El ariete extremeño

El caso es que esta semana, a cuentas de la ampliación del aeropuerto de El Prat a la que Pedro Sánchez se ha comprometido con el gobierno de Aragonés, muchas voces se han opuesto a esa inversión con el argumento de que pobrecitos extremeños que no tenemos un tren digno. En realidad, a todo ese coro formado por políticos de distinto signo, tertulianos apresurados y medios de comunicación que nunca se acuerdan, si no hay contraprestación de por medio, de Extremadura salvo si surge una historia negra que contar, les importa un comino el tren extremeño que tan fácilmente les sale a la boca, pero en el que únicamente reparan para golpear a otros, en este caso a Cataluña, como argumentario ideológico y crítica fácil de sus obsesiones. Es decir, usan nuestra dignidad en su propio beneficio. Los extremeños somos el ariete favorito que ha descubierto este país para dar una colleja a otros y derribar sus peticiones insolidarias.

Nos siguen utilizando, en suma. A Extremadura y a los déficits que arrastra esta región sin que de verdad les importe e implique buscarles una solución por sí mismos. Porque, efectivamente, los extremeños necesitamos un tren digno y una línea de alta velocidad, prometida desde hace muchos años, de la que nadie, ningún partido, puede sacar pecho, ni ahora que avanzan las obras ni el día que se inauguren, si llega a producirse alguna vez. Lo necesitamos y lo exigimos, pero no porque vayan a ampliar el aeropuerto de El Prat, o el de Barajas, o porque conecten la cornisa cantábrica o ejecuten el corredor Mediterráneo... lo necesitamos y exigimos porque debemos tener el mismo nivel de infraestructuras que el resto de territorios, y nos lo deben sin que ello suponga menoscabo para tal o cual comunidad autónoma, y menos aún porque se convierta en instrumento de ataque hacia los demás, sino porque somos ciudadanos de primera igual que el resto.

Es cierto que el dinero es finito, y seguro que hay buenos argumentos, por ejemplo los de tipo medioambiental como ya ha hecho ver el entorno de Podemos, para no justificar la ampliación de El Prat más allá del interés, o necesidad, de Sánchez por satisfacer a sus aliados nacionalistas, pero que no se use a los extremeños para golpear a nadie. El tiempo en que los señoritos de Madrid mandaban lo que teníamos que hacer ha pasado.

El tren de alta velocidad de Extremadura no puede estar sujeto a que se invierta o no en aeropuerto o puertos de otras regiones, sino que debe cubrir las demandas de ciudadanos del siglo XXI que precisamos movernos con la rapidez y confort acordes a los tiempos en los que nos encontramos. Sin querer quitarle nada a nadie, ni utilizando nuestra pobreza para atacar a otros.

Así que, esos políticos que para criticar al gobierno nacionalista de Cataluña, y otras veces a otros territorios cuyos gobiernos no son de su gusto ideológico, resucitan la figura del pobre extremeño para arrojarnos a la cara de cualquiera, lo que tienen que reivindicar, siempre y no solo de manera oportunista, son las inversiones que nos corresponden por nosotros mismos.