
Escribir para vivir
Anabel Rodríguez
Martes, 11 de marzo 2025, 07:45
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Anabel Rodríguez
Martes, 11 de marzo 2025, 07:45
Escribir es un superpoder al alcance de cualquiera. No necesitas una editorial ni un público, solo un bolígrafo y una hoja en blanco (o un ... teclado y una pantalla). Es un ejercicio sencillo, transformador. Desde siempre, las palabras han sido refugio, desahogo, una herramienta de construcción personal y social. Lo que no se dice, se pudre por dentro; lo que se escribe, se ordena, se entiende y, en muchos casos, libera.
Es una práctica que nos permite explorar nuestro mundo interior, entender nuestras emociones y tomar distancia de lo que nos atormenta. Cuando volcamos nuestros pensamientos y emociones en papel, nos damos permiso para escucharnos con más claridad. Escribir nos enfrenta con algunas partes de nosotros mismos que no acabamos de encajar y, al tiempo, nos da la oportunidad de reconciliarnos con lo que somos.
A veces nuestra mente es un torbellino de ideas, recuerdos, impresiones más o menos falsas. Es una radio orientada a hacernos sentir mal. Cuando funcionamos así parece difícil encontrar un hilo conductor entre tanto ruido interno. Ahí es donde la escritura se convierte en brújula. Plasmar lo que pensamos nos ayuda a separar lo importante de lo accesorio, a descubrir patrones en nuestra forma de sentir y a ver con más claridad lo que antes parecía un enredo sin solución (porque casi todo tiene solución en esta vida, aunque no sea sencilla). Lo crucial es soltar lo que llevamos dentro, lo que nos anda reconcomiendo. A veces, las palabras revelan respuestas que no sabíamos que teníamos o esas que nos negamos haber tenido.
Cuando una persona lidia con ansiedad, depresión o cualquier otro problema de salud mental, el pensamiento es en muchos casos un enemigo fiero. Las ideas se repiten en bucle, los miedos se amplifican y la sensación de estar atrapado es insoportable. Escribir sobre eso que pesa tanto no elimina el problema, pero permite canalizarlo, darle forma y reducir su peso.
Escribir no es solo organizar ideas, también es liberarse, es vivir, como dijo José Luis Sampedro. A veces pienso que escribir es como hacer deporte, implica soledad y un crecimiento que sólo nosotros llegamos a ver, una implicación en nuestro ser. Puedes escribir una carta que nunca enviarás, desahogarte en un diario o volcar pensamientos en un poema improvisado. La alegría escrita, nos recuerda que no siempre somos infelices. No es necesario ganar la lotería para ser feliz, a veces son sucesos cotidianos: una sonrisa, un agradecimiento, un detenerse en un instante preciso, lo que nos hace feliz y tendemos a olvidarlo. También el dolor escrito comienza a transformarse una vez plasmado, porque cuando lo traducimos en palabras, dejamos de ser sus prisioneros.
Escribir es entablar una conversación con uno mismo. Nos ayuda a entender, a encontrar sentido en el caos y a dar el primer paso para sanar. Si sientes que el corazón te pesa más de lo normal, prueba a escribir. Sin filtros, sin juicios, sin expectativas. Solo escribe. Quizás descubras que el simple acto de soltar las palabras es el primer paso para sentirte más libre. Sé un superhéroe (o superheroína): escribe.
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