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El poeta emeritense Félix Grande dejó escrito aquello de «donde fuiste feliz alguna vez, no debieras volver jamás», y los miles de extremeños que se concentraron el año pasado en la Plaza de España de Madrid para reivindicar un tren digno fueron felices a su manera.
La movilización resultó un éxito mediático y social, también político, ya fuera porque se celebró en la capital, por el número de personas que se reunieron, por el punto exótico que tuvo, entre la protesta y la romería, o por todo ello a la vez. El caso es que se logró hacer llegar el mensaje de que Extremadura también existe.
Un año después, se ha apagado la euforia que brotó aquel 18 de noviembre tras la demostración de que el pueblo extremeño puede sentirse unido en torno a una causa, se han abierto grietas entre los convocantes, y los discretos avances en el funcionamiento del ferrocarril quedan solapados por los incidentes chapuceros que ocurren en días laborables y festivos, sin distinción.
Sin embargo, siguiendo el verso luego reescrito por Joaquín Sabina, la mesa del Pacto por el Ferrocarril ha acordado no volver a alzar la voz en Madrid, aunque ha intentado activar la nostalgia eligiendo la misma fecha para manifestarse esta vez en Cáceres.
La elección del lugar, dando algunos por supuesto que a 300 kilómetros de distancia de la capital española todo resulta menos importante, ha tenido el resultado de ser un clavo más en el ataúd de la unidad, un factor tan necesario cuando se reclama algo como el mismo hecho de tener razón en lo que se pide. El PP ha contraprogramado para el 17-N en Madrid, quizás porque ellos el año pasado no pudieron vivir la jornada plenamente felices.
Con la renuncia a hacerlo en la capital española, el PSOE ha dejado pasar una buena ocasión para demostrar su sinceridad cuando sostiene como partido y como gobierno que mantiene ante quien sea su exigencia de que se cumplan las inversiones no solo prometidas, sino presupuestadas. El ministro José Luis Ábalos dejó este fin de semana más anuncios de los que se esperaban, pero el ciudadano está en su derecho de pensar que el cambio en Moncloa ha podido influir en la elección del escenario.
Un paréntesis al hilo de nuevos compromisos. El informe elaborado por el actual equipo de Fomento, publicado por este diario el pasado viernes y de momento no rebatido, es demoledor porque demuestra cuántas veces unos presupuestos se han convertido en papel mojado, con niveles de cumplimiento de apenas el 40% durante varias anualidades.
El ciudadano extremeño tiene su cabeza llena de fechas y números relacionados con el tren que nunca se han cumplido. Está cansado de anuncios que no tienen impacto inmediato, observa casi con indiferencia las visitas de quienes deberían poner soluciones y crece, en fin, su sentimiento de que sencillamente no se le toma en serio. Sería inadmisible, por tanto, que los nuevos compromisos no tuvieran un sustento sólido.
Si el PSOE ha dado un paso al lado, Podemos lo ha dado para atrás con su decisión de no participar en el Pacto por el Ferrocarril, aunque sí en las acciones de protesta. Una pirueta que parece inspirada por el alma antisistema que anida en la formación morada, más a gusto todavía en la calle que en los despachos, pero que perjudica a la unidad de acción.
Ni los miembros de Podemos, pues, ni tampoco José Antonio Monago pudieron decirle a la cara al ministro Ábalos el viernes lo que pensaban de su gestión y recordarle que ahora está en su mano que Extremadura cuente con un tren digno. La ausencia del expresidente extremeño, que envió a actores secundarios al encuentro con el titular de Fomento, solo se entiende desde el contexto de precampaña electoral que vivimos, y deja cojo el Pacto por el Ferrocarril como foro reivindicativo.
El PP no se ha atrevido todavía a darlo por roto para no tener que asumir ese desgaste, pero es evidente que ahora se encuentra en un andén distinto, el del 17-N . Aunque sigan viajando en el mismo tren hacia igual destino, conseguir un ferrocarril digno, los partidos extremeños han decidido hacerlo en vagones separados.
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