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Caminar por el interior de lo que iba a ser la central nuclear de Valdecaballeros, en la comarca de La Siberia, es como hacerlo por ... el Titanic hundido, solo que en tierra firme.
Hoy en día es un búnker de hormigón, un fantasma gigante abandonado en el que solo hay grandes huecos donde iban a ir los reactores, las piscinas de combustible o el depósito de residuos, por ejemplo. El visitante se puede encontrar cuadros eléctricos sin cobre o sin luces. Se hace necesario un foco de luz para caminar con cierta seguridad.
La central de Valdecaballeros vuelve a ser noticia después de que el 18 de marzo HOY adelantara que el Ministerio para la Transición Ecológica ha ordenado que desaparezca el embalse que se construyó para dar servicio a la nuclear, aunque los vecinos de Valdecaballeros y Castilblanco llevan décadas bebiendo de él.
Un equipo de este diario ha entrado en ese espacio restringido de la nuclear. Hace décadas que no lo hace ningún medio de comunicación. No se puede acceder habitualmente a la zona porque su perímetro está vallado, y además dentro de esa área, los edificios están cerrados con candados y gruesos tornillos. Además hay vigilancia.
Opinión
«Que lo que ocupa la antigua central y toda su área de seguridad, casi 1.500 hectáreas, tengan uso. Para instalaciones renovables, para un centro experimental agrario, para instalar empresas... Pero que tengan uso». Así habla Gregorio Rodríguez Dueñas, de 60 años, mientras camina dentro de la zona vallada.
Es el alcalde de Valdecaballeros desde 1995 y testigo privilegiado de lo que fue el proyecto de la central y su paralización porque estuvo trabajando en su construcción y labores de mantenimiento antes de que se acordara su definitiva paralización.
Gregorio es uno de los que trabajaron en la construcción de la nuclear. Tenía entonces 18 años, y allí estuvo entre 1981 y 1991, los últimos años ya realizando funciones de mantenimiento de un complejo nuclear que nunca iba a ponerse en marcha. «Durante la construcción llegamos a estar hasta 3.000 empleados. Vinieron de Almaraz, por supuesto de Valdecaballeros y pueblos de la zona, pero también llegaron trabajadores desde Asturias o el País Vasco», rememora.
«El pueblo superaba de largo los 2.000 habitantes empadronados. Había 30 bares en aquella época. Lo que no había era alojamiento suficiente para que los trabajadores durmieran. Y mira que hubo gente que alquiló casas y daba de comer en Valdecaballeros. Pero era imposible alojamiento y comida a todos. La gente se tenía que ir a quedar a Herrera del Duque, a otros pueblos de la comarca, a Talavera de la Reina», agrega.
Se levantaron dos poblados, o mejor dicho urbanizaciones, con 145 chalés uno y 50 el otro, que iban a ser las viviendas de los futuros trabajadores de la central. «Fue lo primero que vendieron Iberdrola y Endesa cuando se supo que nunca iba a haber central. Hoy esos chalés son segunda vivienda de mucha gente, del pueblo y de fuera», subraya.
En 1975 el Ministerio de Industria otorgó a Hidroeléctrica Española (Iberdrola después) y a la Compañía Sevillana de Electricidad (ahora Endesa) la autorización previa para instalar en esa instalación nuclear en el noreste de la provincia de Badajoz. En 1979 la autorización concedida fue la de su construcción. Comenzó a hacerse en 1980.
Iba a estar compuesta por dos reactores de 950 megavatios cada uno. Dos subestaciones eléctricas estaban destinadas a la evacuación de la energía producida por ellos.
En 1984 se empezó a realizar una reestructuración de los proyectos nucleares en España y se aprobó la moratoria (suspensión temporal del desarrollo de políticas de construcción y puesta en marcha de centrales nucleares). En 1991 se paralizaron definitivamente las obras de la nuclear en el municipio de La Siberia. En aquel momento el reactor I estaba finalizado a un 70% y II al 60%. En aquel año, Gregorio dejó de trabajar allí.
Al ahora regidor de Valdecaballeros no le flojea la memoria. Junto al equipo de HOY entra en los distintos habitáculos de lo que queda en pie, que es mucho, con una soltura a prueba de examen. «Esta piscina de almacenamiento (para combustible gastado de reactores nucleares) tiene 17 metros de profundidad», expresa a bote pronto.
