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Luisa Donaire
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Luisa Donaire
A. Gilgado
MÉRIDA.
Lunes, 10 de febrero 2025, 08:06
Los dibujos que hizo a mano Luisa Donaire cuando estudiaba en los años setenta pueblan estos días los pasillos de la escuela de arte y ... diseño de Mérida. Allí se imparte el grado de diseño de interiores y quiere que los nuevos profesionales conozcan un mundo que con la implantación digital les resulta ajeno.
–¿Ejerció usted alguna vez de profesora?
–Fui profesora durante un año en Madrid de introducción del diseño industrial, cuando todavía el aprendizaje era por escuelas privadas. No se había reglado el estudio del diseño. Soy diseñadora de interiores y diseñadora industrial que se nutre de las artes plásticas.
–¿De donde viene su vinculación con la escuela?
–Fui la fundadora en Extremadura del Colegio Oficial de Diseñadores de Interiores. Entonces nos llamaban decoradores. Me vinculé con la escuela y siempre la he tenido en mente. Funciona muy bien por el grupo de profesores que enseña aquí. Quise regalar a la escuela un 'ploter' que tenía en el estudio. Fueron a recogerlo y vieron mis dibujos de cuando yo estudiaba. Y los profesores pensaron que podía ser una exposición.
–¿Qué puede enseñar a los estudiantes de Mérida?
–Son dibujos de una estudiante de finales de lo setenta y de los ochenta. Muestran como trabajábamos antes de la era digital. No se manejaban los ordenadores y hoy nadie imagina a un diseñador sin ordenador. Trabajábamos con la escuadra, el cartabón y las plantillas. Les puede interesar a los estudiantes porque ven que encargos teníamos entonces.
–Qué le pedían en los setenta a los diseñadores de interiores.
–Había muchos encargos de iglesias. Con el Concilio Vaticano se promovieron templos modernos y luminosos. Muy diferentes al gótico o al plateresco. También hicimos las primeras boutiques, antes de los setenta no había. Pero lo importante es que muchos de lo que se hizo entonces, se siguen usando. Hoy tienen más de sesenta años y se replican.
–¿Hubo una época dorada desconocida?
–Me gustaría que los estudiantes vieran en esa mirada atrás que todavía vivimos apoyados en la revolución industrial. Son objetos cotidianos para nosotros y a la gente joven le suena a nuevo, pero no lo son. El tiempo es el mejor crítico de cualquier obra artística. Si perdura en el tiempo es que es muy buena.
–Habla usted también de no desvincularse del arte.
–Los maestros pedreros, los que sabían tratar la piedra, fueron los que luego ejercieron de arquitectos. Ahora queremos desvincular el arte de los oficios. Y creo que eso es muy difícil. No me gusta que se separe el arte de los oficios. Por eso tenemos la artesanía, que, como la propia palabra dice, parte del arte. El decorador ha evolucionado a la arquitectura interior.
–¿Qué tipo de proyectos asumieron al principio, cuando le llamaban escayolistas?
–Yo toda mi vida he trabajado en estudios de arquitectura. Tenemos el volumen exterior de un edificio y el espacio interior, en el que intervenimos nosotros, pero también necesitamos a los iluminadores o a los diseñadores gráficos.
–Y a los que están ahora estudiando en Mérida, ¿que les espera?
–Nadie lo sabe, pero deseo que aprendan a adaptarse a los tiempos sin olvidar lo que nos ha hecho posicionarnos donde estamos. Tenemos que conocer la historia. Yo la he procurado conocer y ahora las escuelas como esta de Mérida trabajan también para que los alumnos la interioricen.
–¿Cómo ha evolucionado la formación?
–Ahora hay muchas escuelas oficiales y en el caso de Mérida es superior, enseña un grado. Lo conseguimos con el colegio profesional. Recuerdo que en los años setenta nos consideraban escayolista. Se crearon escuelas muy serias. Hicimos un camino parecido al de los aparejadores, que fueron luego arquitectos técnicos. Los colegios profesionales, en un principio tuvieron mucha fuerza. A la política no les interesaba que hubiera una quinta columna, por eso se diluyeron y surgieron las asociaciones.
–¿Qué se perdió al desmontar los colegios profesionales?
–El colegio profesional exigía un cierto rigor profesional y evitaba la competencia desleal. Por eso yo me dediqué a fomentar la deontología profesional. En las escuelas no deben faltar la visión deontológica de la profesión.
–Habla usted de constante evolución de la formación, ¿hacia dónde vamos ahora?
–Adaptarnos a los tiempos implica formarse en campos nuevos y, por desgracia, dejar atrás otros que pierden vigencia. Ahora se exige mucho el dominio de técnicas digitales y menos el dibujo. Por eso estoy yo aquí. Para mostrar cómo eran los dibujos, los bocetos y los diseños de antes. Es muy divertido. Y eso es lo que más me gusta. Es muy divertido. Me los paso muy bien hablando con los alumnos de dibujo y bocetos.
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