Dos trasvases para Extremadura. Agua para Cáceres (II)

Las aguas del embalse de Gabriel y Galán están libres de contaminación de fábricas y de residuos de grandes poblaciones. Desde allí se sueltan para el riego utilizando como plataforma de distribución el pantano de Valdeobispo, cuyas canales llegan ¡hasta el mismo Portaje!

Eugenio Fuentes

Sábado, 8 de marzo 2025

Es probable que el viajero que conduce por la Autovía Ruta de la Plata en sentido norte se sorprenda cuando, a la altura de Guijuelo, ... bien dejado atrás el puerto de Vallejera, lea un cartel amarillo indicando el comienzo de la cuenca del río Duero. Y deducirá, por tanto, que las aguas de la sierra de Béjar que ha dejado atrás, de los deshielos de la Covatilla y de toda la infantería de los veneros que salen burbujeando de las rocas de la cara sur de Gredos van a dar al río Tajo, en tierras extremeñas. Y así es, en efecto: el bejarano río Cuerpo de Hombre alimenta al Alagón, como el Alagón alimenta al Tajo.

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No hace mucho que las poderosas confederaciones hidrográficas han colocado en las carreteras esos carteles, cuya utilidad trasciende la simple información geográfica. Tienen, además, una evidente connotación política hacia las pretensiones de algunas autonomías –Andalucía, Cataluña–, que intentan erigirse en propietarias de los ríos que discurren por sus territorios.

Viene a cuento esta nota porque cada nueva noticia sobre el abastecimiento de aguas para la ciudad de Cáceres despierta el recuerdo del frustrado trasvase de Portaje, tan necesario como un centro médico o una escuela. El ciudadano no olvida los 60 millones de euros tirados a las alcantarillas y el derroche de 20 años de trabajo, desde junio de 2006, cuando Álvaro Martínez Dietta, jefe de área de Proyectos y Obras de la Confederación Hidrográfica del Tajo ,elevó al Ministerio de Medio Ambiente el proyecto citado.

Lo que parecía la solución definitiva para surtir de agua de calidad a Cáceres se fue al garete cuando los estudios técnicos dictaminaron que los puentes de la N-630 sobre el Tajo y el Almonte no podían soportar las tuberías necesarias para el trasvase. Posteriormente, tampoco nadie se ocupó de tomar las medidas oportunas para incluirlas durante la construcción de los nuevos puentes de la autovía A-66.

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Parece extraño que la ingeniería no pueda ofrecer soluciones rápidas y factibles para tender sobre dos ríos –que no son el Amazonas– una tubería de un metro de diámetro capaz de propulsar 1m3/s, que no supone un enorme caudal. Y echa uno de menos a mentes tan brillantes como las de José Orbegozo, el marqués de Guadalhorce o Juan Benet, que tanto hicieron para acabar con el problema hidrológico español.

Y finalmente se tiene la desoladora impresión de que durante los últimos veinte años ha faltado en Cáceres un alcalde, una alcaldesa con la suficiente convicción, tenacidad y visión de futuro para implicarse en el proyecto por encima de las dificultades, aporreando las puertas que fuera necesario aporrear hasta sacarlo adelante.

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Ahora se ha aprobado destinar 23,8 millones de euros para las obras de una nueva toma de agua para Cáceres desde el río Almonte, es decir, desde la cola del pantano de Alcántara, adonde van a dar todas las manoseadas aguas del Tajo después de su paso por Guadalajara, Madrid, Toledo, Talavera y Almaraz. Todos los residuos urbanos, industriales y agrícolas recogidos en ese itinerario obligan a las depuradoras del Guadiloba a trabajar a fondo para limpiar los sedimentos y la herencia química antes de llegar a los grifos de Cáceres, que cada cierto tiempo enciende las alarmas por el nivel de trihalometanos, arsénico, nitratos y no sé qué más, cuando podríamos beber las limpias aguas de Gredos.

El viajero que haya recorrido las sierras del norte cacereño sabe que las aguas del embalse de Gabriel y Galán están libres de contaminación de fábricas y de residuos de grandes poblaciones. Desde allí se sueltan para el riego utilizando como plataforma de distribución el pantano de Valdeobispo, cuyas canales llegan ¡hasta el mismo Portaje!

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Tal como establece el ilusionante proyecto inicial de la Confederación Hidrográfica del Tajo del año 2006, no parece, pues, muy difícil enlazar esta poderosa infraestructura ya existente para añadirle un último eslabón a la cadena, el trasvase Portaje-Cáceres, para, de pantano en pantano y sin necesidad de levantar más presas ni violentar la intimidad del río Alagón, abastecer de aguas abundantes, limpias, saludables, a la capital y a todos los llanos de su zona, acabando para siempre con las carencias y la mala calidad.

Sucedió en los primeros años setenta del siglo pasado: Luis Carandell y Juan Benet viajaban por el norte de Extremadura en el 'cuatro latas' del primero cuando, en las cercanías de Plasencia, la guardia civil les dio el alto en un control de tráfico y les hicieron abrir el maletero. Buscaban al Lute, que andaba fugado. El Lute había vivido parte de su infancia en Plasencia y conocía bien el territorio.

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No tengo ninguna duda de que, si Benet conociera ahora la posibilidad de traer hasta Cáceres los caudales del Calvitero y del Pinajarro, no tardaría en encontrar una solución técnica al problema no tan conflictivo del paso de unas tuberías sobre el Tajo y el Almonte, para así cumplir lo establecido en el artículo 1 de la Ley de Aguas de 1985, que determina que su uso siempre estará «subordinado al interés general».

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