lucía Gómez, secretaria de la asociación.
Lo dice mientras se escuchan los cohetes que adelantan que la fiesta se acerca. Los 120 escopeteros que se espera que participen también tienen los cartuchos listos para disparar al aire. Para que todo transcurra con normalidad habrá un dispositivo especial de seguridad, con un despliegue de 100 efectivos entre guardias civiles, policías locales y voluntarios de Protección Civil.
Los que tampoco faltarán serán los jinetes. Se prevé que participen 150. Uno de ellos será José Luis Lozano, que este miércoles por la mañana ya estaba montando en su caballo por las calles de la localidad.
«Cuando era pequeño, mi padre me llevaba con él y a partir de los cuatro años ya iba solo en el caballo», dice deseando que llegue esta noche. «Sobre las nueve y media llevamos a los caballos a la puerta de casa. Luego mi madre me pone la sábana y a partir de ahí somos todo nervios hasta que llegamos a las diez a la plaza y vivimos un sentimiento indescriptible. Suenan las campanas y es entonces cuando empieza lo más grande para cualquier torrejoncillano». La Encamisá ya esta aquí.
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