«Este hueco enorme –señala– es donde iba a ir el primer reactor. Y aquel edificio es el que se había preparado para el almacenamiento de residuos», continúa detallando.
El conjunto de la central estaba compuesto básicamente por tres edificios, dos más grandes a los lados para acoger los reactores, y uno más pequeño en el centro. Este iba a servir para almacenar los residuos de baja actividad y daría acceso a cada uno de los otros dos edificios.
Opinión | tribuna
Se compraron también terrenos sobre el cauce del río Guadalupejo para la construcción de la presa y embalse que abastecería de agua y refrigeraría la central prevista. Ese es el embalse que ahora el Gobierno quiere demoler, algo a lo que se oponen tanto la Junta como los municipios de la zona porque de ahí se abastecen.
Una vez paralizada los trabajos de construcción de la nuclear había que desmontarla. «Todo lo que tenía valor se lo llevaron las dueñas de la central. Y lo que no y se podía achatarrar, se achatarró», narra Rodríguez.
«Lo que se quedaron igual fueron los edificios de hormigón, que ya veremos si no siguen así mucho tiempo porque destruirlos cuesta una barbaridad y por eso no lo hicieron las dueñas de la central», añade.
Los trabajos de desmantelamiento de la central terminaron en 2001. Se derribaron los edificios administrativos y algunas de las grandes naves ideadas para almacenar la maquinaria que se iba a instalar en la nuclear. Pero otras destinadas a almacenes generales las compró el Consistorio de Valdecaballeros hace unos años.
«Las sacamos a subasta y dos de las siete naves están ocupadas, dos por empresas de envases y otra de cosméticos. Nuestra intención es que las siete puedan ser ocupadas para actividad empresarial», dice el alcalde.
Los terrenos de la antigua central de Valdecaballeros son propiedad de la Junta después de la orden del Ministerio para la Transición Ecológica 1/2020 de 3 de enero, por la que se cede a Extremadura los terrenos, emplazamientos e instalaciones pendientes de enajenar de la instalación.
El número de hectáreas vinculadas por la cesión y determinadas en la orden son 1.460 hectáreas, confirma la Consejería de Administración Pública y Hacienda, en las que no se incluyen los terrenos inundables que se integran dentro del dominio público hidráulico de la presa sobre el río Guadalupejo y los terrenos inundables por el embalse auxiliar en el cauce del arroyo Valdefuentes.
¿Qué piensa hacer la Junta de Extremadura con las 1.460 hectáreas? No lo sabe. En estos terrenos, responde, tiene lugar «un uso ganadero tradicional orientado a la conservación de la dehesa, que permite el mantenimiento de los usos tradicionales agroganaderos y forestales», expresa de un lado.
Se trata de una mínima parte de ese terreno que tiene arrendada un ganadero vecino del pueblo, que la usa para dar de comer a sus vacas.
De forma complementaria, especifica, «se está llevando a cabo un proyecto de investigación y conservación de flora amenazada de ambientes de tipo encharcamientos temporales mediterráneos por parte de Reserva de la Biosfera», añade Administración Pública.
Un bosque de jaras y encinas, y en cuanto a la fauna, de corzos, ciervos, vencejos palomas y alguna que otra cigüeña son ahora los dominadores en la práctica de esa cantidad ingente de terreno.
A esas 1.460 se le suman, en realidad, otras 1.100 hectáreas que forman parte del dominio público hidráulico, por lo que, en la práctica, no se puede disponer de ella. Con todo, 1.460 hectáreas dan para mucho.
En Valdecaballeros, fuera de la zona de la central, ya hay tres plantas fotovoltaicas funcionando. Suman en total 300 megavatios de potencia. «Por ahora no se pueden poner más instalaciones renovables porque no hay capacidad de evacuación con la subestación», concluye el alcalde.
Gregorio Rodríguez piensa que el proyecto de la central nuclear se recibió en el pueblo como una oportunidad de desarrollo futuro. Como en Almaraz, compara. «Cuando se confirmó que no iba a funcionar se recibió con resignación. Ni nos preguntaron si la queríamos, cuando decidieron ponerla, ni nos preguntaron si estábamos a favor de que se paralizara cuando decidieron que nunca funcionaría.», incide. Sostiene que ahora, cuando las hectáreas han pasado a ser propietarias de la Junta y no de las compañías energéticas, es el momento de saldar esa deuda con Valdecaballeros y su comarca. «Necesitamos proyectos para generar empleo y riqueza», concluye.
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