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De escaleras, barreras y mala educación
Nieves Galán
Domingo, 17 de marzo 2024, 08:34
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Nieves Galán
Domingo, 17 de marzo 2024, 08:34
Esto va de escaleras, barreras y de mala educación pero sobre todo va de mi amiga Angélica. Angélica tiene una sonrisa de esas que se ... ven a la distancia, como también se ve en la distancia su silla de ruedas.
Tiene esclerosis múltiple, ya saben, una enfermedad degenerativa que le ha complicado la vida en múltiples facetas. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 1,8 millones de personas padecen esclerosis múltiple en todo el mundo y cada una tiene síntomas y afecciones diferentes, por tanto también la medicación es diferente, de ahí lo complicada y a la vez lo necesaria que es la investigación.
Pero más allá de la esclerosis múltiple, Angélica es otras muchas cosas. Ya he dicho que su sonrisa se ve a la distancia, también a la distancia se ve que es una mujer comprometida, tenaz, constante, luchadora, capaz, estudiosa y disciplinada. Es una estupenda nutricionista aunque ya no pueda ejercer como tal y recientemente se licenció en Psicología. Es también actriz aficionada y una aventurera empedernida, se ha tirado en paracaídas, ha esquiado, ha hecho el camino de Santiago y ha volado en esos túneles de viento que son solo para valientes, hace senderismo sobre una silla adaptada bautizada como Joëlette acompañada por voluntarios y voluntarias de un club de senderismo, ella además y como no podía ser de otra manera, ya forma parte de la directiva de ese club. Va al gimnasio, a la piscina, a rehabilitación, a terapia, viaja todo lo que puede y como solemos decirle, se apunta a un bombardeo, eso sí siempre en son de paz y con una sonrisa.
No es una súper mujer, a veces se rinde porque todo a ella le cuesta mucho más, demasiado, es un esfuerzo continuo, contra sí misma y con las múltiples barreras y escaleras a las que se enfrenta. Aunque un lugar parezca accesible o tenga al menos ese apellido, no siempre lo es. Duele aún más cuando son espacios o edificios nuevos y públicos. Ella tendría que ser la primera, pero o es la última, o simplemente se queda fuera, no entra.
Podría contar alguna anécdota desagradable al respecto, ella tiene millones. En ocasiones hemos hablado de hacer un perfil de Instagram en el que denunciar cada uno de esos obstáculos, las 'aventuritas' al salir de casa. Recientemente ella compartió un incidente desagradable, lo fue porque estuvo protagonizado por personas y no precisamente por barreras arquitectónicas. Angélica asistía a una consulta en el Hospital de Mérida, esperaba a uno de los ascensores, se acumuló mucha gente alrededor porque el que estaba operativo tardaba en llegar. Cuando lo hizo, cual fue su sorpresa cuando al abrirse las puertas todo el mundo entró sin ceder el paso a esa persona que esperaba en silla de ruedas. ¿Acaso la vieron? Las puertas se cerraron y Angélica se quedó de nuevo esperando. Ella nunca puede tener prisa.
'La invisibilidad de las personas con discapacidad' se llama la película. Recuerden aquí las palabras cargadas de rabia que lanzó Juan Carlos Unzué en el Congreso de los Diputados, gracias a esas palabras de rabia y a un rostro conocido se habló durante al menos dos días en los medios de comunicación sobre la ELA y las condiciones de vida de enfermos y familiares. Sobre los cuidados, las barreras y el dolor, también sobre el coraje.
Quiero también recordar un pequeño triunfo reciente, la eliminación de la expresión «disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos» de nuestra Constitución. Además en la nueva redacción del artículo 49 se incluye que «los poderes públicos impulsarán las políticas que garanticen la plena autonomía personal y la inclusión social de las personas con discapacidad, en entornos universalmente accesibles». Angélica y otros muchos ciudadanas y ciudadanos esperan que esto sea una realidad, mientras ella seguirá luchando contra barreras, escaleras y esa mala educación que tanto duele. A ella la reconocerán por su sonrisa y su silla de ruedas.
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