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Juan Cano / jon sedano /sur.es
Viernes, 1 de septiembre 2017
El timbre del teléfono sonó la madrugada del 29 de julio. La familia de Lucía Vivar seguía instalada en la pesadilla que comenzó tres noches antes, cuando la pequeña desapareció mientras celebraban el santo de la abuela Ana en el bar de la estación de Pizarra. «La queremos soltar con vida, pero si vemos que se nos complica, sin miedo se la matamos», se leía en el primer mensaje de WhatsApp, que entró en el móvil de la madre a las 4.20. Almudena Hidalgo miró la pantalla desconcertada. Era imposible. Esa misma mañana habían enterrado a su hija en el cementerio de Alhaurín el Grande, según informa Sur.es.
Los siguientes mensajes entraron a la vez, con cierto automatismo. El remitente, un número largo, desconocido para ella, le informaba de que tenían a su hija secuestrada y le advertía de que no tratara de ponerse en contacto «con el Gobierno ni con los medios», porque, de hacerlo, la matarían. «No entiendo nada... ¿Quiénes sois?», tecleó la madre de Lucía en el teléfono, angustiada por la posibilidad de que esa persona supiera lo que le había pasado a su hija. Su interlocutor le respondió que fueron ellos los que se llevaron a la niña de la estación.
A continuación, Almudena recibió dos videollamadas. Intentó contestar la primera, pero se cortó. La segunda también. Los padres optaron por contactar con el oficial de la Guardia Civil que está al mando de la investigación, quien, tras realizar algunas comprobaciones, los tranquilizó. Se trataba de un intento de extorsión, según ha podido saber SUR.
La Guardia Civil abrió una vía de investigación, colateral a la muerte de la niña, para descubrir quién estaba detrás de aquel número de teléfono. No es la primera vez que ocurre. En otros casos mediáticos, como los de Diana Quer, Yéremi Vargas o Marta del Castillo, las familias han recibido llamadas o correos electrónicos de desconocidos que incluso llegaban a hacerse pasar por la víctima, asegurando que estaba secuestrada. «O son estafadores que buscan dinero, o alguien –en ocasiones, menores de edad– que pretende gastar una broma, que resulta ser muy pesada», aclara un investigador.
Leer información completa en Sur.es
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