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El arte de envejecer
Tribuna ·
Llegar a envejecer en las mejores condiciones físicas y mentales debería ser el objetivo principal de quienes vamos cumpliendo añosLuciano López Nieto
Martes, 30 de agosto 2022, 08:27
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Llegar a envejecer en las mejores condiciones físicas y mentales debería ser el objetivo principal de quienes vamos cumpliendo añosLuciano López Nieto
Martes, 30 de agosto 2022, 08:27
Decía Sófocles que «los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo», y el cineasta sueco Ingmar Bergman, que «envejecer es como ... escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena» y no se puede negar que «Envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo», como irónicamente afirmaba el escritor francés Sainte-Beuve. En este mundo esclavo de la imagen, en el que todos tenemos que ser guapos y jóvenes hasta la exageración, los filtros y aplicaciones estéticas borran las arrugas y las imperfecciones hasta ofrecer un retrato artificioso y falso de los modelos, que solo pueden llevar a nuestros conciudadanos a la frustración en un intento vano de imitarlos. A consecuencia de esto, la juventud está hoy en día muy sobrevalorada y la vejez muy infravalorada, a pesar de que cada etapa de la vida tienes sus ventajas y sus inconvenientes. Resulta aconsejable ir aceptando nuestra edad y nuestro aspecto con el paso del tiempo, teniendo en cuenta que no son los años que tenemos lo esencial, sino nuestra actitud vital, las ganas de seguir aprendiendo y haciendo cosas, las ilusiones renovadas en cada amanecer, porque la vida es breve pero hermosa y está llena de posibilidades.
Definía yo, en mi 'Real Lucianario de la Lengua Española', que la juventud es la edad en la que uno dispone de la potencialidad para hacer cualquier cosa, pero no sabe cómo, pues carecemos de experiencia y sabiduría, lo que nos lleva a múltiples errores y descalabros, hasta que vamos aprendiendo con los años, solo que para entonces nos damos cuenta de que ya no somos jóvenes. Llegar a viejo no puede ser considerado un drama, resulta más bien un privilegio, ya que el drama es precisamente no llegar a serlo. Ahora bien, envejecer es solo una cuestión de tiempo, mas llegar a envejecer en las mejores condiciones físicas y mentales debería ser el objetivo principal de quienes vamos cumpliendo años. El filósofo danés Kierkegaard afirma que «la vida solo se comprende mirando atrás, pero solo puede ser vivida mirando hacia delante», actitud vital que implica sobreponerse a los achaques de la edad emprendiendo nuevos proyectos, manteniendo la ilusión y las ganas de vivir, viajando cuando se pueda, tanto físicamente como con la lectura y el cine, relacionándose con los demás y desarrollando todo tipo de actividades físicas e intelectuales.
El proceso de envejecimiento afecta a todos los seres vivos complejos. Tiene su origen en la concepción del embrión, se desarrolla con el paso del tiempo y termina inevitablemente con la muerte. Al margen de creencias religiosas, la vida es así y tenemos que aceptarlo, porque la verdadera tragedia no consiste en morir sino en no haber vivido plenamente. Durante el proceso de envejecimiento, debemos considerar una serie de factores que van a determinar en gran medida la cantidad y, sobre todo, la calidad de los años que nos quedan por vivir.
Según el profesor Crespo Santiago, debemos considerar un factor esencial la calidad de nuestra carga genética, la herencia recibida de los padres por el ADN. Nuestra longevidad depende de la interacción de numerosos genes, como, por ejemplo, aquellos que actúan en el metabolismo de los lípidos, relacionados con la aparición de la enfermedad de Alzheimer. Los estudios de poblaciones sostienen que el ADN puede determinar hasta el 25% de la calidad y cantidad de nuestra longevidad. De momento, poco o nada se puede hacer a este respecto, hasta que la ingeniería genética demuestre lo contrario en este terreno tan controvertido.
Debemos, pues, prestar una atención preferente a ese 75% de factores sobre los que podemos y debemos ejercer el máximo control posible. El primero de ellos, la alimentación, la dieta mediterránea que debemos mantener desde pequeños, evitando en lo posible los alimentos ultraprocesados, así como el exceso de grasas, sal y azúcar, previniendo la obesidad infantil que conlleva infinidad de riesgos y problemas cuando nos hacemos mayores. En segundo lugar, el ejercicio físico tiene que convertirse en una actividad cotidiana al menos tres veces a la semana, mejor cinco, puesto que mejora la fuerza y el equilibrio, previene o retrasa la aparición de diabetes, cardiopatías, osteoporosis, la depresión y la pérdida de funciones cognitivas, favoreciendo el mantenimiento de una alta calidad de vida durante más años. En tercer lugar situamos el ejercicio mental y el refuerzo de la memoria, tan importantes para mantener las conexiones neuronales y estimular la síntesis de neurotransmisores, que nos ayudarán en las funciones cognitivas y el mantenimiento de la capacidad de aprendizaje con actividades como leer, escribir, aprender un nuevo idioma, contemplar documentales, películas u obras de teatro, estudiar geografía, historia, ponerse al día sobre los adelantos científicos etc. El cuarto sería evitar el estrés excesivo y establecer una rutina relajada y activa al mismo tiempo, equilibrando los periodos de actividad y descanso, manteniendo en lo posible los ritmos biológicos circadianos que regulan el sueño y la vigilia en todos los seres vivos, sin olvidar la tranquilidad y el sosiego que nos aporta el sentirnos en paz con nosotros mismos. El quinto que vamos a señalar es prepararse para la jubilación, tanto desde un punto de vista financiero, al tener claro que nuestros recursos se ajustan tanto como podamos a nuestras necesidades, como una nueva actitud ante la vida, teniendo en consideración que el cese de actividades laborales tiene que ser compensado con una batería alternativa de actividades que rellenen el vacío horario que se nos produce. La jubilación no implica quedarse sin hacer nada en todo el día, sino en disfrutar tranquilamente de las cosas que antes no podíamos hacer por falta de tiempo y aprender cosas nuevas, un idioma, clases de pintura, a trabajar la madera, a viajar, visitar museos, tomar un café o una cerveza con los amigos, estudiar una carrera a distancia, montarse un huerto o tantas y tantas cosas que nos hagan ilusión y nos permitan sentirnos vivos, porque la vida, amigos míos, es un milagro en el universo que de ninguna manera debemos echar en saco roto a edad alguna.
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