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El reloj marca las nueve de la mañana. Es septiembre, pero Valencia de las Torres vuelve a vivir en mayo. Este pequeño municipio de la Campiña Sur ha retrocedido en el tiempo, en concreto, a la fase 2 de la desescalada y al aislamiento social después de acumular en pocos días, desde el 24 de agosto, más de 95 positivos en una población de poco más de 500 habitantes. Cifras que hicieron saltar todas las alarmas y aislar el municipio controlando las entradas y salidas con un puesto permanente de Guardia Civil. «Empieza por un contacto positivo de un fin de semana con un test que se realiza en una clínica privada y a partir de ese positivo empezamos a sumar contactos con una eclosión fortísima porque eran casi todos positivos. Algo exponencial, que nos ha llevado a la situación actual», lamenta Rubén Romero, médico en el consultorio del pueblo.
Las manijas del reloj avanzan y en apenas quince minutos comenzará una nueva jornada de pruebas PCR para descartar posibles contagios entre los contactos estrechos de los positivos ya confirmados. Empieza de nuevo la rutina para Rubén, junto a las enfermeras Julia y Manuela. Estos meses no han servido para olvidarse de su protección: guantes, calzas, batas, mascarillas, pantallas... Todo lo necesario para enfrentarse de nuevo a la primera línea. «Son muchísimas horas de trabajo, muchísimas horas sin dormir, preocupación y algo de miedo», reconoce Rubén, «pero es nuestra profesión. Nos hacemos nuestras propias PCR al menos una vez a la semana para protegernos nosotros, al resto y a nuestras propias familias».
Este facultativo jamás habría imaginado vivir esta situación en su pueblo, donde le ha sorprendido la rapidez de propagación del virus, por eso entiende que la única manera de frenarlo es el aislamiento. «Nos ha extrañado a todos por el número excesivo y por la cercanía entre los pueblos, era el miedo que teníamos también con Llera, que tiene mucha conexión con Valencia, y ha ido subiendo en menos cantidad por ahora, pero ha llegado».
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En estos primeros días, su equipo realiza una media de entre 30 y 40 PCR diarias, con una alta incidencia «que, afortunadamente, está bajando». Señala que actualmente los casos acumulados están en torno a los 95 positivos, con más de 200 contactos estrechos. «El perfil es de gente joven, incluso niños. De mayores de 60 años el porcentaje es muy bajo. Además, los sintomáticos son muy pocos, algo que es una buena noticia porque si tuvieran síntomas o incluso hubiera ingresos, la situación se podría complicar», afirma. Para el 11 de septiembre, cuando terminaría el aislamiento, confía en haber podido dar la mayoría de las altas. Para ello, apela a la responsabilidad de sus vecinos para cumplir con las medidas, «algo que, de momento, se está haciendo porque si das una vuelta por el pueblo no ves a prácticamente nadie, la gente está concienciada y, además, con cierto miedo».
Pendientes del reloj están también muchos fuera del consultorio, en una fila de vehículos cuyos conductores aguardan pacientemente su turno para realizarse la prueba. Pero en pleno mes de septiembre la preocupación pasa también del reloj al calendario. La familia de Joana Antón tendría que haber empezado a trabajar el lunes, en Bilbao, pero necesitan una segunda prueba negativa para poder abandonar el pueblo. «Todo el mundo está concienciado. Nos han dado la baja y en cuanto nos den el segundo resultado, si es negativo, podremos empezar otra vez con una vida digamos normal», explica desde el interior de su vehículo minutos antes de realizarse una prueba «algo molesta».
Después de un verano tranquilo en Valencia de las Torres, el rato que estuvieron en uno de los bares les hizo entrar en la lista de contactos, pese a no tener síntomas: «Estuvimos en el bar de las piscinas, uno de los focos, y nos hicimos la prueba. Ha sido sorprendente, después de todo el mes aquí y de repente ha llegado este brote tan grande. Nadie se lo esperaba, pero ha tocado».
Un mes que también pasó en el pueblo, como cada año, Raquel. Ella regresó aquel lunes 24 a Galdácano, en Vizcaya, «al día siguiente vi que mi móvil echaba humo y, al devolver las llamadas, mi sorpresa fue que se había producido un brote bastante importante y que dos de mis conocidos más cercanos habían dado positivo». Después del susto inicial por ella y por su familia, llamó a los familiares con los que había regresado en el coche «y por el trabajo de ambos nos hicieron las pruebas bastante rápido para confirmar el positivo». Se activó entonces el protocolo establecido allí, similar al de Extremadura, para determinar los contactos estrechos. «El único síntoma que tengo es que he perdido el olfato, pero ya volverá», relata por teléfono desde su aislamiento, «a mi pueblo le digo que lo pasaremos, que somos muy fuertes y que lo recordaremos, pero todo se pasa».
En el caso de Joana, si el resultado es negativo, podrán regresar al País Vasco, dejando atrás una localidad concienciada en la que las puertas de los bares están cerradas y con un cartel que advierte de ese cierre 'Por precaución'. Uno de ellos, el de Vicente, que además está sufriendo de forma directa la enfermedad desde el pasado lunes, «con algo de dolor en los riñones, la cabeza y malestar general, además de falta de oxígeno, como que te asfixias». Desconoce cómo se contagió, «pero aquí hemos caído todos de golpe casi el mismo día».
Pero los bares no han sido los únicos en colgar el cartel de cierre temporal en un municipio en el que solo la farmacia y una pequeña tienda de ultramarinos permanecen abiertos, aunque con poca clientela. «Antes no hacíamos servicio a domicilio, empezamos en marzo y ahora ya lo habíamos quitado», cuenta Francisco Garay desde su tienda, «tenemos muchísimo trabajo porque han crecido mucho de nuevo los pedidos a domicilio para las personas que están confinadas, algo que se hace con ganas para ayudar a la gente que no puede salir».
Los pocos clientes aguardan su turno en la acera, entre ellos Yedra, que se encarga de realizar ayuda a domicilio. «Hacemos la compra básica y también en la farmacia», cuenta ataviada con todos los elementos de protección, «recibimos muchísimos pedidos estos días para gente mayor y personas que se han hecho la prueba y tienen que quedarse en casa. Hay mucha preocupación en el pueblo, para entregar la compra lo hago desde la puerta y sin contacto».
Y es que vuelve a ser mayo en Valencia de las Torres, un municipio al que su alcalde Pedro Escuder define como «un pueblo ejemplar ya desde el mes de marzo». Sus vecinos han regresado a balcones y ventanas, no para aplaudir, sino casi como único espacio de contacto con calles que vuelven a estar prácticamente vacías y con los pocos vecinos que salen de casa, muchas veces con encargos para ayudar en lo posible a los que permanecen confinados por contagio o por precaución. Mientras avanza el reloj, ya faltan menos días en el calendario para recuperar, si es posible, cierta normalidad a partir del 11 de septiembre. Una fecha que coincide con la víspera de las fiestas patronales del Cristo de la Viga, que este año tendrán que celebrar en la distancia.
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Álvaro Rubio | Cáceres y María Díaz | Badajoz
María Díaz | Badajoz
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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