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Del lamento a la esperanza
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ANÁLISIS ·
Con la noticia de que tendremos una gigafactoría, Vara aprovecha para pedir que los extremeños cambiemos el marco mentalLa noticia de que el grupo chino Envision y Acciona han elegido Extremadura para su gigafactoría de baterías es una noticia importante, importante de verdad ... entiéndanme. Para todos sin excepción, para los que gobiernan y para los que no, para los de derecha, izquierda o centro si existiera, para los que residen en municipios cercanos a ExpacioNavalmoral y para los extremeños que apenas ubican esa zona industrial, para este año y para otros muchos que vendrán. Implica que Extremadura se sube a la nueva era de la industrialización, palabra ajena a nuestro vocabulario, en la que ser fuertes en energías renovables y contar con minerales estratégicos para los nuevos procesos es fundamental, y la región tiene eso.
También tiene suelo industrial preparado, en Navalmoral, en Mérida, en la plataforma logística de Badajoz, para albergar proyectos que llevan aparejados miles de empleos, puestos de trabajo no estacionales en la construcción, la hostelería o el campo ni pendientes de una nómina pública. Cuando en diciembre trascendió que Volkswagen dudaba entre Sagunto y Extremadura para su gigafactoría supimos que no se iba de farol.
Ese proyecto se escapó por lo que no tenemos. No tenemos, aún, buenas comunicaciones para dar salida a las mercancías, aunque las conexiones ferroviarias con Portugal nos abrirán el puerto de Sines, y la línea tradicional de Ciudad Real forma parte de los planes estratégicos de la UE; hoy en día, la logística lo es todo. No tenemos suficiente mano de obra cualificada, un cuello de botella identificado y, por tanto, superable con planes de formación profesional y una Universidad que esté atenta a las necesidades de las empresas para definir sus másteres.
Y no tenemos el atractivo de otras zonas, con ciudades más grandes, aeropuerto y AVE y la costa un poco más cerca. Al final, esto, como las relaciones humanas y las influencias políticas, acaba pesando en las sesudas decisiones estratégicas.
Finalmente, tampoco tenemos la actitud de creer que los extremeños podemos aspirar a lo que aspiran los demás. En esto último puso énfasis el presidente de la Junta cuando el viernes informó de las gestiones discretas y largas con Envision y Acciona para lograr que eligieran Extremadura. Lo dijo Fernández Vara de forma más castiza: demasiada gente pertenece a la cofradía del lamento, ya va siendo hora de pasarse a la cofradía de la esperanza.
Puede, y eso ya lo identificaron los viajeros ingleses del siglo XIX, que nos sobre como pueblo resignación y algo de derrotismo; puede que haya calado demasiado entre los extremeños la cultura de la queja, que la única esperanza que se ha tenido durante mucho tiempo es la llegada de la subvención, y que resulte por completo ajena la máxima kennedyana: pregúntate qué puedes hacer tú por tu país. Sin duda, en ocasiones parece que hay males que solo suceden aquí cuando el vecino no está mucho mejor o está peor. Pero también es cierto que el ciudadano ha desarrollado un nivel de escepticismo considerable cansado de escuchar anuncios de grandes iniciativas que finalmente quedan en nada y desaparecen en el tiempo como el humo.
Por eso, no es posible culpar a los ciudadanos de mirar con un punto de desconfianza a los gobernantes cuando comprueban que las promesas no se cumplen, y tampoco hay que censurar que se les recuerde o se les pidan responsabilidades a quienes las hicieron. Es la obligación de toda sociedad democrática.
Pero en el día que se conoce un proyecto de la envergadura de la gigafactoría es comprensible tratar de desbancar el derrotismo. Está bien que Fernández Vara intente levantar la autoestima de los extremeños y cambiar el marco mental hacia actitudes más positivas. Los pesimistas también se equivocan. Con las buenas noticias como la de esta semana es más fácil militar en la esperanza, aunque no hay que olvidar que en la política lo que de verdad cuenta son los hechos.
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