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Ana B. Hernández
Sábado, 1 de abril 2023, 07:33
El goteo comenzó el día del padre y desde entonces ha ido creciendo hasta convertirse en multitud, con caravanas de vehículos, restaurantes llenos, una ocupación ... hotelera que supera el 80% los días laborales y que ronda el 100% los fines se semana.
Un lleno absoluto que se repetirá también durante los días centrales de la Semana Santa, porque hasta entonces al menos está previsto que dure la floración del millón y medio de cerezos que cubren las laderas del Valle del Jerte, que se extienden por sus once municipios haciendo posible un espectáculo natural que hace mucho tiempo que ha traspasado las fronteras nacionales y que, por eso, convierte cada año a esta zona del norte cacereño en lugar de peregrinación.
Sus 2.000 plazas de alojamiento entre hoteles, hostales, pensiones, camping y albergues resultan escasas para acoger la concentración de visitantes que llegan cada primavera, coincidiendo con la celebración de una fiesta declarada de interés turístico nacional.
«Es la primera vez que vengo a ver el cerezo en flor, tenía ganas porque en televisión es muy bonito, pero aquí, en el Valle, es espectacular», reconoce María Luisa Soto, de A Coruña, mientras abona las compras que ha hecho en una tienda de recuerdos de Cabezuela.
Objetos de decoración, miel, mermelada, pimentón... «Tenemos productos de toda la comarca y de otras zonas y la verdad es que estos días, en los del cerezo en flor, triplicamos la clientela; de hecho, ni cerramos al mediodía», señala Esperanza Bajo, mientras no para de atender a los turistas que entran a su tienda, muchos de los cuales llegan en viajes organizados.
«Vengo de León, salió una excursión al Valle del Jerte para ver la floración y me he apuntado, no había venido antes y me está gustando», afirma José Antonio García, una de las muchas personas que a lo largo de la semana ha llegado en autobuses repletos hasta Cabezuela, donde está la sede de la mancomunidad y la Oficina de Turismo.
«Atendemos cada día a no menos de 200 personas, más de mil en los fines de semana en estas fechas», detalla la técnico de turismo, Esperanza Izquierdo. «Personas que vienen absolutamente de todos los rincones de España y de muchos otros países como Bélgica, Alemania, Japón, Francia, Portugal, Holanda...».
El cerezo en flor convierte el Valle del Jerte en un destino internacional que amplía cada año el número de personas que se acercan por primera vez. Turistas, en cualquier caso, que se suman a los asiduos.
«Vivimos en Madrid pero somos de Riolobos, así que cada año procuramos acercarnos al Jerte para hacer unas compras, mermelada y caramelos sobre todo, y ver los cerezos en flor por supuesto», explican los hermanos Purificación y Juan Díaz.
Igual que Benjamín y sus amigos, llegados desde Talavera de la Reina: «No es la primera vez que vemos este espectáculo, pero hemos querido volver este año porque realmente es algo que merece la pena».
Y después están esas personas que, año tras año, de forma ininterrumpida, se mantienen fieles al cerezo en flor y visitan el Valle cuando el blanco se convierte en color protagonista. Personas que están pendientes del avance de la floración para disfrutar del espectáculo en uno de sus mejores momentos y recorrer con él sus once municipios.
«Llevamos más de 40 años casados y ya veníamos cuando éramos novios», dice María Julia Reyes acompañada por su marido, Pedro Lázaro.
Para este matrimonio de Coria, el Valle, modelado en terrazas para adecuarlo al cultivo de las cerezas, «ya es bonito fuera de estas fechas, pero con la floración nos encontramos ante un paisaje único y cada año diferente, cada año descubrimos algo nuevo».
Para disfrutarlo han elegido un día laborable de esta semana. «Porque la floración ya es una realidad, especialmente en las cotas bajas, y queremos apreciarla sin los agobios de los fines de semana». Porque es así, aclara María Julia, «cuando podemos no solo admirar su belleza, también sentir la alegría y la paz que transmiten los cerezos florecidos». Especialmente, como les ha ocurrido a ellos, cuando se ven en un día marcado por el sol pero sin calor y sin viento.
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Después, cuando el rojo sustituya al blanco, volverán. «A ver las cerezas, a comprarlas y a comerlas». Porque el espectáculo del Jerte no acabará con la floración tras la Semana Santa, aunque las visitas después se reducirán o se producirán de forma escalonada. Hasta entonces, el Valle vive su mejor momento. «Esperamos, como cada año, entre 70.000 y 75.000 visitantes solo en estos días», resume José Ramón Herrero, presidente de una mancomunidad que suma algo más de 11.000 habitantes.
Una afluencia masiva en apenas quince días que mueve los negocios de la zona. «Entre semana estamos a tope, los fines de semana directamente no damos abasto», reconocen en el restaurante Regino, uno de los 35 locales del Valle en los que se puede comer.
Aunque hay también quienes acuden estos días al Jerte para disfrutar solo de la naturaleza, comer en el campo, rodeado de los cerezos y sus flores blancas, hacer fotos, retratarse junto a ellos y coger fuerzas. Como Mar: «Trabajo en Salamanca y voy a Cáceres a pasar unos días. He querido hacer un alto en el camino y parar aquí para contemplar un espectáculo único que solo se produce unos días al año».
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