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El peso de denunciar
Anabel Rodríguez
Lunes, 24 de febrero 2025, 22:53
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Anabel Rodríguez
Lunes, 24 de febrero 2025, 22:53
El caso Rubiales nos deja una imagen clara de lo que significa el abuso de poder y la violencia sexual en público: un beso no ... consentido, una negación inmediata y una ola de apoyo, por ciertos sectores sociales, a un agresor que no vio en su acto nada reprochable. La semana pasada se dictó una sentencia que constata el abuso sexual si bien niega las coacciones y establece una condena de mínimos. En la actualidad continúa abierto el proceso judicial que agotará las vías de recurso existentes.
Continuando con el tema de los abusos sexuales, también nos han sacudido las acusaciones surgidas contra el exlíder de Podemos, Juan Carlos Monedero, y que, en algunos casos, se retrotraen al año 2016, si bien parecen continuar hasta la actualidad. Dejando a salvo su presunción de inocencia, que la tiene, resulta llamativo la reacción del partido del que fue cabeza visible, pretendiendo hacer pasar por una expulsión lo no fue tal o, si lo fue, se ocultaron los motivos reales de esta salida del partido. Parece que los discursos sobre la importancia de creer a las víctimas se matizan, se condicionan y relativizan, que la indignación solo es legítima cuando el agresor encaja en el perfil político del adversario.
Denunciar un abuso sexual es muy difícil, no solo por el trauma que sufre la víctima, sino porque la sociedad aún pone sobre ellas un peso enorme. Es un acto de valentía, que supone un grave desgaste emocional. Es enfrentarse a la opinión pública, a los interrogatorios de quienes buscan cualquier fisura en el relato de la víctima para desmontarlo, a la soledad de sentirse abandonada. Quienes hemos trabajado con víctimas de agresiones sexuales o violencia de género sabemos lo que significa ese proceso: la revictimización constante, la culpa, el miedo a no ser creída, el ser permanentemente cuestionada en comportamientos previos, coetáneos y posteriores. Y si a esto le unimos el ser víctima de alguien poderoso, tendremos también la carga de poder ser utilizada como arma arrojadiza en una guerra ajena. ¿Por qué no lo denunció en su momento?, ¿por qué ahora?, ¿a quién beneficia esto?
¿Qué diferencia a Rubiales de Monedero? ¿Qué hace que un beso forzado en público sea repudiado (por muchos), pero que las denuncias privadas contra el líder de Podemos se descarten por algunos como parte de una conspiración? Posiblemente que quienes forman parte de la organización se sientan amenazados por las consecuencias de su pasividad. Hay que saber dar un paso adelante y asumir las consecuencias. No es fácil. Nadie lo dijo, pero es imprescindible un acto de responsabilidad.
Las mujeres no pueden ser solo un símbolo útil. Si el feminismo es real, si la lucha contra la violencia sexual es auténtica, debe ser intransigente con todos los agresores, sin importar su ideología o afinidad política. Si no, lo que queda es una simple estrategia, una herramienta selectiva que condena a unos y blinda a otros. Y eso, además de ser una traición a las víctimas, es una vergüenza.
Todas las víctimas merecen lo mismo: justicia.
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